CAPÍTULO 43.3.3. FRÍA LLUVIA DE NOVIEMBRE.

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 ..."Los árboles esperan. Tú no esperes, este es el momento de vivir, el único"... Jaime Sabines.

Ray terminó de revisar en el ordenador unos informes, desde el reproductor se escuchaba Angels By Robbie Williams. La palma de su mano que mantenía apoyada en el escritorio comenzó a marcar el tiempo de la música y al notar ese involuntario movimiento sonrió y en su mente aparecieron los dulces ojos de AnaPau. Negó con la cabeza, esa niña se hacía con su mente cada que le daba la gana y él no estaba en la labor de impedirlo. Suspiró. Terminó de hacer unas anotaciones en el documento y se lo envío a Silvia para que lo corrigiera.

Revisó el móvil por enésima vez, AnaPau debería haberlo avisado ya sobre los análisis, pero no tenía noticias suyas. Decidió enfocarse en despejar los pendientes de su agenda y darle tiempo a que ella hiciera lo mismo.

Observó el viñedo desde el ventanal de su oficina contemplando la idea de salir a dar un recorrido, pero comenzó a llover de nuevo. Se quedó entonces con la mirada perdida observando las gotas de agua precipitarse contra el ventanal. El trayecto que marcaban al deslizarse sobre la lisa superficie, de cuando en cuando se curvaban, recordándole la hermosa silueta de su chica.

Cerró los ojos y se recargó en el respaldo de su sillón. En su piel sintió de nuevo los tibios labios de AnaPau recorriéndolo y dejando húmedas llamas en cada centímetro suyo. «¡Dios! Aún no puedo creer la suerte que tengo» se dijo a sí mismo. La dulzura de su mujer era innegable, pero su pasión tampoco tenía precedentes.

AnaPau había marcado un camino de posesivas caricias que comenzaron en su cuello y viajaron hasta su vientre, caricias que solo tenían el propósito de seducirlo. «Tienes que saber que eres mío» había dicho ella al colarse entre sus muslos intensificando sus atenciones con tempestuosa devoción.

Lo suyo era una mezcla de pasión y amor a partes iguales. Hacer el amor, era sumergirse en un universo en el que ambos se entregaban a saciar al otro, obteniendo así su propia recompensa.

Una alerta en su móvil, lo sacó de sus voluptuosas memorias. «Soy solo tuyo Ana Paula» suspiró al tiempo que desbloqueaba la pantalla.

Observó serio el mensaje. Negó en un suspiro y tecleó su respuesta.

«Me haré cargo» tipeó y presionó enviar.

Descolgando el fijo de su escritorio llamó a la Gobernanta del personal y le solicitó que le fuera enviado un servicio de café a su oficina.

—Me escuchó bien, Matilde, deseo que Lupita Vázquez traiga el servicio —afirmó con la insolente gracia de la que echaba mano algunos veces y colgó el receptor.

Lavaba sus manos en el aseo de su oficina cuando un suave golpe llamó tras la puerta.

—Siga —ordenó amable.

Una bonita chica morena de castaño cabello y ojos grises entró llevando con ella un carrito de servicio.

—Me ha enviado Doña Matilde a traer el servicio de café, Ingeniero —pronunció en apenas un murmullo. Ray podía percibir la tensión que irradiaba de ella.

—Te agradezco —dijo él con una media sonrisa—. ¿Podrías hacer el favor de servirlo? —solicitó mientras se acercaba con pasos medidos al sofá. Llevaba la camisa arremangada y sintió la precavida mirada de la joven. Ray tomó asiento y notó que la mano le temblaba un poco al tomar la cafetera de porcelana y servir la taza.

—¿Cómo te hemos tratado en el tiempo que has estado con nosotros, Lupita? —inquirió en tono amable y le indicó con un gesto de su mano que tomase asiento. La chica estaba obviamente desconcertada, pero al no encontrar como negarse tomó el sillón orejero enfrente del sofá.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now