CAPÍTULO 12. TÚ Y YO SOMOS UN SOLO CORAZÓN.

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..."Quiero que no me abandones, amor mío, al alba"... Luis Eduardo Aute.

Una sensación de alegría abrumó al muchacho mientras se recuperaba de la sorpresa de verla tan bien. Ella ahora podría recuperar la vida que ya había dado por perdida cuando se encontró más vulnerable.

—¡Ray, te extrañé!

Él le sonrió con afecto, dichoso de que sus castaños ojos hubieran dejado de verse pálidos y demacrados. Que aquellos meses de indecible cansancio y dolor hubieran quedado atrás. Ahí estaba una vez más obsequiándolo con su brillante mirada y enfrentando con valentía los días.

—¿Qué tal estás? —preguntó interesado a la joven.

—Mejor que nunca.

—Puedo verlo, sí, sí. Tienes un aspecto estupendo —. Se giró buscando los ojos de Ana Paula para presentarlas y lo que alcanzó a ver fue a su chica caminando entre una multitud de personas rumbo a las escaleras eléctricas. —Natalia, en verdad me dio gusto verte, pero ahora debo marcharme. Tengo cosas que hacer —expresó con una sonrisa triste.

—Anda sin problema. Lamento haberte interrumpido —musitó ella.

—No, por favor. No digas eso. Te llamaré un día de estos y quedamos para un café, ¿te apetece?

—De acuerdo.

Ray sonrió apresurado y afianzando en su mano las bolsas de compras, se internó entre la gente con la mirada fija en la espalda de AnaPau y su oscuro cabello que se agitaba como un banderín de guerra.

¡La había cagado, joder!

Ella le llevaba ventaja y él debió con las bolsas en alto descender varios peldaños sin dejar de murmurar disculpas a la gente con tal de alcanzar a su novia. Logró enroscar su brazo en su cintura y detenerla antes de que pudiera solicitar un taxi en el sitio que estaba apostado en la salida.

—Beba, no te vayas. Habla conmigo bonita —rogó sosteniéndola contra él.

—No quiero hablar contigo ahora —expresó cubriéndose el rostro con la cortina de castaña seda que era su cabello—. No quiero verte, ¿me has oído? ¡Tira para tu casa! o ve tras la suripanta ésa, pero lo que es a mí me dejas en paz.

—Beba, lo siento. No tengo disculpa, me distraje un momento y entonces te habías ido.

Ana Paula se retiró el cabello del rostro y lo observó furiosa. Y él conocía esa mirada que le decía que deseaba exhibir su cabeza en uno de los muros de la hacienda, al menos eran celos y no decepción. Ray podía lidiar con eso, o intentarlo.

..."No me digas que te vas a ir por favor, que me vas a destrozar el corazón —se escuchó la doliente súplica de un cantante de mariachi que amenizaba en un restaurante de comida mexicana, desde el piso superior—. Sí me pides que yo cambie yo haré lo que tú me pidas"...—rogaba entre las afligidas notas que se instalaron entre ellos.

—Ví como la mirabas —reclamó AnaPau—. Tú. Ella no solo te agrada, tú tienes sentimientos por esa chica —concluyó herida.

Ray observó la pesadumbre de su expresión, la forma en que sus labios se inclinaron hacia abajo, la tristeza y la confusión en su mirada. Comprendió su rabia y le dolió ser el único causante de aquella discusión. Sin embargo, estaba equivocada y debía hacérselo saber.

—Es verdad. —Ella le lanzó una mirada llena de irritación. —Solo que no es como lo imaginas. Escúchame y si después quieres patearme el trasero, no me opondré.

—Habla.

Se recargó en el muro del estrecho pasillo al que se habían alejado para tener un poco de privacidad.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now