CAPÍTULO 39. NADA NUNCA COMO TÚ

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..."Beso a beso recorro tu pequeño infinito»...Pablo Neruda

Los dientes le castañetearon de frío a Ana Paula mientras se desplazaba furtivamente a través de los jardines de Casa Vitale. Había terminado su entrenamiento en la piscina y cuando estaba por envolverse en su bata para regresar al cálido interior de la hacienda, divisó a Emmanuel cruzar de prisa el sendero que conducía al invernadero. Algo en su actitud la alertó y no queriendo perder ni un precioso minuto se lanzó a seguirlo.

Él no estaba solo.

AnaPau de ubicó detrás de un tejo de denso follaje y rompió en una amplia sonrisa cuando descubrió quien le acompañaba. Frotándose las manos en un intento de ganar algo de calor, comenzó a considerar las estrategias de casamenteras de las que Renata y ella podrían echar mano.

—Ana Paula —. Él susurró y la sobresaltó, justo antes de que sus manos la cubrieran con la afelpada y calientita bata que había olvidado en la tumbona de la piscina—. ¿Qué coño haces aquí afuera? —murmuró Ray tirando de ella contra su firme cuerpo.

—¡¿Me has seguido?! —inquirió AnaPau indignada, pero manteniendo baja la voz.

—Claro que te seguí, que te piensas. Cómo si fuera a permitir que cojas una neumonía por estar de entrometida con Emmanuel y Lupita.

—Debía hacerlo, torito —replicó melosa—. Intentaba ayudar... —explicó con la sonrisa más inocente que tenía en su haber.

—Ah —murmuró sardónico—. Yo pensé que les espiabas.

Juntos dieron otro vistazo. No escuchaban nada pero la conversación tenía tintes de ser íntima. Emmanuel inclinaba su rubia cabeza sobre Lupita como para protegerla. ¿Eran amigos cercanos? ¿De qué podrían estar hablando?

—Bien, beba, me parece que les ayudaste bastante —concluyó Ray y comenzó a alejarla de la escena, sin tomar en cuenta sus protestas.

—¡Qué aguafiestas! Si aún no miraba nada jugoso —reprochó mientras intentaba afirmar sus pies en el césped—. Espera... ¡Ray...auch!

En uno de sus tirones él la había desequilibrado y ella había chocado contra su torso de granito.

—Pon atención al camino —aconsejó inmutable, como si el tropezón hubiera sido culpa suya.

Sus mieles ojos se cruzaron con los centelleantes oliváceos suyos. ¡Dios, bendito! Ray derramaba sexo a medida que insistía en llevarla dentro.

—Troglodita —espetó ella aporreándolo en el torso—. Dictador —se rió tontamente.

Ray le sonrió y dominó sin esfuerzo sus forcejeos entonces afianzó su mano a su nuca y le cubrió la boca con los labios. En un segundo, llamaradas corrieron por su sangre. Su feminidad palpitó, sus senos parecían electrizados y el aliento se le atascó en los pulmones.

Su beso fue fuerte. Un ardiente sello de posesión. Su lengua le rozó los labios obligándola a abrirse para él. La acarició, lamió y saboreó, hasta que Ana Paula se entregó con docilidad a las sensaciones que Ray despertaba, y se olvidó de dónde estaban y de la misión de casamentera que quería arrancar minutos antes. Un paso a la vez, decidió en ese momento. Hasta que no llevara al altar a Renata y Fabio tendría realmente tiempo para una nueva misión y mientras tanto sucumbir al incendio que Ray provocaba se le antojaba más tentador.

AnaPau retrocedió su cabeza cuando Ray terminó aquel beso y miró dentro de las encendidas profundidades de sus oliváceos ojos.

—Boyoli es un niño grande, no necesita tu ayuda en este momento —. Sus firmes manos vagaban audaces sobre la afelpada bata que la cubría. —Yo sí que tengo un problema que requiere de tu atención inmediata —afirmó y su voz sonó gruesa, pesada de lujuria.

Tú y Yo...a nuestro tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora