CAPÍTULO.31.3.3.NUBE PERDIDA.

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..."Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada"... Mario Benedetti.

Después de un trayecto miserable en el que los minutos continuaban avanzando y él se desesperaba más cada vez, por fin Ray logró llegar a la ciudad. El sol se ponía sobre Tuxtla mientras él hundía el pie en el acelerador y continuaba la ruta establecida para llegar al hospital.

Atravesó las puertas deslizables y se dirigió al mostrador de recepción. Sentía el cuerpo cargado de dolor y preocupación, todos los escenarios en su cabeza eran terribles y lo único que necesitaba era llegar a su chica y ver con sus propios ojos su estado.

—Buenas tardes —saludó y una mujer de cabello caoba y verdes ojos alzó la vista. No le contestó el saludo, así que prosiguió—. ¿Me puede dar informes sobre Ana Paula Medina, por favor?

—¿Es usted familiar? —inquirió dándole un repaso con la mirada.

—Es mi prometida.

—En ese caso —.Desvió la mirada y cuando volvió a enfocarlo su expresión era severa. —Por política del hospital debo informarle que solo se da razón de los pacientes a familiares directos.

—Sus padres vienen en camino. Yo he viajado más de mil doscientos kilómetros para llegar aquí —explicó intentando lograr la empatía de la mujer.

—¡Que chica tan afortunada! —comentó haciendo un mohín y luego con una sonrisa descarada añadió—. Pero lo siento, deberá esperar a que lleguen sus padres entonces.

Ray se alejó unos pasos, su paciencia ya no era mucha en ese momento. «¡Toro en cristalería!» la dulce voz de AnaPau resonó en ese momento en su cabeza. De no haber estado tan preocupado se habría reído. Caminó despacio hacia una sala de estar y decidió que debía cambiar de estrategia. Ubicó los señalamientos para la sala de urgencias y se escabulló hacia allí. Cuando logró atravesar el umbral, se deslizó tras una columna y observó con atención el lugar.

Triaje rebosaba de pacientes en espera de ser atendidos. El personal médico y sanitario iba y venía y nadie reparaba en él. Entonces la vio. Una enfermera jovencita que tomaba los vitales a unos pacientes. Sus maneras eran dulces y consideradas, muy diferente a la mujer hosca y atrevida que le había atendido con anterioridad.

La chica terminó su tarea y se dirigió hacia atrás del mostrador. Colocó los informes para los médicos tratantes y organizó la pizarra de atención. Ray supo que esa era su oportunidad y se dirigió al mostrador.

—Hola —saludó con una deslumbrante sonrisa, la chica quedó turbada  al reparar en él—. Ana Paula Medina ha sido ingresada, ¿puedes indicarme dónde se encuentra por favor?

—¿Usted es...? —preguntó ella en un murmullo.

—Soy su hermano —mintió descaradamente y continuó sonriéndole. La chica nerviosa, consultó entonces la computadora.

—Bien, señor Medina. Su hermana se encuentra en el quinto piso, en la suite 500. Tome el ascensor al final del pasillo.

—Gracias, eres un ángel —se despidió premiándola con un guiño, ella le sonrió avergonzada y bajó la mirada.

—Gracias, eres un ángel —se despidió premiándola con un guiño, ella le sonrió avergonzada y bajó la mirada

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Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now