Capítulo 16 - Armas

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Han pasado cuatro semanas desde que inició el fin del mundo; algunos de los que aún no hemos muerto formamos un grupo para sobrevivir; supimos defendernos como pudimos, acabando con las mareas de infectados que rondan por la ciudad fantasma en la que todo inició —decía Sebas mientras que con su machete iba despedazando a los zombis que se le iban acercando, cuando José, que se iba defendiendo de los infectados con un hacha le dijo:

—¿Y si mejor dejas de narrar tu historia imaginaria y nos ayudas a llegar más rápido a nuestro destino?

—Sabes, si fuera imaginaria no la estaríamos viviendo.

—Bueno en eso sí que tienes razón.

—Además que sería más fácil acabar con los zombis si nos hubieras llevado a la tienda de donde conseguiste armas antes.

—Ya les dije que fue porque la tienda está muy lejos, y tendríamos que tomar un viaje muy largo desde el refugio, además de idear un plan para llegar a salvo hasta allá y luego volver.

—Sí, ya entendimos, en fin, lo bueno es que tendremos armas.

Tanto Sebas cómo José iban atrás de las hermanas cubriendo las espaldas de ambas con sus armas de mano, mientras que ellas iban disparando a los zombis con las armas que José les dio para que se defiendan, en ese momento Milagros le dijo a José:

—¿Y qué tan lejos está exactamente la tienda de la que tanto hablas?

—Tranquilos, ahora estamos solo a un par de calles de ella.

—Espero que tengas razón, porque no sé cuántas balas le quedan a esta cosa.

—Confíen en mí, chicos, la tienda no está lejos, en un abrir y cerrar de ojos estaremos en ella y tomarán todas las armas que quieran.

—¿Y no hay algún atajo por el que podamos llegar más rápido? Porque ya llevamos mucho tiempo caminando y matando zombis —dijo Cecilia.

—Solo les diré que yo los estoy llevando por el camino más corto a mi parecer, además de que otros caminos están bloqueados por filas de autos abandonados.

—Ya dejen de hablar tanto y mejor que José nos siga guiando por el camino o nos perderemos —interrumpió Sebas

—¿Qué no eres de la ciudad? —preguntó José a su compañero.

—Sí, lo soy.

—Entonces no deberías preocuparte por perderte si ya eres de la ciudad.

—Sabes bien que la ciudad es enorme, además yo nunca venía por esta zona.

—¿Y alguna de ustedes es de la ciudad? —preguntó José a las hermanas.

—No, ambas nos mudamos aquí un día antes que iniciara todo el caos —contestó Milagros.

—Bueno, ya habrá otra oportunidad para hablar de esto, ahora solo los llevaré a la tienda de armas.

Todo el equipo iba acabando con los zombis que se cruzaban en su camino, cuando finalmente vieron como a unos metros se encontraba la famosa tienda de armas. Al observar su destino Sebas dijo:

—Al fin llegamos, tanto caminar valió la pena.

—Ya ven, les dije que ya no estábamos lejos, ahora todos entren antes que vengan más zombis —dijo José.

Todo el equipo fue rápido a la puerta trasera de la tienda, ingresaron y rápidamente bloquearon la entrada para que los zombis no pudieran entrar, luego de eso Sebas le preguntó a José:

—Antes de saquear el lugar, ¿seguro que está completamente vacío verdad?

—La última vez que estuve aquí no había nadie, así que podemos asumir que sí, está vacío.

—Perfecto, entonces me llevaré las armas que quiera.

—Esa es la idea mi amigo.

Entonces todos empezaron a tomar las armas que querían y se llevaban muchas municiones para no tener que estar regresando luego. Mientras tomaban las armas, Milagros se detuvo por un momento y dijo:

—¿Esto no se podría decir que es como robar?

—Podría decirse —contestó Sebas.

—Pero no está bien, aún en un apocalipsis zombi no deberíamos robar.

—Y los que están afuera no deberían tratar de comernos, pero así es la vida ahora, si quieres sobrevivir, ya sabes qué hacer.

—Bueno, supongo que no hay otra opción, además si no me llevara ningún arma habría venido aquí para nada.

Entonces Milagros también tomo un arma y llevó consigo su munición, Sebas tomó un AK-47, José se llevó un rifle M16, Cecilia se llevó un rifle de combate y Milagros una escopeta automática, fue en ese momento que Sebas preguntó:

—¿Todos ya tienen sus armas?

—Afirmativo. —dijo José.

—Sí, ya tomé mi arma —dijo Milagros.

—Yo igual, ya estoy lista —dijo Cecilia.

—Bien, entonces todos prepárense para irnos de vuelta al refugio, recuerden que esta algo lejos, así que tengan sus armas cargadas para acabar con los zombis.

Todo el equipo fue a la puerta trasera de la tienda para que al momento de irse no llamaran tanto la atención de los infectados, pero justo cuando estaban a unos 3 metros de la salida, escucharon que alguien preguntó:

—¿Y ustedes a dónde creen que van?

Los supervivientes quedaron sorprendidos al ver como detrás de ellos había otra persona no infectada con una mochila y un rifle M16; al ver eso, Sebas rápidamente le apuntó con su arma, la otra persona hizo lo mismo con la que tenía. Sebas nervioso le preguntó a José:

—¿Qué acaso este lugar no estaba vacío?

—Eso es lo que pensaba, pero tal parece que no es así —contestó José confundido por la presencia del sujeto.

—Sí, y ya todos nos dimos cuenta —dijo Sebas lleno de nervios apuntando a la cabeza del tipo.

El chico miró a todos, luego bajó su arma y les dijo:

—Tranquilos todos, no voy a dispararles ni voy a hacerles daño.

—¿Y por qué deberíamos creerte? —contestó Sebas desafiante mientras lo apuntaba; sabía bien que confiarse podría costarle muy caro, tanto a él como a todo su equipo.

—Si disparo a uno de ustedes, los otros tres se encargarán de pulverizarme con plomo, además yo soy el dueño de la tienda de armas que acaban de saquear —respondió el tipo.

—¿Estás hablando enserio?

—Pues sí, además, ¿qué ganaría mintiendo?

—Ese es un muy buen punto, pero yo ya había estado aquí antes y nunca te vi —dijo José.

—Entonces tú fuiste el que me robó dos rifles de asalto.

—Sí, ese fui yo, pero pensé que la tienda estaba completamente vacía y no tenía dueños.

—Ya tranquilos, ya les dije que no haría nada, solo me sorprendí al verlos, por un momento pensé que eran zombis; que les parece si ustedes dejan de apuntarme con mis armas, yo hago lo mismo y luego contestaré todas sus preguntas.

El dueño de la tienda de armas parecía ser amigable, el equipo no estaba tan seguro del todo, por lo menos no Sebas y José, pero poco a poco fueron viendo con otros ojos al sujeto. Mientras que el equipo parecía haberse ganado un aliado, en otra parte alejada de la ciudad, alguien no se la pasaba bien.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now