CAPÍTULO 23. MUDA LUNA.

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... "Debajo de tu piel vive la luna"... Pablo Neruda.

En la habitación tenuemente iluminada de su departamento, la joven se hallaba cómoda y abrigada sobre aquel amado torso de granito. Ronroneaba ante las placenteras caricias que él dibujaba en su desnuda espalda con las yemas de sus dedos, mientras que mantenía una pierna sobre el acerado muslo de su amante y este la envolvía protector entre sus brazos.

Ana Paula colocó la palma de su mano sobre el corazón de Ray, debajo de su propia mejilla. Latía tranquilo, regular. Ella amaba ese sonido y la sensación de su energía vital chocando contra su piel.

Quien los viera tan relajados y disfrutando del silencio que llenaban sus respiraciones, cuando unas horas atrás habían atravesado la puerta de su departamento encendidos en un frenesí que ninguno quiso mitigar. Habían esperado demasiado.

Las prendas de ambos no demoraron nada en encontrar el suelo y ella acató gustosa el silencioso mandato de él, de recargarse contra la mesa de billar cuando fue evidente que no lograrían llegar a la habitación. La visión que tenía de Ray sosteniendo su pesada erección, acariciándola inconscientemente mientras la miraba a ella, había sido suficiente para que Ana Paula gimiera por la espantosa excitación que la devoraba.

«Separa las piernas» le había ordenado con oscura voz  y tan cargada de deseo que incrementó el fuego que le quemaba las entrañas. Por supuesto obedeció y, entonces la boca de su ardiente amante veneró su feminidad.

Ana Paula colgó la cabeza hacia atrás, su mirada ciega hacia el techo mientras una exquisita agonía, la envolvía en llamas. Sus sentidos se hicieron añicos poco después, sus rodillas se debilitaron luego de alcanzar la cumbre guiada por la pecaminosa lengua de su amante.

Casi al instante sus pies dejaron de afirmarse al suelo y uno de sus tacones se le clavó a Ray en el glúteo al instarla a rodearle las caderas con las piernas. La columna fiera y caliente de su erección la había invadido hasta lo más profundo.

La transpiración goteaba de un cuerpo al otro mientras sincronizados ejecutaban la sensual danza de su entrega. Ninguno apartó su mirada del otro al murmurarse entre sofocados jadeos cuanto se amaban. Y cuando las placenteras sensaciones que les derretían los huesos y la piel los hicieron estallar juntos en un brutal orgasmo, el nombre del otro les acarició los labios.

¡Dios bendito, que placer entregarse a él!

—Me gusta estar así —susurró Ray provocando que AnaPau hiciera a un lado sus recientes memorias.

—¡Disfrutémoslo entonces mientras se pueda! —aconsejó ella.

Él la tomó de los hombros con delicadeza.

—¿Por qué dices eso beba? —inquirió claramente confundido—. ¿Qué sucede?

Ella ladeó la cabeza y contuvo un suspiro.

—Lo usual. Tengo que tomar dos vuelos y volver a San Cristóbal. No es que me moleste, es solo que estaremos lejos de nuevo.

Ray la obsequió con aquella íntima y media sonrisa que solo esbozaba para ella. AnaPau supo que algo se avecinaba.

—Si esperas un par de días, yo organizaría unas cosas y haríamos el viaje juntos.

Ella se incorporó un poco sobre sus codos. Él curvó los labios y sus verdes ojos la observaron con complicidad.

—Nunca tomo vacaciones beba. Siempre estoy en la hacienda —compartió mientras le acariciaba el cabello con suavidad y la miraba como si ella fuera el centro de su mundo— Lo hablé con Fabio y una semana fuera no afectará nuestro ritmo de trabajo. Tú encabezas mi lista de prioridades, de hecho eres lo único.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now