CAPÍTULO 47. NECESITO TUS OJOS.

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..."Si nos dejan... Buscamos un rincón cerca del cielo. Si nos dejan... Haremos con las nueces terciopelo"... José Alfredo Jiménez.

El sueño de Ray Landeros podría escurrirse de sus manos.

Después de toda la agonía que había soportado sin saber dónde estaba Ana Paula y de quién debía salvarla. Luego de haber llegado hasta esa solariega residencia en ruinas y observar la peor de sus pesadillas sucediendo ante sus ojos: su mujer siendo maltratada por ese imbécil de poca monta. Una energía feroz le había martillado las sienes al compás de los rabiosos latidos de su corazón. Ella peleaba contra su verdugo, pero la superaba. Y mientras Ray trepidaba por la desvencijada escalera que dirigía al altillo, los gritos de AnaPau, su lucha, despertaron algo siniestro en él. La realidad se resquebrajó y el filtro rojo que veló a sus ojos, le mostraron un simple y único objetivo: destruir a ese imbécil.

Lo sorprendió embistiéndolo con una fuerza brutal y logró apartarlo de su mujer. Sus puños se asestaron una vez tras otra en el rostro de aquel individuo, sin piedad. Por el rabillo del ojo notó la temblorosa silueta de Ana Paula y entonces cayó en cuenta que debía detener su ataque antes de que no hubiera marcha atrás. Emitiendo un feroz rugido final, asestó un último golpe a ese cretino y le vio desplomarse al suelo.

¡Dulce y compasivo Dios! Por fin la tuvo a ella en sus brazos y que alegría el instante en que sus corazones se habían sincronizado relajándose al estar juntos de nuevo. La observó con cuidado y a pesar del morete que exhibía su rostro, también un suave rubor le cubría los pómulos dónde hacia minutos antes, solo se vislumbraba una enferma palidez. Su alma estaba de nuevo a salvo. Ella se lamió los labios y él deseó gemir. Su boca echaba de menos su sabor y necesitando su calidez, aprisionó sus deliciosos labios en los suyos. Error. Nunca debes quitar los ojos de tu oponente. De repente una violenta sacudida lo separó de AnaPau y Ray fue consciente del metálico chasquido que atravesó su piel en el tórax. Gruñó una maldición y se llevó una mano a la herida, mientras que Ana Paula gritaba aterrada su nombre.

Con la frente empapada de sudor, Ray buscó la mirada de su enemigo: el desaliñado rubio de helados ojos azules. Lo que había soñado toda su vida podría escurrirse de sus manos, pero no estaba en su ánimo que así fuera. Soltando un brutal y grave gruñido, se preparó para defenderse de aquel cobarde ataque.

—¡Suelta el arma! Policía Federal —ordenó la implacable voz de Jaime Noyola, semejante a una espada cortando el aire.

El maltrecho rubio dejó caer el afilado cuchillo al suelo.

—Las manos en alto y vuélvete lentamente —le ordenó el Comandante.

El hombre obedeció y clavó su mirada en la compañera de Jaime.

—Bien hecho, Miss Simpatía...—musitó con un dejó de burla.

Alma se le acercó tomándolo con brusquedad de las muñecas para colocarle las esposas, mientras Jaime continuaba apuntando su arma a su frente.

—Gastón Maréchal, estás bajo arresto sin derecho a fianza por el secuestro de Ana Paula Medina. Y Los homicidios de Magali Hidalgo, Rebeca Palermo y Amanda Covarrubias.

La bella agente continuó dictándole sus derechos mientras un par de agentes llegaban para llevarlo detenido.

Ray se había recargado en la mesa, tenía la camisa abierta y Jaime examinaba la herida. AnaPau era un mar de nervios. Alma abrazó a su amiga y la inspeccionó con rapidez para ver su estado.

—¿Cómo supiste que era él? —le demandó la joven agente a Ray en cuanto sus miradas se conectaron.

Ray sintió que los músculos de su espalda se endurecían de pena y con una mueca vaga y triste, inclinó su cabeza mientras observaba a su amiga.

Tú y Yo...a nuestro tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora