CAPÍTULO 7. LLAMARADA.

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..."Yo te llevo dentro, hasta la raíz. Y por más que crezca vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, ni rayo de luna; que tú te vayas"...Natalia Lafourcade.

Todo lo que Ana Paula había anhelado alguna vez, se resumía a Ray. Desde la primera vez que se lanzó a sus brazos con tan solo cinco años.

Habían asistido a la residencia campestre de los Marechal, amigos de sus padres. Los adultos conversaban entre ellos y compartían una agradable comida, los chicos jugaban.

Aburrida en lo que esperaba su turno para participar, fue hábilmente convencida por el chico de la casa de que estando atada de pies y manos a la silla que le habían dispuesto en el ático de la cabaña, lo volvería todo más emocionante. Ella participó de buen grado.

Sin embargo, nadie previó que la horrorosa tarántula que Gastón tenía por mascota, se escaparía de su vidriera y comenzaría a subírsele a AnaPau por las piernas. Atada como estaba, le fue imposible quitársela por sí misma de encima. Y Ray la escuchó llamarlo, abandonó el juego y fue en su busca. Al percatarse de lo que sucedía, hizo puré al espantoso bicho por protegerla a ella.

Ahí supo que solo era para él.

Al inicio, su sueño había sido simple. Ray aceptando probar sus primeros postres y sonriéndole de aquella manera que la hacía sentirse especial, segura. Al hacerse mayor, sin embargo, los anhelos evolucionaron. Él le dio su primer beso y aquello la marcó. Hubo otros chicos con los que tonteó en el colegio, pero ninguno la besó jamás como él. Nadie tenía su personalidad, su fuerza, ni le provocaba esa corriente de placer que le hacía torcer los dedos del pie.

—¡Gol!

Gritó Ray festejando a uno de los pequeños a los que se había unido a jugar después del convite de la barbacoa. Ella le sonrió cuando la buscó entre toda la gente y aplaudió cuando le señaló al chico responsable de la hazaña que los coronaba como los vencedores en el partido.

AnaPau señaló su reloj y él asintió con la cabeza, mostrándose de acuerdo en retirarse. Sin embargo, no fue directo hacia ella. Se dirigió hasta un tambo de agua y lavó su rostro y sus manos. Después dio una cabezada y los gruesos mechones castaños del cabello se le alborotaron con la humedad.

—Hija cierra la boca, sé que es guapísimo, pero te van a entrar moscas —recomendó Carmen, su madre con una sonrisa burlona y después le dejó un beso en la mejilla—. Descuida princesa, ellos tienen una erección cuando las chicas hacen lo mismo.

AnaPau soltó una risotada.

—¿Está aquí por mí, cierto?

Su madre rodó los ojos.

—Te aseguro que no lo está por mí —replicó y comenzó a dirigirla hacia el jeep en que había llegado con Ray—, ¿por qué de pronto dudas? Él es todo lo que has querido siempre.

—Lo único. Pero una chica buena con un chico malo, ¿no es un desastre seguro?

—Lo pondré en tus términos; a mí me suena a una receta de la más increíble pasión. Además él no es un chico malo. Si lo fuera habría ido por ti hace mucho y tú no habrías podido negarte.

—Tienes razón, él no me haría daño nunca.

Su madre tomó sus manos entre las suyas y las besó para luego unir su frente con la de ella. AnaPau cerró los ojos un momento y aspiró el floral aroma de Carmen, reflexionó en lo afortunada que era de poder confiarse a ella. Aparte de Renata no conocía a otra chica que pudiera hablar con su madre de esa manera, aunque no descartaba del todo que sus familias simplemente sólo fueran raras.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now