CAPÍTULO 38.2.3. SOMOS EL SUEÑO QUE NO SE COMPARTE.

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 ..."Los poetas odiamos el odio y hacemos guerra a la guerra"...Pablo Neruda

«A la memoria amada de María Luisa Acuña Martínez»

Natalia Duval la observaba con los ojos entornados en una felina mirada, por encima de la copa con la que camuflaba el resto de su impresión. Llevaba el cabello un poco más largo y le caía por encima de la curva superior de sus senos. Su vestido de encaje color marfil se ajustaba a cada una de sus curvas. Riéndose con un gorjeo apartó a las otras chicas de Ana Paula y se posicionó a un lado suyo.

—Estas muy bonita hoy —le comentó Natalia Duval al dejarle un beso en la mejilla como saludo y enseguida dio un profundo sorbo a la copa que sostenía en su mano.

—Gracias. Tú deberías tener cuidado con eso —sugirió AnaPau haciendo un leve gesto hacia el dorado y frío chardonnay, pues ya en otras ocasiones había sido testigo que no controlaba del todo la bebida.

—Solo estoy festejando el inminente triunfo de nuestro chico —murmuró en medio de una sonrisa y a un volumen que solo ella la escuchara.

El aire chisporroteó con el desafío.

—¿Disculpa?

—Por favor, que ahora sea tuyo no lo convierte en exclusivo. Muchas chicas han disfrutado de sus... destrezas, y todas afirman que es estupendo —comentó aderezando sus punzantes palabras con una malévola sonrisa, mientras le movía el oscuro cabello con una mano como si ambas fueran muy cercanas.

—¡Oh, tienen razón, es estupendo! —convino Ana Paula con almibarada voz—. Lo que es una lástima, es que tú solo lo puedes imaginar —concluyó imitando la hipócrita sonrisa que Natalia le dirigía a ella.

Lo siguiente que sucedió, no lo podría haber anticipado.

Un camarero se acercó hasta ellas con una bandeja llena de copas de chardonnay. Natalia deslizó su pie haciendo que el chico tropezara. El vino saltó por todos lugares arruinando el vestido de AnaPau.

El frío y aromático líquido se deslizó sobre su escote. En medio de su sorpresa, notó una llamarada de dolor en los brillantes ojos negros del muchacho. El chico por completo mortificado se disculpó repetidas veces y se arrodilló para tomar con sus temblorosas manos los trozos de cristal que yacían en el suelo.

La gente alrededor murmuraba hirientes comentarios al camarero por su ineptitud. En tanto que Natalia tenía echada la cabeza hacia atrás y observaba la escena con satisfacción. La joven de mieles ojos no pudo soportar aquella vileza y se acuclilló para ayudar al chico a limpiar aquel desastre.

—¡Estúpido, mira el estropicio que has hecho! —gritó Natalia a la vez que pisoteaba la mano del camarero y disfrutaba causándole daño.

AnaPau sintió como se le encendían las mejillas y la observó indignada. Se levantó como un resorte del piso y empujó a Natalia haciéndola tropezar con una mesa de café.

—¡¿De verdad?! ¡¿Lo qué él ha hecho?! —demandó furiosa, importándole muy poco que todos los presentes estuvieran pendientes de ella. Si había algo que Ana Paula no toleraba era el abuso y el maltrato en ninguna de sus formas.

—No te preocupes, bonita. Me aseguraré de que su empresa de servicios pague el costo de tu vestido —aseveró Natalia que intentaba seguir disimulando su falta.

—A mí no me importa el vestido. Y esto no fue su culpa, yo te vi ponerle el pie para hacerlo tropezar.

—Estás confundida, yo no sería capaz —murmuró llevándose una mano al pecho—. Descuida. Sé que estas molesta, lo puedo entender.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now