CAPÍTULO 45.1.3. PERSIGUIENDO LA NOCHE.

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. ..."Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. En noches cómo está la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Mi corazón la busca y ella no está conmigo"... Pablo Neruda

AnaPau abrió los ojos, pero no podía ver nada y la cabeza le daba vueltas. Sus extremidades estaban dormidas y parecía estar dentro de un baúl o cajón de madera. «¡Vigencita plis, ayúdame! No ha sido un mal sueño, esto es real» sollozó en su mente con terrible angustia.

Confusa y con nauseas hizo un esfuerzo por ordenar sus memorias, y la bruma que pegajosa se aferraba a su mente comenzó a diluirse de a poco permitiendo a sus recuerdos emerger.

Había terminado su visita a oncología pediatrica en el hospital. Recibió a Bruno y después de prodigarle varias carantoñas se ocupó de fijar al asiento trasero su cesta transportadora para llevarlo a casa. Después de eso, solo logró rodear el automóvil y abrir la puerta del copiloto, sus llaves y el bolso se le resbalaron de las manos. Un sujeto la había cogido con brusquedad del cabello y con su rugosa y áspera mano le oprimió nariz y boca con un paño húmedo. AnaPau le dio un cabezazo y golpeó con fuerza su rodilla, pero aunque el tipo se dolió; se mantuvo firme y al aplicar más rudeza le lastimó la nariz haciéndola sangrar.

Bruno, se puso furioso y a una velocidad fuera de serie; atacó el brazo y la mano del tipo que tomaba a AnaPau. En cuestión de segundos y con verdadera destreza, le hizo dolorosos rasguños y dejó un par de mordidas en su piel expuesta.

AnaPau estaba sorprendida. Jamás lo había visto comportarse así. Su atacante gruñó exasperado y maldijo apartando con fuerza al gatito. Bruno voló por los aires, golpeándose violentamente contra el tablero del interior del vehículo, para después caer sin aliento al piso del copiloto.

«¡No, mi bonito!» se dolió AnaPau con los mieles ojos escociéndole de lágrimas. La rugosa mano que le cubría la boca, la amordazó con el mismo paño, presionando con brutal fuerza el nudo de este contra su lengua.

AnaPau pudo sentir que su saliva se mezclaba con el espaciado sabor que estaba impregno en la mordaza. Su conciencia comenzó a resquebrajarse. Su pulso se volvió lento, bombeando envenenada sangre por todo su cuerpo y logrando que sus extremidades colapsaran. La vista se le nubló y perdió el sentido.

La tapa del baúl se levantó y la brillańte luz de un desnudo foco encima de ella la cegó. La tomaron por los hombros y la incorporaron rudamente, ella estuvo a punto de caer. Sus manos y pies estaban atados y apenas lograba sentir sus extremidades. Era una muñeca de trapo a merced de un ser cruel.

Los siniestros ojos de su captor cayeron sobre ella y un aterrador frío se extendió por su piel, mientras el sujeto le dedicaba una perversa sonrisa y deslizaba por su garganta y rostro un enorme, gélido y letal cuchillo. Le ordenó con una seña que se mantuviera en silencio y ella asintió entre ácidas lágrimas. Entonces la encerró de nuevo en el baúl y después de cerrar la tapa, le escuchó alejarse.

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