CAPÍTULO 50.2.2. MI VIDA LA SOÑÉ CONTIGO.

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..."En tus ojos el crepúsculo y la calma que trae el alba"... Antri Canelón.

En medio del pasillo de piedra adornado con fragantes lilas, Ray y Marce avanzaron con majestuoso paso entre las hileras de bancas saludando a los invitados, cuando llegaron al altar el muchacho tomó las manos de su madre entre las suyas y las llevó a sus labios para depositar en ellas un suave beso. Contempló como su olivácea mirada lo acariciaba y enseguida debió parpadear repetidas veces. Con fuerza.

—Eres mi orgullo, grandote —exhaló ella emocionada—. Sean muy felices.

Él ladeó la cabeza y la observó sintiendo el corazón rebosante de ternura. Esa bella mujer, su madre, le había amado toda su vida. Le había inyectado confianza y guiado para que encontrara lo mejor dentro de sí mismo.

—Yo nací para amarla, para amarla sin fin, mami.

Marce lo acarició en la mejilla mientras le observaba con adoración y luego se giró para ocupar su sitio al lado de Esteban.

Renata, Alma y Lu envueltas en unos vaporosos vestidos de gasa de seda color marfil, se deslizaron con sutil elegancia por el pasillo central emulando a unos esbeltos y gráciles cisnes. Ray se sonrojó cuando su indomable hermana le guiñó traviesa un ojo antes de ocupar su lugar frente a Fabio.

Desde el piano de cola junto al altar treparon por el recinto las primeras notas de «All Of You By John Legend» y Ray se atragantó cuando su mirada chocó con la de Ana Paula entrando al lugar del brazo de Camilo. Sostuvo la respiración mientras era seducido por el ritmo de su oscuro cabello meciéndose al ritmo de su caminar. En su mente emergió una pequeña AnaPau cubierta de inocencia, con la chispeante sonrisa y los mieles ojos brillando de alegría yendo hacia él. Ya no era una niña. Era una mujer que lo iluminaba todo con su presencia. Su mujer.

Tiró del nudo de su corbata, impaciente porque ella llegara por fin a él. Su mirada viajó sobre Ana Paula quien llevaba un elegante diseño de seda marfil. Si alguna vez ella había parecido una mariposa, entonces era ahora. Suave, etérea y delicada. Un sueño que él había llegado a pensar que jamás se concretaría, pero ella tenía el coraje de amarlo y, él moriría no podía ser más bendecido.

Ana Paula era su alma y Ray no tenía vergüenza en admitirlo.

Cuando sus manos se entrelazaron por fin, él saboreó la sensación de su piel contra la suya nuevamente. Se sonrieron con la complicidad de quienes no se ocultan nada y se conocen mejor que nadie.

—Están deslumbrantes —le susurró Ray roncamente al oído y no pudo evitar besarle el delicado lóbulo de su oreja, aspirando feliz su aroma a mandarinas y lilas.

El sacerdote carraspeó y le dedicó a Ray una mirada reprobatoria, el muchacho sonrió de lado y se alzó de hombros. AnaPau intentó sin mucho éxito reprimir una carcajada y negó con la cabeza.

Emocionados y sonrientes se externaron sus votos, contagiando a todos con el aura que los envolvía. Declaraciones que provenían de lo más profundo de los dos y que los envolvían en irrompibles lazos de seda, para siempre. Cuando el sacerdote le dio permiso de besar a la novia, Ray no vaciló e inclinó de inmediato su cabeza a la de ella. Tomando su rostro entre sus grandes manos la poseyó en un largo y candente beso. Ana Paula respondió con el mismo fervor y se apretó contra él sosteniéndose de sus hombros.

—Usted es un atrevido, ¿cierto? —le reprendió el sacerdote al entregarle la boleta de matrimonio firmada.

—Padre, no ha visto nada —replicó ufano después de guardarse en el jaqué el documento. Y tomando de la mano a su esposa abandonaron sonrientes la capilla.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now