CAPÍTULO 16. ESTAR PARA TI.

3.6K 393 205
                                    

..."Yo voy a ti cómo va sorbido al mar ese río"... Ramón de Campoamor.

Era hija. Era hermana. Seguramente era la novia de alguien. Y era idéntica a ella. Un clon de Ana Paula. Su piel era del color del mascabado y tenía unos labios deliciosamente llenos. Delgada y con una armoniosa figura.

¿En dónde estás? se preguntó Jaime Noyola mientras observaba los altos pómulos de aquella joven y ponía atención a sus rasgados ojos del color del trigo.

—¿Jefe?

Jaime Noyola levantó la vista de la pantalla de la tablet que sostenía con fuerza entre sus manos y sus ojos se encontraron con los de Alma Fernández, su compañera.

Una bonita chica, menuda de estatura. Frágil y delgada. El tipo de mujer que un hombre querría encerrar en un capelo y, alejarla de todo peligro. El hecho de que ella fuera una experta en armas con una capacidad envidiable, jamás dejaba de sorprenderlo. No parecía tener la fuerza para cargar un rifle, ni ser lo suficientemente despiadada para utilizarlo, pero con un demonio que lo era.

—¿Situación? —inquirió él, pasándose una mano por la melena castaña al tiempo que colocaba el dispositivo sobre su escritorio. Sospechaba lo peor.

Habían pasado ya cinco días desde la desaparición de la chica, aunque a ellos apenas les hubieran asignado el caso. Nadie había contactado a la familia, de modo que el secuestro quedaba descartado.

—El Capitan nos concedió hacer una visita a su casa, ¿nos vamos?

—Nos vamos —confirmó resuelto.

Si había algo que siempre tenía un efecto endurecedor en Noyola, era su sentido del deber. Recuperó su chaqueta de piel del respaldo de su silla y se la puso a jalones.

Alma revisó el cargador de su Glock y después de ponerle de nuevo el seguro la deslizó dentro de la pistolera de muslo que se ajustaba a sus ceñidos vaqueros. Seria y profesional. Él sabía que las pocas veces que había logrado hacerla reír era como ver el sol.

—Tú conduces —dictó, lanzándole las llaves para después encender un cigarrillo.

—Al Capitán no le gusta que fumes aquí.

—Sí, como digas —replicó él con una burlona sonrisa, no lo apodaban el Diablo por seguir las reglas. Ella rodó los ojos.

Una cuchara de peltre pasó volando en medio de peligrosos giros sobre las cabezas de las cocineras y por escasos milímetros no pudo conseguir su verdadero objetivo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Una cuchara de peltre pasó volando en medio de peligrosos giros sobre las cabezas de las cocineras y por escasos milímetros no pudo conseguir su verdadero objetivo. Estrepitosamente se golpeó contra el pulido suelo de hormigón y, la frágil y oscura figura del pequeño ladrón al que iba dirigida, se salvó por los pelos de llevarse una hostia.

—¡Maldita sea! ¡Ya está ese chingado mono otra vez por aquí! —gritó entre ráfagas de más palabrotas cada vez más subidas de tono, Doña Maruja, la jefa de cocina—. ¡Luisa! ¡Ana Paula! ¿Pero qué esperan jodidas, que no atrapan a ese bribón y lo sacan de mi cocina?

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now