Capítulo 56 - Familia

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Los supervivientes observaron todo desde lejos, estando completamente deshechos por lo que acababa de pasar. Sabían que el sonido del derrumbé atraería varios infectados, así que decidieron buscar un lugar para refugiarse. Buscaron unos minutos, y finalmente hallaron una casa abandonada. Se instalaron ahí para pasar el resto de la tarde, bloquearon la entrada, y una vez estuvieron seguros todos, Milagros se puso a llorar nuevamente.

—Todo esto es mi culpa chicos. La muerte de Lucas fue causada por mis actos. Si yo no hubiera escapado nada de esto habría sucedido.

—Tranquila, esa fue su decisión —decía Sebas consolando a su compañera.

—Además me comporte muy mal con ustedes que solo querían ayudarme a encontrar a mi hermana.

—Sí, bueno, al menos admites que ese comportamiento no fue el mejor —dijo José.

—Y lo peor fue que decías que no te comprendíamos —agregó Sebas.

—Mi comportamiento no fue para nada bueno, fue horrible, y lo admito, pero no sé cómo podrían comprenderme exactamente.

—Bueno, tú no tienes a tu hermana contigo... yo igual —comentó José bajando la mirada.

—José... ¿tú... tienes una hermana? —preguntó Milagros limpiándose las lágrimas.

—¿La tienes? —preguntó Sebas igualmente sorprendido.

—Así es, tengo una hermana menor al igual que tú. La última vez que hablé con ella fue un día antes de que todo se fuera al diablo en la ciudad. Ella me dijo que se iría a vivir a la isla familiar que era de mis padres hasta que esto del virus pase, y luego de eso no sé nada de ella. No sé si está bien o si llegó a salvo a la isla. Intenté comunicarme con ella, pero no funcionó. Ella era la única familia que me quedaba, y ahora no sé si estará bien.

—De mi parte yo también perdí a —Sebas tomó aire un momento antes de seguir—, a mi madre y a mis abuelos. La última vez que hablé con ellos fue dos días antes que todo se salga de control, y me dijeron que en la ciudad en la que ellos viven todos estaban locos. Me dijeron que varios vecinos se habían infectado del virus, que se habían encerrado en la casa para estar seguros y que tenían miedo. Yo les dije que se calmen y que todo esto pasaría y los iría a visitar, pero luego de que esto comenzó no volví a saber nada de ellos. Al igual que José intente comunicarme, pero al final no lo conseguí, y todo sucedió porque siempre vi al virus como algo ridículo, cuando debía estar para ellos y protegerlos.

Milagros entonces comprendió al fin, que ella no era la única que sufría por el no saber qué pasó con un familiar.

—Tienen razón, ustedes siempre supieron lo que me ocurría. Ustedes también saben lo que es no saber nada de un ser querido.

—Sin contar que Cecilia también era como una hermana menor para nosotros —agregó Sebas—, también nos afectó mucho que ese maldito se la llevara.

—En eso Sebas tiene razón, ella también era como una hermana, para él, y para mí.

—Ahora somos una familia, y así como se los prometí a ustedes y así como le prometí a Lucas, juntos escaparemos de esta ciudad, encontraremos a Cecilia y escaparemos, juntos. —dijo Sebas.

Todos juntos se dieron un fuerte abrazo, estando decididos a encontrar a Cecilia y a escapar de la ciudad.

—Bien Mila, ahora enfoquémonos en tu hermana. Nos dijiste que viste al enmascarado y le diste un disparo, ¿cierto?

—Así es Sebas, le di en el brazo, a causa de eso comenzó a sangrar, dejó un rastro de sangre. Lo estuve siguiendo hasta que lo infectados me rodearon.

—Entonces ese rastro de sangre fresca no era tuya, sino del enmascarado —dijo José.

—Entonces hay que terminar de seguir el rastro, hacerlo probablemente nos llevará hasta el enmascarado, y por ende, hasta Cecilia.

—Entonces, ¿los seguiremos ahora?

—No, ahora no. Las calles están muy infestadas ahora, esperemos un poco.

—Pero será muy de noche, sería aún más peligroso.

—No exactamente José, recuerda que Sebas dijo que los infectados no ven bien, y peor si es de noche. Solo se darían cuenta de nosotros si hacemos ruido.

—Exacto Mila, esperemos un poco a que sea más de noche y saldremos a buscarla.

El sol caía lentamente. El día iba desvaneciéndose, y la ciudad de DeepOcean iba oscureciendo. Pasadas unas horas ya, los supervivientes comenzaron a prepararse para salir a buscar a Cecilia. Milagros entonces guardo su bate de beisbol y decidió usar el bate que le dejó Lucas. Una vez que todos ya estuvieron listos y armados decidieron salir, avanzando esta vez todos juntos, cubriéndose las espaldas los unos a los otros. Nadie se quedaba atrás y nadie iba más adelante que el resto.
Los infectados no se daban cuenta de los supervivientes, pues avanzaban lentamente, mientras que buscaban el rastro de sangre por las calles, Sebas entonces le decía susurrando a Milagros:

—¿Recuerdas por dónde estaba el rastro de sangre Mila?

—Debe estar cerca, no nos alejamos mucho.

—Pues sigamos buscando, y recuerden no hablar muy fuerte o los infectados vendrán por nosotros —comentó José.

Luego de buscar unos minutos, Milagros fue con los demás y les susurró:

—Chicos, ya encontré el rastro de sangre, está aquí vengan.

Sebas y José fueron con Milagros, y luego de comprobar que el rastro estaba ahí, José preguntó:

—¿Y cómo sabemos si la dirección en la que vamos es la correcta?

Sebas entonces vio a su alrededor unos segundos y luego dijo:

—De allá —señalaba la dirección— venimos, por ese lugar está el cráter que dejó la explosión del túnel en el que estaba Lucas, por lo que significa que tendremos que avanzar en la otra dirección.

—Perfecto, continuemos entonces —dijo Milagros.

Los supervivientes continuaron avanzando, siguiendo el rastro de sangre, esperando que los lleve hasta su compañera. Avanzaron por varios minutos, y cuando parecía que sería un rastro de sangre interminable y que no llevaría a ningún lado, finalmente los supervivientes llegaron hasta donde su objetivo. Ellos finalmente estaban frente a la entrada del búnker del enmascarado.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora