CAPÍTULO 43.2.3. FRÍA LLUVIA DE NOVIEMBRE.

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 ..."Nada está perdido si se tiene, por fin, el valor de proclamar que todo está perdido y qué hay que comenzar de nuevo"... Julio Cortázar.

Jaime Noyola recorrió el pasillo de interrogatorios con paso resuelto, en su rostro se exhibía una siniestra expresión. «Algo peor que un lunes lluvioso, es uno donde todo comienza mal» gritó en su cabeza mientras apretaba fuerte la mandíbula. Ni siquiera tenía que mirar a Alma que caminaba a su lado para saber que pensaba lo mismo. En un sincronizado movimiento pasaron sus tarjetas de identificación por el lector y las puertas corredizas se abrieron.

Una oficial rubia se irguió enseguida de su asiento y les siguió hasta la oficina de Alma.

—¿Cómo ha ido el interrogatorio Teniente?

—Una verdadera pérdida de tiempo —espetó Alma molesta al tiempo que se deshacía de la chaqueta—. Necesito que por favor verifiques las coartadas de todos, tienes una hora. Y también te asegurarás que ninguno de ellos salga de aquí sin someterse a un prueba de ADN —dictó la Teniente al entregarle los expedientes previos de los cincos sospechosos a quienes habían entrevistado ya.

La chica apretó los labios en fina línea y asintió estirando su mano para tomar los archivos.

—¿Algo más? —preguntó girando ya sobre sus talones para volver a su lugar.

—Si, creemos que el nexo está en lo que estas chicas representan para el ignoto. Quiero que investigues todos los proveedores a los que ambas víctimas visitaron.

—Genial teniente, eso solo me llevara media vida —replicó rodando los ojos.

Jaime que había permanecido silencioso en una esquina del despacho, fijó la mirada en la oficial con curiosidad. Él conocía bien a la criatura que era Alma Fernández. Sigilosa y malditamente letal, le parecía increíble que esa novata se atreviera a retarla tan abiertamente. Esperó.

Un encogimiento de sus hombros que pretendía pasar por descuidado fue el primer indicio de lo que podría venir. Alma frunció los labios pensativamente y afirmó las palmas de sus manos en las caderas. Jaime observó con deleite las líneas de su cuello y el generoso escote de su top.

—Deberías comenzar entonces —expresó ella en un tono tranquilo, casi suave.

No era buena señal. Un agradable y tranquilo tono en Alma Fernández era por lo general algo de qué preocuparse. La oficial pareció advertirlo en ese momento y asintió repetidamente, para enseguida abandonar la oficina con premura. «¡Esa es mi chica!» festejó Jaime con una torcida sonrisa.

El móvil de Noyola vibró en el bolsillo de su chaqueta, desbloqueó la pantalla y lo puso en altavoz.

—Dime Espinoza —saludó—¿Qué sucede?

—Comandante, estoy con parte del equipo en una mina a las afueras de la Ciudad, hemos encontrado el cuerpo de una chica, debería verlo.

—Mándame la ubicación —se incorporó de inmediato—. Coloca el cerco y sigue el procedimiento para asegurar la escena —ordenó al tiempo que observaba Alma verificar su arma y asegurarla en la pistolera de su muslo—. Estamos saliendo.

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Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now