CAPÍTULO 4. ESFERAS.

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... "Te quiero. Escúchalo también cuando no lo pronuncie"... Jaime Sabines.

 Desde el móvil de Ana Paula vibrando frente a ella, aparecieron los brillantes ojos verdes y la deslumbrante sonrisa de Ray. Ella aspiró con cuidado por la nariz y apretó los puños al refrenar el impulso de tomar su llamada esa vez.

—Estás tan lindo —musitó mientras la imagen se oscurecía y en su lugar aparecía el maldito aviso de llamada perdida.  

 Sabía que lo estaba empujando y que él no soportaría por más tiempo que ella siguiera haciéndole el vacío.

 Ray Landeros no solo era un postre delicioso al que llevaba años deseando saborear. Él era un hombre inteligente capaz de adaptarse a cualquier circunstancia. Irreverente con todos, incluyéndose a sí mismo. Responsable en su casa y trabajo, pero con el encanto suficiente para ni siquiera molestarse en ir detrás de una chica, no que va, todas le caían como moscas a los pies. Por eso ella no podía ceder tan fácilmente.

 Cansada después de un día muy pesado en el comedor comunitario, donde perdió la cuenta de cuantas verduras picó y cuantas porciones de sopa sirvió, nada se le antojaba más que abrir una botella de Malbec y darse un largo baño en la tina.

 Pese a sus aspiraciones, había prometido hacer algo de vida nocturna con un grupo de jóvenes voluntarias del programa de sus padres. Era viernes por la noche, y dado que se encontraba muy lejos de sus amigos de siempre, lo más sano era socializar donde se encontraba.

 Escogió unos vaqueros y un top de tirantes anchos del vestidor y los extendió sobre la cama. Enseguida se sentó frente al tocador y desató su cabello. Cerró los ojos mientras se frotaba con delicia el cuero cabelludo a través de las castañas ondas, ansiosa por calmar los dolores que le quedaban por las apretadas trenzas en las que sujetaba su cabello durante su larga jornada en la cocina.

 Alargó su mano para alcanzar el cepillo y peinar su cabello, pero una contundente llamada en la puerta de su habitación la interrumpió.

 Al abrir la puerta se encontró con una poderosa y familiar silueta masculina.

 Ray Landeros estaba en su puerta. Su olivácea mirada se apoderó de ella. Su camisa de mezclilla iba desfajada y un poco arrugada, un mechón de su castaño cabello le caía sobre la frente y Ana Paula sintió el corazón en la garganta, latiendo furioso con una mezcla de alegría y excitación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con la voz temblorosa y dio dos pasos hacia atrás.

Él ingresó en su habitación, cerró la puerta con deliberada lentitud y no la dejó escapar de sus impactantes ojos en ningún momento.

Las caderas de Ana Paula chocaron contra su tocador, deteniéndola. Ray la arrinconó colocando ambas manos sobre la superficie del mueble.

Su masculina vitalidad la tenía aturdida. Su olor, esa mezcla a cuero y nuez moscada la encendió más. Él colocó una rodilla entre el espacio entre sus piernas y se inclinó con toda la envergadura de su metro noventa sobre ella.

—No me dejaste otra opción —respondió suavemente. Ella no pudo evitar bajar su mirada a las firmes y sensuales líneas de sus labios—. Ignoraste todas mis llamadas, beba.

La yema de su pulgar vagaba en un movimiento persuasivo sobre la línea de su mandíbula y logró que ella inclinara la cabeza hacia atrás antes de siquiera darse cuenta de haberlo hecho. Sí, ese hombre era un peligro.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now