CAPÍTULO 40. ANUNCIO DESIGNAL.

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..."El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible"... François de La Rochefoucauld.



Un viento constante se azotaba contra el oscuro casco que protegía la cabeza de Jaime Noyola, susurrando una caricia sobre la chaqueta de motorista que le cubría el torso. La Ducati que montaba rugía en la despejada carretera, vibrando con la elevada potencia para la que había sido construida.

Después de haber sido informado de un terrible hallazgo en las primeras horas de esa mañana, había montado en cólera. La investigación que dirigía continuaba alargándose con un delgado hilo de información por allí y un sospechoso por allá. Pero sin importar el arduo trabajo de los últimos meses, su equipo seguía sin dar con el rastro de la chica desaparecida y el asesino que vulneraba a su ciudad.

Y a toda la presión, debía añadir el amargo regusto que le había quedado de su reunión con la asesora de seguridad de Los Pinos. Algunas mujeres estaban tan sedientas de poder que no se detenían ante nada para alcanzar la posición que creían merecer. Una de ellas era Catalina Mendoza, antigua agente de la AFI.

Sus misiones por sí mismas habían tenido un mérito moderado. Todo cambió  al hacerse un hueco en la élite de la clase política, tras casarse con un peso pesado al que conoció en un crucero. Su ascenso había ocurrido con el mismo empuje con el cual salieron disparados hacia arriba los tapones de cada botella de champán abiertas en su boda.

Era una mujer más alta que la media. Su rostro tenía rasgos duros y Jaime estaba seguro de que jamás la había visto sonreír. Quizá debía agradecerlo, seguramente sería algo grotesco.

Esa mañana mientras él observaba con impotencia a aquella chica que yacía sin vida sobre la plancha metálica del forense, en la sala irrumpió una helada brisa que la desalojó en segundos. Con el corazón oprimido ante la familiaridad de los rasgos de la fallecida con los de otra chica a la que quería de verdad, Jaime levantó la vista para encontrarse con la expresión de suficiencia de esa mujer.

—Mendoza —saludó con un leve asentimiento—. Los Pinos quedan bastante lejos, ¿qué te trae por acá?

—Ya lo ves, no todos nacemos en el seno de una familia adinerada —espetó mirándole irritada—. Algunos debemos trabajar para asegurarnos una buena jubilación.

Noyola arqueó una ceja mientras la observaba desde su altura, Catalina lo despreciaba por su origen igual que a él lo fastidiaban los altos vuelos con los que solía conducirse.

—Deberíamos intentar no perder las formas, al menos. Después de todo, ambos corremos los mismos riesgos. ¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó cruzando los brazos al pecho. Su camisa estirándose sobre sus pectorales en los que sintió la caricia de la femenina mirada, antes de que se hiciera la desentendida.

—Este caso... Estos casos, mejor dicho, comienzan a ganar mucho interés. Pasó de ser algo local a ocupar los medios a nivel nacional y quiero saber qué tanto más tardarás en resolverlo.

—Yo soy el primero en desear tener esa certeza —aseveró con un tono helado—. El autor de estos crímenes ha sabido esquivarnos, las pocas pistas que ha dejado han sido confusas y sus hilos se rompen antes de conectar con la sombra que está causando todo este horror.

Catalina no le miraba a los ojos mientras él le compartía sus observaciones, sino que miraba con detalle a la chica que permanecía bajo la luz negra sin que la más mínima huella saltara sobre su piel.

—¿Qué dice el perfil hasta ahora?

—Dadas las características de los crímenes y la edad coincidente en cada una de las víctimas, pienso que es un hombre blanco, quizá extranjero. Soltero, mayor de treinta pero sin acercarse demasiado a los cuarenta y en buena forma física.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now