CAPÍTULO 3. A UN MINUTO DE TI.

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... "Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños"... Pablo Neruda.

Ana Paula introdujo la clave al sistema de alarma de su casa, estaba sola. Sus padres habían viajado a Chiapas desde mediados de semana para integrarse al programa de Operación Sonrisa y aunque los había echado en falta, agradeció que no estuvieran allí para verla tan desesperada como se sentía.

Su móvil vibró entre sus manos con la entrada de un mensaje, frunciendo el ceño clavó sus ojos en la pantalla:

«Aún puedo ver al grandote, turbado. ¡Bien hecho!» leyó escuchando en su cabeza el travieso y perezoso murmullo que Reni habría empleado si la tuviera a un lado. Con una sonrisa dubitativa tipeó su respuesta: «Espero que sepas lo que estamos haciendo. Ray no es un hombre que se niegue nada y seré yo la que pague las consecuencias», presionó enviar y un escalofrío por el presagio en sus líneas la hizo sacudir la cabeza.

Comprobaba que la puerta corrediza al jardín trasero estuviera bien cerrada lo mismo que las ventanas de la cocina, cuando su móvil recibió un nuevo mensaje de su mejor amiga: «¿Pagar consecuencias? No, beba. Tú cosecharás los beneficios. Anda a dormir tranquila, todo saldrá a pedir de boca. Te quiero mil.»

Sus pasos trepidaron con fuerza al subir la escalera rumbo a su habitación, en tanto que, sentía como su sangre aún pedía furiosa a Ray.

«¡Madre mía!» gimió al recargar su espalda contra la puerta de su cuarto. Alejarse de él fue ir en contra de todos sus deseos. Ese beso le había revelado tanto. Ana Paula había anhelado arrastrar su boca por cada centímetro de la bronceada piel de Ray. Se moría por sentirlo en cada parte suya. Sin embargo, sabía que no se podía rendir a él como cualquier otra mujer o solo sería una más de las que habían pasado por su cama. Y ella era única. Le pertenecía por completo a él, pero debía instarlo a admitirlo. Su futuro se lo exigía.

—Una ducha muy fría y muy larga es lo que necesito —decidió—. Pero por favor diosito —hizo morritos y juntó sus manos en actitud suplicante hacia el techo—, que este cabezota no tarde tanto en venir a mí o lo único que voy a coger será una neumonía.

Un rato más tarde sacó sus pies de sus pantuflas de osos grizzly que él le había obsequiado en navidad y se deslizó bajó las mantas de su cama.

Al día siguiente tomaría dos vuelos y adicional a estos seguiría un trayecto por carretera para poder llegar a San Cristóbal De Las Casas, pueblo mágico del estado de Chiapas, donde brindaría sus servicios en un comedor comunitario.

Apagó la luz de su lámpara de lectura, apenas un instante después de que el portón automático de la casa vecina se activara; Ray había vuelto a casa. Suspiró largamente y cerró los párpados dejando que el sueño la tomara.

Ray bloqueó los seguros de su vehículo y caminó hacia el portal principal de la residencia de sus padres, no pudo evitar que su mirada revoloteara hacia el balcón de la casa vecina. La única luz que se mantenía encendida era la de Ana Paula, pero justo en ese momento se apagó.

Mientras alcanzaba el picaporte e ingresaba al amplio y tenuemente iluminado recibidor, una sonrisa tiró de sus labios al reconocer lo que ella había hecho, lo que ninguna mujer pudo conseguir antes. Lo había hecho perder control.

Subió pesadamente los peldaños de la escalera rumbo a su habitación.

Su piel hormigueó al recordar el placer que lo había azotado, haciendo eco en cada vena y nervio de su cuerpo cuando ella respondió con tanta pasión a su beso.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now