CAPÍTULO 18. MURIENDO LENTO.

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 ..."Sacas al sol las pestañas y el mundo florece. Tienes la risa más fresca de todas las fuentes"... Alejandro Sanz.

El sol de la mañana los encontró recostados uno al lado del otro. Ana Paula con su brazo estirado sobre el amplio y firme torso de Ray, quien nuevamente había dormido con la ropa puesta y había insistido en no entrar bajo las mantas con ella.

AnaPau había aceptado sus condiciones con tal de evitar que pasara la noche en el sofá. Silenciosa, mientras esperaba que su alarma se activara, arrimó el rostro hacia su cuello y aspiró ese aroma suyo a cuero y nuez moscada, saboreando la masculina esencia de la piel de Ray.

La sensación de vacío y miedo que había experimentado en las horas pasadas solo se borraba estando entre sus brazos.

La alarma de su móvil se activó y ella la apagó de inmediato.

—¿Ray? —susurró íntimamente.

Él suspiró y abrió lentamente sus verdes ojos.

—¿Te duele? —preguntó en lugar de decir "buenos días", ella boqueó al recordar y se mordió el labio avergonzada.

—No —replicó con rapidez, los planos del rostro de Ray se endurecieron peligrosamente—. No mucho. Es solo un morete, lo cubriré con maquillaje y nadie lo notara.

—Debí matarlo —farfulló siniestramente al tiempo que le rozaba la mejilla con el dorso de sus dedos, muy suavemente.

Los labios de Ana Paula se separaron antes de que pudiera detener su reacción, el corazón se le aceleró de manera tal, que ella creyó se le saldría por la garganta. ¡Dios, bendito! Como era posible que él la excitara de ese modo solo con rozar un poco su piel.

—No hablemos de matar —musitó y luego carraspeó antes de añadir: —Debo ir al comedor, pero tú puedes quedarte acá y descansar —propuso saliendo del lecho.

—No, señora. Vine a estar contigo y no te quitaré el ojo de encima —resolvió enseguida—.Tira a la ducha y en cuanto salgas lo haré yo. No te retrasaré, lo prometo.

Ana Paula asintió, entusiasmada de que podrían pasar todo el día juntos. Mientras ella elegía la ropa que vestiría, le escuchó trastear con la cafetera y antes de perderse en el cuarto de baño le echó un vistazo, sin que él reparara en ello.

Ray se sacaba por encima de la cabeza la arrugada camisa con la que había dormido y ella quedó deslumbrada por la visión de su desnuda espalda. Su permanente bronceado acentuaba las bien definidas líneas de sus músculos. Suspiró. Él era perfecto y durante la pasada hora antes de que lo despertara, ella ya había tomado una decisión en lo que a Ray concernía. Estaba cansada de esperar. Lo deseaba intensamente y, por Dios que haría algo al respecto.

Casi una hora más tarde, delante de la entrada del trabajo bajó del jeep que conducía Ray, en tanto que él se aventuraba unas calles adelante hacia un estacionamiento cercano para no bloquear la entrada durante toda la jornada.

Apenas con un café a las prisas y un croissant que habían comprado de camino al comedor de Doña Maruja, AnaPau se sentía lista para asumir la responsabilidad de dirigir a las chicas de la cocina en ausencia de su jefa, quien había debido acudir a una cita médica.

El menú había sido aprobado, ¿qué podía salir mal?

—¡Madre de Jesucristo! —exclamó Luisa horrorizada y su rostro mostraba una expresión de incredulidad cuando se encontró con ella en la cocina.

Bueno, al parecer el maquillaje no había ayudado mucho, pensó AnaPau. Debería acomodarse de lado el peinado para ocultar aquel moraton.

—No es tan malo como parece —afirmó la joven de mieles ojos. Ana Paula sabía que su delicada piel tendía a exagerar ese tipo de cosas, en realidad no le dolía, al menos no mucho. Sin embargo, le resultaba incómodo saber que su frente exhibía un morado a consecuencia de la refriega nocturna en el callejón.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now