CAPÍTULO 34. ¿NÉMESIS ESPEJO?

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..."Quien descubre el quién soy descubrirá él quién eres"... Pablo Neruda.

La hacienda nunca interrumpía sus actividades y conforme se acercaba la celebración de la copa de polo, todas las horas transcurrían en un hervidero de diligencias. Cada talento era requerido y todos actuaban en modo multifunción. Ana Paula salía de la enorme despensa refrigerada con algunos ingredientes que recién había seleccionado para trabajar en nuevas recetas en las que pretendía fusionar lo recién aprendido durante su estadía en Chiapas con un sutil toque mediterráneo que representara a Casa Vitale.

Notó que mientras el ejército de ayudantes que ocupaban sus diversas estaciones de trabajo se afanaban en sus tareas, el chef se mantenía aparte con la sobrina de Demetrio y Chata, dos trabajadores de confianza de la hacienda. El hombre parecía mortificado y la llamó a ella con un gesto de su mano.

—¿Qué sucede? —preguntó al chef—. ¿Puedo ayudar en algo? 

—Tal vez, sí —exhaló el chef dramáticamente—. Esta muchacha se ha dañado las manos mientras pulía la cuberteria de plata que usted solicitó para la cena de ensayo que prepara. ¿Tendrá usted algún ungüento que le ayude a curarse?

—¿Me permites darles un vistazo? —preguntó con suavidad a la joven y ella asintió avergonzada.

Ana Paula sintió una terrible angustia cuando observó su estado, la chica exhibía sangrantes llagas en sus palmas y entre los dedos.

—Tengo  justo lo que necesitas —afirmó—. Siéntate, yo vuelvo enseguida —dispuso por encima de su hombro y se encaminó  rumbo a la abatible puerta de la cocina.

Al volver, la chica le esperaba en una mesa apartada. AnaPau distribuyó el material de curación. Tomó entre sus manos las de la joven. Un escalofrío le recorrió la nuca, «Él es...un monstruo y vendrá por ti» susurró la maliciosa vocecita de aquella niña que la había acechado en una pesadilla semanas atrás. Sacudió la cabeza por el inoportuno recuerdo y se concentró en atender a la chica que tenía frente a ella.

Después de lavar y secar con cuidado sus dañadas manos, le aplicó una generosa capa  de ungüento de rosas con glicerina. Observó sus cristalinos ojos grises y le rompió el corazón la tristeza que había en ellos.

—En cuestión de nada estarás como nueva —la animó con una sonrisa.

—Gracias, señorita —expresó con un hablar reposado.

—No ha sido nada. Recuerda usar guantes la próxima vez —le advirtió—. El líquido que se utiliza para pulir la plata suele ser muy corrosivo.

—Fue por entero mi culpa —explicó—, una de mis compañeras me lo dijo, pero me estorbaban para limpiar los cubiertos con celeridad.

AnaPau meditó que la chica si bien era tímida, tenía una forma distinta de hablar a la de Chata. Su entonación era más refinada.

—Bueno, tienes razón hay algunos que son una lata —convino enseguida—. Espera creo que por aquí habrá algo que podrías usar...

Se dirigió hacia la despensa y buscó en algunos cajones. Sonriente regresó a donde la chica la esperaba.

—Toma, la siguiente vez utiliza estos.

—Son guantes quirúrgicos —expresó trabajosamente por un grueso nudo que se le alojó en la garganta—. Gracias.

AnaPau la abarcó en un gran abrazo y trató de confortarla. Su espeso cabello oscuro olía a flores, y pensó que era lo apropiado en ella que tenía un trato tan dulce.

Tú y Yo...a nuestro tiempoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن