CAPÍTULO 38.1.3. SOMOS EL SUEÑO QUE NO SE COMPARTE.

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 ..."Eres como nadie desde que te amo"...Pablo Neruda

«A la memoria amada de María Luisa Acuña Martínez»

Una semana después...

Ese domingo Ana Paula se hallaba al fondo del palco central en el que se habían dispuesto diversas tumbonas y canapés para la comodidad de los invitados. Disfrutando de la compañía de Renata, Alma y Silvia, las cuatro amigas gozaban de los deportes, las actividades al aire libre y la música.

Ese fin de semana todo se conjugaba. Are You With Me By Lost Frequencies las envolvía en la calidez y sensual regocijo de sus beats y el partido de polo más importante de la temporada se celebraría esa soleada tarde. El evento había reunido en Casa Vitale a lo más selecto de la sociedad para disfrutar del encuentro.

Sus padres habían acudido también y estaban acompañados por Antonella Vitale, quien al estar muy próxima por celebrarse la boda de Fabio y Renata había decidido viajar desde Florencia con unos días de anticipación, y así, estar presente en ambos eventos.

—Finalmente optaste por el blanco —comentó a Renata, refiriéndose al vestido de gasa de seda que llevaba puesto.

—Hay que irse acostumbrando —replicó con elegante encogimiento de hombros, AnaPau soltó una risilla—. A ti te sienta divino el turquesa —la elogió cariñosa. AnaPau hizo un pucherito y la abrazó con calidez.

La realidad era que sus atuendos eran similares, protegiéndose del sol con unos primorosos sombreros boater y vistiendo de acuerdo al dress code del evento unos vaporosos vestidos envolventes y sandalias de cuña.

Renata detuvo a un camarero y tomó dos copas de chardonnay, depositando una de ellas en la mano de Ana Paula, para enseguida dar un pequeño sorbo a la suya y asentir con aprobación al mozo. Alma y Silvia declinaron el ofrecimiento de una bebida y el muchacho se alejó.

—Ray seguro tendrá problemas para concentrarse —comentó Alma al señalando sus piernas, ya que el largo de su vestido iba muy encima de sus rodillas.

—¡Cállate los ojos! No digas eso ni en broma —rogó AnaPau.

—Tranquila, él sabe muy bien lo que hace —desestimó Renata con un delicado gesto de la mano—.¿Qué no estás emocionada? Yo deseo que esto comience ya.

—Sí por supuesto, aunque también me da algo de nervios —murmuró ella, pues independientemente de lo bello que era verle a Ray dirigir al equipo y ejecutar sus lances, tampoco se le olvidaba que iba a lomos de un caballo de más de dos metros de altura—. Ellos tienen muy buen nivel, lo sé. Es solo que es un juego de mucho contacto y que Ray ande por ahí exhibiéndose con el número tres en su jersey, no me tranquiliza.

—Te entiendo, eso lo convierte en el blanco de todos los jugadores del equipo contrario. Pero el grandote es muy bueno y Fabio no dejará que nadie lo ponga en peligro —afirmó Renata y tenía razón. Cruzarse con alguno de los dos no era algo que ningún jugador se tomara a la ligera, se recordó AnaPau. —Además, esa adrenalina, la velocidad, el peligro...es justo lo que les gusta por eso juegan.

—Pon buena cara o lo preocuparás ni bien te vea —le pidió Silvia con una afectuosa sonrisa, interviniendo por primera vez en aquella charla.

Ana Paula permitió entonces que una pequeña sonrisa cruzara sus labios y cuando sus amigas la correspondieron, ella pudo ensancharla y sentirse menos agobiada.

La música bajó de intensidad.

Los jueces estaban ocupando sus puestos y los referees hicieron sonar sus silbatos. AnaPau observó como estrechaban sus manos uno a uno los contendientes de ambos equipos. Enseguida se alinearon y cabalgaron pausadamente haciendo su entrada en la cancha de doscientos setenta y cinco metros.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now