CAPÍTULO 17. SOY TU CENTINELA.

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 ..."Esta clase de amor convierte a un hombre en un esclavo, esta clase de amor envía a un hombre directo a la tumba"... Steven Tyler.

«Esto esta demasiado silencioso" había pensado Ray cuando bajó del vehículo en el que llegó hasta la antigua casona en la que AnaPau debería de encontrarse. Estaba lloviendo, como cada noche y los lugareños se encontraban refugiados en sus propias casas, no así su novia, quien en lugar de haberse vuelto al hotel había decidido quedarse más tiempo en el comedor en el que hacia su voluntariado.

Cuando su llamado a la puerta no obtuvo ninguna respuesta, rodeó el frente del jeep con la intención de volverse al hotel, pues quizá ella ya estuviera de vuelta. Sin embargo, una sensación de inquietud se asentó como un nudo en la boca de su estómago, obligándole a dirigirse al callejón de la entrada de proveedores y dar un vistazo allí.

Con el corazón palpitando fuerte contra su tórax, entró en el callejón y vio a un sujeto acorralarla contra un muro. Una furia sin precedente brotó de lo más hondo de su alma ante aquella visión... y ante el insoportable sentimiento de culpa.

Maldiciendo, avanzó sin freno contra aquel indeseable y descargó en su contra con sus puños. Apenas dio cuenta de que Ana Paula se apartaba y no fue sino hasta que hubo reducido a un inútil e inconsciente despojo al agresor de su novia, que decidió acercarse a ella.

El inconfundible sonido de unos nudillos contra la puerta de la suite, lo sacó de sus recuerdos. Ray recuperó de la consola del recibidor la bolsa de lavandería con la ropa de AnaPau y la entregó en mano al mozo que se presentó por ella en la puerta.

La lluvia de la ducha continuaba cayendo y él se obligó a no perturbarla, le daría todo el tiempo que necesitara para que se recompusiera.

Al tomar asiento en el sofá del salón, se frotó los ojos con las palmas de sus manos. Se sentía terriblemente mal por haber propiciado que ella se expusiera de ese modo, si tan solo le hubiera dicho que estaba de camino al aeropuerto porque había podido adelantar su visita, en lugar de querer sorprenderla. ¡Es que era un imbécil! Si su llegada no se hubiera sincronizado, habrían tenido mucho que lamentar.

Enfadado, necesitando ocuparse en algo. Se dirigió hacia el lecho y lo abrió, preparándolo para ella. Después observó el sofá, era un tanto pequeño para un hombre de su tamaño, pero tendría que bastar. No pensaba que fuera prudente compartir la cama con Ana Paula esa noche y tampoco deseaba dejarla sola.

Echó un vistazo hacia la puerta del cuarto de baño, los sonidos del agua habían cesado.

Cuando decidió asomarse la encontró desenredando el cable de la secadora, sus mieles ojos chocaron con los suyos a través del espejo. Ray permaneció silencioso, observándola con cautela y muy consiente de lo empañada que se encontraba su propia mirada.

—¿Qué tal estás? —preguntó por fin.

—Estoy estupenda. Tú estás aquí —afirmó ella con esa sonrisa suya que siempre lo desarmaba.

—Mañana tendrás un morete en ese lado de la frente —exhaló afligido, ella se alzó de hombros.

—¿Ordenaste la cena? —preguntó para dejar el tema de lado.

—Sí, ya no deben tardar.

—Eso es maravilloso, podría comerme una vaca entera. ¡Te juro! Hay días agotadores en el comedor y luego está este, que ha superado los demás.

«Sin duda» pensó él desde el marco de la entrada en donde se obligaba a permanecer, aún cuando lo que más deseaba era estrecharla entre sus brazos y que los dos encontraran consuelo en ello.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now