CAPÍTULO 41. ME ENCIENDES EL ALMA.

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...«De nadie seré, solo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas y mi corazón deje de latir»...Pablo Nerudaa.

—Ray, despierta —murmuró alegre, llena de energía, golpeando contra el profundo sueño en que aún estaba inmerso. Ray suspiró y levantó un párpado, sumió la cabeza en su almohada y miró al radiante rostro de AnaPau.

Ella estaba inclinada sobre él, su oscuro cabello caía sobre ellos emulando una seductora cortina y el resplandor de sus mieles ojos fue su mayor recompensa. La dulce boca de su mujer encerró a sus labios, tomándolo en un beso que fue por sí mismo un descomunal acto sexual. La letal y concienzuda exploración de su lengua lo intoxicó con la incandescencia que derretía a sus sentidos por su sabor.

Ray le enterró un mano en el espeso cabello mientras que AnaPau recorría gustosa sus pectorales y daba pequeños pellizcos a sus tetillas. La sobrecarga de sensaciones fue tal, que las manos de Ray se movieron hasta ahuecar las mejillas del firme trasero de Ana Paula y la obligó a restregar su feminidad contra su palpitante y grueso miembro que la exigía en ese mismo instante. Percibió al sensible brote de su clítoris hincharse y el deseo de mimarlo con su lengua comenzó a cantar en su sangre. Rodó en la cama con ella quedando encima de su cuerpo.

«¡Dios! Enciendes mi alma, bonita» susurró en su mente al pasear su verde mirada sobre ella. Estaba tan desnuda como él mismo y lo que más deseaba era perderse en ella. Dejó que su mano recorriera su hombro y luego trazó círculos en uno de sus endurecidos pezones.

—Igual que jugosas zarzamoras —murmuró ronco.

—Devóralas.

Él llevó entonces sus labios hacia su pezón y con sus dientes lo raspó con suavidad, ella gimió deliciosamente. Ana Paula era una llama viva entre sus brazos, siempre tan receptiva a su toque. Y mientras tenía encerrado su seno en su boca algo similar a una onda expansiva de sensaciones lo golpeó directo en el pecho. El placer era extremo entre ellos.

Un inoportuno golpeteo en la puerta de la suite les interrumpió. Ray gruñó de frustración, tenía que ser una broma, ¿cierto?

Los mieles ojos de AnaPau se ampliaron. Él deslizó su mirada sobre su tentadora silueta y una lucha ocurrió en su interior entre apartarse de ella o abrazarla e ignorar al mundo entero.

El golpeteo volvió a ocurrir esa vez con mayor insistencia. Ray apretó los ojos y rodó con desgana para quedar sobre su espalda.

—Aunque la ignore no se irá, ¿cierto? —preguntó a su chica en medio de un lastimoso gemido.

—Y mucho menos hoy —replicó AnaPau y a continuación le dejó un beso en la punta de la nariz—. Prepararé café, ven cuando estés listo —expresó guiñándole un ojo y tomó su bata que descansaba al pie de la cama.

Ana Paula tiró de la corrediza puerta de madera que aislaba el dormitorio del área del salón para concederle a Ray un poco de privacidad. Él saltó de la cama directo al cuarto de baño. Si tenía mucha suerte lograría disimular su excitado estado entes de enfrentarse a su inoportuna visita de esa mañana.

—¡Grandote! —saludó Renata al estrecharlo en un vigorizante abrazo cuando él apareció recién duchado y vestido en el salón.

—¿Café? —les ofreció AnaPau colocando unas tazas en la mesa baja frente al sofá.

—¡Por favor! —pidieron los hermanos al unísono.

—Así que has ido a correr y todo —observó Ray al ver que su hermana vestía ropa deportiva.

Tú y Yo...a nuestro tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora