Capítulo 72 - Medianoche

8 1 0
                                    

—Chicos —dijo Cecilia sacando una botella de agua de su mochila—, creo que no había corrido así en mi vida.

—Ni yo —dijo José haciendo lo mismo—. Creo que es la primera vez en todo el apocalipsis que me cansé tanto por correr.

Todos descansaban tomando un poco de agua mientras estaban sentados en el suelo de la casa, cuando Sebas se levantó y le dijo a sus compañeros:

—Chicos, ahora viendo lo peligrosas que están las calles, creo que lo mejor será que solo yo vaya a pedir el rescate al edificio.

Todos perdieron el relajo al mismo instante de oír las palabras de su compañero.

—¿Irás tú solo? —preguntó José poniéndose también de pie.

—Sí —contestó Sebas—. Es lo mejor para que estén a salvo. Yo voy, pido el rescate y vuelvo lo más rápido posible.

—No estoy de acuerdo con que hagas eso —dijo Milagros.

—Ni yo —agregó Cecilia levantándose—. Puede pasarte algo muy feo si vas tú solo, Sebas, y nadie aquí quiere eso.

—Concuerdo con mi hermana. No te dejaremos ir solo.

—Oigan, entiendan que esto es para mantenerlos seguros. Ya han visto los infectados que hay ahora, y pueden haber más de esos por las calles, así que no quiero arriesgarme a que les pase algo.

—Sebas, es muy considerado de tu parte el querer hacer esto —dijo José—, pero así como no quieres que nos pase algo, nosotros tampoco queremos que te pase algo a ti, por lo que al menos deja que yo te acompañe.

—Pero...

—Yo lo apoyo —dijo Milagros—. Será mejor si vas acompañado

—Ambas estaremos más tranquilas —agregó Cecilia—. No importa si no quieres que vayamos nosotras, y sabemos que será casi imposible hacerte cambiar de opinión, pero deja que José te acompañe o no te dejaremos ir.

Sebas lo pensó unos segundos más, pero finalmente accedió al pedido de sus compañeros y aceptó que José lo acompañe.

—Entonces iremos ambos —dijo Sebas.

—Me parece bien —dijo José—, pero ahora, ¿cuál es el plan?

—Bueno, nosotros iremos al edificio para buscar alguna forma de pedir un rescate mientras las chicas estarán seguras aquí. Una vez hayamos llegado allá, les avisaremos que llegamos a salvo.

—¿Y cómo nos avisarán? —preguntó Milagros.

Sebas entonces sacó de su mochila cuatro radios inalámbricos ante la sorpresa de sus compañeros.

—Los vi en una tienda del centro comercial y pensé que podrían servirnos, así que los guardé en en mi mochila de emergencia —dijo.

Luego de que todos tomaran una radio, Sebas siguió con su explicación:

—Cuando José y yo hayamos llegado les avisaremos por la radio, así que recuerden estar atentas, ¿de acuerdo?

—Todo claro —dijeron ambas al mismo tiempo.

Luego de haber explicado el plan, Sebas y José se alistaron para salir. Desbloquearon la entrada, y cuando estaban a punto de salir, Sebas dijo una última cosa a sus compañeras:

—El edificio ya no está muy lejos de aquí, así que seguramente les hablaremos en unos diez minutos como máximo.

—¿Y si no lo hacen? —preguntó Cecilia.

—Solo esperen nuestra confirmación. Les hablaremos en cuanto podamos.

—Está bien, pero no tarden mucho en hacerlo o saldremos a buscarlos.

—Suena justo —José asintió con la cabeza.

—Ya es hora —dijo Sebas a José para luego dirigirse a las hermanas—. Esperen nuestra llamada.

Ambas asintieron con la cabeza mostrando rostros de preocupación mientras veían a sus compañeros alejarse.

—Por el lugar en el que está la luna casi debe ser medianoche —susurró José a su compañero.

—Tienes razón —contestó Sebas que avanzaba a paso ligero—. Ya hemos perdido mucho tiempo, así que vamos rápido.

José afirmó con la cabeza, y ambos siguieron su camino, y continuaron adentrándose en la oscuridad de la noche.

Mientras tanto...

En otra ciudad, ya casi se había concluido con la evacuación dirigida por Marcell y el resto del Rescate Alfa. Una gran cantidad de personas ya habían escapado para dirigirse a la costa sur y ser evacuados por los botes, mientras otra cantidad de gente esperaba a los helicópteros de refuerzo de otros países llegaron y se llevaron a las personas, dejando el lugar casi vacío, quedando en él solo varios soldados que ya se preparaban para la retirada.

—Es increíble como lo logramos —decía Alex viendo a los últimos grupos de personas arribar el último helicóptero de refuerzo.

—Yo hasta ahora no me lo puedo creer tampoco —dijo Kendall—, y aún nos queda más de una hora antes de que lleguen los infectados.

—Sí, realmente nos superamos esta vez —dijo Farit.

—Y todo gracias al tu discurso alentador —Adrián miró de reojo a Marcell.

—No fue nada —contestó—, pero ahora vayan y prepárense para la retirada.

—Tienes razón —dijo Alex—. Yo ya estoy listo, así que iré yendo a la lancha a las costas del sur y los esperaré ahí.

—Yo voy contigo —dijo Farit—. También estoy listo.

—Yo iré a terminar de alistarme y los veo allá —decía Adrián alejándose a su habitación.

—Yo igual. Traeré mis cosas —Kendall se marchó.

—Y yo iré a informar al general de que ya terminamos con la evacuación —dijo Marcell y agregó—: Nos vemos allá.

Él fue rápido a la oficina del general, en donde lo encontró también alistando sus cosas para retirarse de la base.

—Soldado —dijo el general sonriente al ver entrar a Marcell—, felicidades por lo que consiguió usted y su equipo.

—Gracias, señor, y espero que no le haya molestado el hecho de que yo haya mencionado a las personas sobre el rebrote aún cuando usted me dijo que no lo...

—Eso no importa ya —dijo el general interrumpiendo—. Fue como usted dijo. No podíamos volver a mentirle a las personas desde que el CAB la embarró haciendo lo mismo y nos puso en esta situación.

—Sí, bueno, como dice, lo que importa es que todo al final salió bien, y ahora podemos marcharnos tranquilamente.

—Eso es verdad, y ahora hay algo más que debo informarle.

—¿Qué cosa, señor?

—Ya se ha iniciado con la fase dos.

—Oh, entonces, se refiere a que ahora mismo ya...

—Sí —dijo el general sin dejar terminar a Marcell—, hace algunas horas ya fueron lanzados los primeros misiles que van directo a las ciudades más afectadas por el virus y caerán en sus destinos en unas cuantas horas.

El general puso una mano en el hombre de Marcell y dijo:

—Un paso más para poder acabar con todo esto, y poder hacer que las personas que cayeron en esta guerra finalmente puedan descansar en paz —sonrió.

—Sí, tiene toda la razón —Marcell también sonrió levemente.

—Pero ya hablaremos de ello mañana, cuando se hayan bombardeado las primeras ciudades. Ahora vaya a prepararse para irnos. No querrá quedarse aquí, ¿verdad? —bromeó el general.

—Es verdad. Iré a alistarme, señor.



Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now