CAPÍTULO 49. LUNA NUEVA.

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 ..."Mientras la oscura tierra gira, con vivos y con muertos. En medio de la sombra, mi brazo rodea tu cintura...Ni la noche, ni el sueño pueden separarnos"...Pablo Neruda.

El olor fresco de la otoñal lluvia que se colaba por el abierto ventanal del dormitorio, mezclado con el delicioso aroma del café recién hecho que flotaba desde la cocina, despertaron a Ana Paula. Inspiró feliz en cuanto abrió los ojos. Como adoraba que Ray siempre se ocupara de programar la cafetera antes de ir a dormir.

Observó por encima de su hombro y enamorada disfrutó del espectáculo que era su chico. Ray seguía dormido, sus facciones estaban relajadas, «eres hermoso» susurró en su mente. Su esculpido y largo cuerpo, tendido a su lado, con un brazo bajo la almohada y el otro cerrado sobre la cintura de ella.

Un tirón en el edredón la sobresaltó. Su brusco movimiento lo despertó a él.

Ray se incorporó como un resorte hasta sentarse sobre la cama. Por instinto la protegió con su cuerpo.

—¿Qué sucede, beba? —preguntó volviéndose a ella y tomando su rostro entre sus manos—. ¿Tuviste una pesadilla, mi amor?

Ella negó con rapidez. Un nuevo tirón al edredón, los hizo observar la orilla de la cama a los dos.

Las puntas de unas orejitas negras se asomaron. De un salto Bruno cayó en medio de ambos. Se acercó ronroneando y con pasos lentos. AnaPau sonrió y abrió los brazos para recibirlo. El gatito feliz se acomodó haciéndose un ovillo contra su pecho.

—¡Eres de lo que ya no hay! —exclamó Ray con una divertida sonrisa— ¿Cómo llegaste hasta aquí?

—Ha venido a buscarme —afirmó AnaPau mientras lo acariciaba con ternura y el gatito disfrutaba embelesado de sus atenciones

—No lo culpo —admitió Ray al enterrar el rostro en su cuello y hacerle caricias con la punta de la nariz.

—¿Sabías que intentó protegerme? Arañó y mordió a Gastón para que me soltara.

—¡Bien hecho Bruno! —le felicitó Ray chocando suavemente su puño contra una de las pequeñas zarpas del gatito—. Nuestras chicas son lo primero.

Ray saltó de la cama y mientras se encaminaba fuera del dormitorio, AnaPau se deleitó en las firmes líneas de su espalda y el macizo trasero de su marido.

—¡Aala Bruno! vamos a servirte el desayuno —llamó al minino y este no se demoró en bajar del lecho—. Te dije que la traería de vuelta —le escuchó AnaPau recordarle al felino mientras desaparecían juntos rumbo a la cocina.

Un par de horas después,

Ana Paula había rechazado permitirse que la vergüenza de mostrarse en público con las violentas señales que exhibían sus muñecas y su rostro, influyeran en ella. Cuando Ray le abrió la portezuela de la camioneta después de estacionar frente a la Procuraduría, AnaPau tragó fuertemente y enseguida posó su mano en la que él le ofrecía para ayudarla a descender.

—No tienes que hacer esto hoy —susurró Ray enmarcándole el rostro con sus grandes manos—, Jaime dijo que tenías unos días más.

AnaPau inspiró profundamente reuniendo el coraje. Las terribles amenazas que Gastón había proferido cuando la tuvo sometida volvieron a su mente. Debía hacerlo, se los debía a las chicas que habían perecido en sus manos y a las familias que las lloraban.

—No será un paseo por el parque, pero debo hacerlo —replicó ella cuidadosa.

Ray ladeó su cabeza. Su profunda y olivácea mirada clavada en ella, la hizo estremecer. Tomó una de sus manos y la instó a apoyarla en el lado izquierdo de su torso, la deliciosa y combativa música de su corazón irradió a lo largo de su palma y conectó con su propio corazón.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now