CAPÍTULO 30. CON UN SUSPIRO EN EL PECHO.

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..."Que sepulten la utopía, dame clases de poesía con tu cuerpo esta noche"... Luis Eduardo Aute.

Aaj be, el chaman de la tribu. Trazó un círculo en la tierra y ellos entraron en él. Luego el sabio hombre evocó a los elementos de la naturaleza y, el copal ardió llenándolo todo con su perfume. Ray y AnaPau ofrendaron a la Diosa Ixchel flores, maíz, fruta y chocolate. Intercambiaron unos brazaletes de piel y se besaron felices.

—Les deseo mucha felicidad —pronunció conmovido el anciano—. A partir de ahora sus espíritus serán compañeros eternos y sus cuerpos amantes hasta el final de sus días, Ixchel los proteja —rogó posando sus manos en sus cabezas y después con respeto dio un beso en la frente a la chica—. Para completar el ritual, deben compartir el temazcal. ¿Recuerdas lo que haz de hacer niña? —cuestionó a la joven y ella asintió con firmeza—. Los dejaré solos.

Los muchachos tenían sus manos entrelazadas y observaban silenciosos como se alejaba el chamán.

—Bien grandote. Seré tu guía en esta experiencia —expresó con coquetería y descartó su pareo. Su exquisita figura iba cubierta con solo un bikini color turquesa, él la observó con anhelo—. El temazcal se ha utilizado desde la época precolombina —comentó—. Adentro está ya muy caliente, de modo que ingresaremos de espaldas para evitar el golpe de calor directo al rostro.

Ray vestía también un bañador e hizo como ella le indicó. Acostumbrarse al calor no le llevó mucho tiempo. Observó pequeñas lámparas de aceite que estaban diseminadas en aquella especie de sauna prehispánico para proporcionar algo de iluminación.

—Entrar al temazcal es volver al vientre materno según los mayas —compartió AnaPau—. Se busca un encuentro espiritual.

—Ya. Aaj be me explicó eso y también que se acostumbra que los recién desposados lo compartan y así preserven la unión de sus almas y corazones.

Ella asintió complacida y con delicadeza alargó su mano hacia un bracero.

—Durante el ritual intervienen los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Toma torito, debes hidratarte —ofreció su chica al entregarle un jarro de barro con una infusión de hierbabuena.

Él esperó a que ella tuviera el suyo para beberlo juntos. Entre un sorbo y otro, Ray cerró sus dedos sobre los de ella con suavidad. Sin dejar de mirarla a los ojos, él deslizó un aro por su dedo anular hasta encajarlo pulcramente en él.

Ana Paula bajó la mirada y parpadeó sorprendida al descubrir el brillante diamante que ostentaba la banda de platino que había dejado él en su dedo.

—¿Te gusta?

—Es precioso —susurró ella.

—Había planeado llevarte a París y hacer mi propuesta mientras tomábamos un crucero por el Sena. Lamento si... Debería haber esperado, ¿cierto?

—Se que lo haces en consideración a mis padres, para afirmar que tienes intenciones serias conmigo —expresó suavemente, luego hizo un delicioso mohín con sus labios y añadió: —Siempre puedes llevarme a París de luna de miel.

Él se carcajeó con su descaro.

—Tendrás todo lo que tu dulce corazón desee —juró.

La luz de las lámparas de aceite le iluminaban una parte del rostro a Ana Paula. Su piel se veía suave, perfecta. Ella subió su mano izquierda apartándose un mechón de cabello del rostro y al hacerlo, el diamante en su dedo brilló con intensidad. Una punzada de primitiva posesividad lo golpeó en el pecho con esa imagen. Ella era suya y pronto todos lo sabrían.

Tú y Yo...a nuestro tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora