Capítulo 36 - Dejados

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José al oír esas palabras de Sebas le dijo:

—Claro, tú siempre tienes un plan.

—Exacto amigo, aunque será algo difícil ponerlo en marcha, pero tengo uno.

—¿Y cuál es?

—¿Recuerdan que yo tengo un refugio aquí?

—Claro, si fue donde estuvimos protegidos por unas cuantas semanas antes que nos rescataran —dijo Milagros.

—Pues la primera fase de mi plan será, que todos tomen un arma, y nos abrimos paso hasta llegar al refugio.

—Pero, esta ciudad está repleta de infectados normales y de mutados, además de que no estás en tan buenas condiciones como para seguirnos el paso —dijo Cecilia.

—Por eso será un plan difícil, pero no imposible, además, recuerden, cuando nos reunimos por primera vez, dijimos que escaparíamos de esta ciudad de cualquier forma, pero lo haríamos.

Los supervivientes recordaron eso, y levantaron un poco el ánimo, el primero en aceptar el plan fue José, seguido de Milagros, y al final después de insistir, Cecilia también aceptó. Sebas al ver que todos aceptaron dijo:

—Perfecto, ahora es de noche, lo que podría sonar como una desventaja, pero lo usaremos a nuestro favor.

—¿De qué forma?

—Te explico José, una mañana estuve con Marcell revisando información sobre los infectados, y resultó que ellos son algo ciegos, y que son más peligrosos de día que de noche, ya que no pueden ver a sus víctimas, pero sí pueden oírlas, entonces solo tenemos que ir en silencio hasta el refugio, que según yo, no está tan alejado de aquí.

—Esa información vale oro, entonces, ¿qué estamos esperando? Pongamos en marcha el plan —dijo Milagros optimista.

Todos tomaron un arma que encontraron, y luego de bajar las escaleras, salieron del edificio, tal y como lo dijo Sebas, los zombies no los veían, así que empezaron a caminar lentamente hasta llegar al refugio, caminaron por un buen tiempo, hasta que finalmente vieron como el refugio estaba a una cuadra de donde estaban, pero el problema era que en medio del camino, había una fila de coches amontonados, y los supervivientes sabían que si tocaban los coches, estos activarían su alarma y atraería a varía hordas de infectados, por lo que al verlas Sebas les dijo a todos:

—Hemos llegado hasta aquí en silencio, pero ahora tendremos que ser lo más callados que podamos para llegar al refugio.

Los demás estuvieron de acuerdo con él y caminaron entre pequeños espacios tratando de no activar alguna alarma. La fila parecía interminable, pero finalmente estaban a un paso de salir de ella, pero fue entonces que José topó un coche por accidente y activó su alarma, que en la ciudad callada se escuchó como un eco que iba en todas direcciones. Los supervivientes sabían que los infectados llegarían pronto, cuando a lo lejos, vieron que el edificio en llamas en el que habían estado, se derrumbó por completo, causando un ruido aún más fuerte en la ciudad, causando que los zombis vayan al lugar del edificio en vez de ir al lugar en donde estaban los supervivientes, ellos aprovecharon la situación y fueron de la manera más rápida al refugio, pero no se sintieron completamente tranquilos, hasta que estuvieron dentro de las cuatro paredes. Entraron, y luego de comprobar que no había nadie dentro, ingresaron, cerraron y bloquearon la puerta. Finalmente los cuatro estaban a salvo.
Ya estando dentro, Sebas con ayuda de sus compañeros se quitó el fierro que tenía incrustado en la pierna, y lo medicaron con un botiquín que tenían en el refugio, ahora estaba sano, luego de todo eso, todos se fueron a descansar hasta el otro día.
A la mañana siguiente, Sebas despertó y notó que sus compañeros no estaban. Vio que la puerta no estaba bloqueada y estaba un poco abierta, rápidamente se puso de pie con cuidado por su pierna, tomó su arma y fue en dirección a la puerta, y cuando estaba por salir, escuchó la voz de José detrás de él que le dijo:

—¿Vas a algún lado?

Sebas al verlo le dijo:

—Que susto, ¿dónde estaban?

—En la cocina.

—¿Y por qué la puerta estaba abierta?

—Salimos temprano a buscar comida en otros departamentos de este mismo piso, y no te despertamos porque necesitabas descansar.

—Pues para la próxima cierren la puerta cuando vuelvan, ¿y encontraron comida?

—Sí, claro viejo, cierra la puerta y ven con nosotros.

Después de comer un poco, Sebas se puso a buscar algo entre sus cosas, Milagros le preguntó:

—¿Qué es lo que buscas?

—Algo que podría sacarnos de aquí de nuevo.

—¿Hablas en serio?

—Claro que sí.

—¿Y qué es eso que podría sacarnos de aquí?

En ese momento, Sebas dijo:

—¡Lo encontré!

Y enseño a los demás un cargador portátil que tenía algo de carga, luego buscó su teléfono móvil y lo conectó, los demás no entendieron que hacía, pero luego les explicó:

—¿Recuerdan cómo fue la primera vez que nos rescataron?

—Sí, en un auto blindado —dijo José.

—Sí, pero como los llamamos.

—Con el teléfono de Alex... ¿acaso piensas volver a llamarlos? —preguntó Cecilia.

—Exacto.

—Que gran idea, pero creo que tenemos un inconveniente, ¿alguien recuerda el número de rescate del CAB? —preguntó Milagros.

—No es necesario, yo lo tengo aquí guardado.

Los supervivientes se sorprendieron, ya que se les hizo raro que Sebas haya tenido el número del CAB en su celular guardado, así que José le preguntó:

—Oye Sebas, ¿a ti no siempre se te hizo una tontería esto del virus antes que todo se descontrole?

—Sí así fue, ¿por?

—¿Y por qué guardaste el número del CAB entonces? ¿Fue por si a las moscas?

—Yo no lo guardé.

—¿Entonces?

—Una vez le presté mi celular a alguien y esa persona la guardó, pero no pensé que me fuera a ser útil hasta ahora.

—¿Y quién fue?

—Eso no importa ahora, lo que importa es que tenemos una posibilidad de escapar de la ciudad.

Sebas esperó a que su celular se cargue un poco, luego lo encendió y buscó entre sus contactos el número, al encontrarlo rápidamente le marcó, pero nadie contestó, volvió a marcar, pero nadie contestaba, y eso se le hizo raro, ya que era el mismo número al que marcaron esa vez y sí les funcionó, pero esta vez no servía por la sencilla razón de que el ejército había cortado la comunicación en la ciudad, para ya no recibir llamadas del lugar. Sebas asimiló casi lo mismo, pensando en que el ejército luego de lo sucedido, ahora veía como un verdadero peligro a DeepOcean y por eso ya no tendrían nada que ver con esa ciudad, por lo que su cara de esperanza desapareció de repente. Al notar ese cambio rápido de expresión, José le preguntó:

—¿Sucede algo Sebas?

A lo que Sebas contestó:

—Hemos sido dejados.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoKde žijí příběhy. Začni objevovat