CAPÍTULO 20. TODO ERES TÚ.

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..."Juntos somos lo que la pobre gente no alcanza jamás: el cielo en la tierra"... Pablo Neruda.

¿Cómo podía el roce de sus labios provocar aquel demoledor placer?

Ana Paula estaba inmersa en el frenesí que Ray desataba en su sangre, sus dedos se aferraron a las hebras de castaño cabello y desesperados frotaron su cuero cabelludo mientras intentaba que profundizara más ese beso, que la embriagaba en un mar de sensaciones que no podía siquiera nombrar. Los labios de Ray dominaban los de Ana Paula, su lengua tomando posesión de mucho más que su boca. Aquel fue un beso que atrapó su alma.

¡Dios, bendito! Él la consumía.

Se arqueó contra él dentro del apretado abrazo al que estaban abandonados, intentaba sentir cada pulgada suya, cada fuerte contorno y duro músculo de aquel firme cuerpo masculino al que se aferraba, en tanto que, gimoteaba bajo su implacable demanda.

AnaPau podía sentir su cuerpo en llamas cuando Ray apartó de repente sus labios de los suyos para dejarla tomar aliento. Sus grandes manos le recorrieron el talle; los ligeros callos que tenía en estas la rasparon un poco cuando le sacó el top por encima de la cabeza.

—¡Dios eres hermosa! —expresó embelesado, en tanto que, su mano se deslizaba de su cintura hacia su muslo, exactamente dónde terminaba la coqueta falda que vestía.

Ray la miraba con los verdes ojos oscurecidos, su rostro enrojecido por la sensualidad que exudaba a raudales y la sangre de AnaPau hirvió de anhelo. Ella alargó la mano hacia el dimmer para bajar la intensidad de la luz.

—Por favor déjala así —rogó y detuvo su mano atrapándola por la muñeca—. Necesito verte, saber que esta vez sí eres tú.

La desnuda verdad en su mirada la conmovió y asintió a su ruego.

Ray enterró sus largos dedos en su cabello y asaltó su boca sumergiéndola en un torbellino de placer. Se separó un poco de sus labios, para dejar besos por su mandíbula. AnaPau sonrió deleitándose en la sensualidad con la que fraguaba su entrega. Al fin. Después de años de soñar con él y de soportar calladamente un anhelo que había estado a punto de volverla loca. Por fin, ella estaba a nada de ser satisfecha.

Ray giró con ella en brazos y la depositó con cuidado en el lecho. AnaPau dudaba que alguien pudiera tener más dominio de la cama que él. En unos cuantos movimientos él la había desnudado casi por completo, excepto por la húmeda tanga negra que conservaba puesta.

Ray descendió con sus labios por su cuello hasta encontrarse con las hinchadas curvas de sus senos que suplicaban por su atención. AnaPau nunca había conocido esa sobrecogedora necesidad del toque de otra persona.

Con manos ansiosas AnaPau le abrió los botones de la camisa y se la apartó por los hombros de piedra. Él se zafó de la prenda con un par de movimientos y la dejó caer a un lado de la cama. Ella entonces le recorrió con las yemas de sus dedos el relieve del torso, Ray reaccionó estremeciéndose ante su tacto y eso la hizo sonreír.

AnaPau le acarició el cabello mientras lo observaba conmovida por su paciencia. Las suaves caricias que Ray prodigaba a sus senos no cesaban y las atenciones que volvió a dedicarle con su boca hicieron que se retorciera debajo de él. Sin embargo, cuando sus dedos alcanzaron la cinturilla de su tanga de seda, lo detuvo.

Tú y Yo...a nuestro tiempoOn viuen les histories. Descobreix ara