CAPÍTULO 8. SER AMIGOS ME SABE A POCO.

1.2K 228 92
                                    

..."Para mí quiero en flor ese clavel de tu piel y de tu amor"... Augusto Algueró.


Ray Landeros se palmeó el rostro al aplicarse en las mejillas la loción después del afeitado «¡Cómo me acojonas, bonita!» suspiró burlándose de sí mismo y se internó en el vestidor para elegir su ropa.

La toalla que llevaba anudada en las caderas terminó olvidada en un colgador y él metió sus firmes piernas en unos vaqueros oscuros. Mientras abotonaba su camisa, repasó una vez más el discurso que había planeado decir a Ana Paula durante la cena.

Un llamado en la puerta de su habitación lo hizo observar su reloj ceñudo, ¿acaso estaba retrasado?

Su cara fue un poema a la estupefacción cuando al abrir la puerta un camarero se presentó con el servicio de la cena. «¡Qué coño de broma era eso

El camarero comenzaba a armar la mesa y disponer el servicio, cuando él reaccionó:

—Esto es un error. Pedí expresamente que la cena la enviaran a la habitación de la señorita Medina.

—La señorita no nos permitió pasar. Dijo que no deseaba la cena y que la trajéramos para su habitación —explicó el hombre.

Aquello no tenía pies ni cabeza. ¿Por qué ese repentino cambio de actitud? ¿Qué había sucedido mientras él se duchaba para que lo enviara de paseo? No discutió más. Aquel pobre mozuelo no tenía las respuestas que necesitaba. Desistió de oponerse a que terminara de acomodar el servicio y le dejó ir con una buena propina.

¡Dios de cielo! ¿Por qué de pronto se comportaba como una cría? Salió de su cuarto pisoteando por el pasillo hacia la puerta de Ana Paula. Esa condenada niña tenía cosas que explicar.

Se sentía como si hubiera sido abandonado a la deriva y un sentimiento que no podía comparar con nada, ni siquiera nombrar, se le atascó en el pecho dolorosamente.

A un microsegundo de aporrear la puerta hizo un último esfuerzo por contenerse y llamó a esta con cuidado. Esperó unos instantes y ella no atendió.

—AnaPau —llamó de nuevo—. Si no te apetecía el filete lo pudimos cambiar.

—Ray vuelve a tu habitación —dijo ella detrás de la puerta—. No cenaré contigo.

«¡No cenaré contigo!» repitió él en su cabeza, eso no era ninguna jodida explicación. La ira y la urgencia estallaron dentro de Ray.

—Abre ahora Ana Paula Medina —bramó y aporreó de nuevo la puerta—. Ni siquiera sé porque estás disgustada.

—Vete —replicó obstinada.

—No. Me quedaré aquí mismo hasta que abras esa puerta y me des una explicación.

Ray se sentó en el suelo y recargó la espalda contra la puerta. Notó por debajo la delgada sombra de la femenina silueta que era todos sus anhelos. Sabía que no era la manera en que un adulto se comporta, pero no le daba la gana ser racional. Uno de los dos iba a ceder y; esta vez no sería él o se dejaba de llamar Raymundo Landeros.

—Señor, ¿perdió su llave? —preguntó una mucama viéndole desde arriba.

—No. Solo estoy en penitencia, descuide.

Su respuesta provocó un gruñido de AnaPau tras la puerta y él esbozó una sonrisa.

La mucama se alzó de hombros y se retiró.

—¿De verdad no piensas irte? —preguntó ella, exasperada.

—No.

Ella gimió lastimeramente y poco después él escuchó un metálico chasquido. AnaPau había retirado el seguro.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now