Capítulo 20 - Persecución

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El CAB por su parte estaba con un gran dilema, ya que habían acordado con el ejército nunca enviar alguna unidad de rescate a esa ciudad, por el simple hecho de que esa fue la primera en perderse, al ser el epicentro del virus. Ese lugar según los porcentajes de la asociación estaba infectada en un 99.5%, pero, aún así, querían mantener a la mayor cantidad de humanos con vida, por lo que hubo una seria discusión interna.

—No podemos dejarlos morir, les prometimos que iríamos por ellos.

—Pero acordamos no enviar nada a esa ciudad porque es la más contaminada.

—Pero les dimos nuestra palabra, podrían morir si no va el ejército.

—No debiste prometer ni ofrecer anda en primer lugar, además, ellos no querrán ir, esa ciudad es, y escúchalo bien, la MÁS INFECTADA. No podemos arriesgar la vida de efectivos militares por solo cinco personas que ni siquiera sabemos si llegarán al punto de encuentro.

En esa discusión, entró el general, que estaba a cargo de mandar las misiones de rescate y dijo:

—Yo soy el general aquí, y decido que enviaremos el vehículo para evacuarlos, y ya está decidido, pero aún tengo en cuenta que esa ciudad es la más infectada en el planeta, por lo que enviaremos al mejor equipo de rescate que tenemos, que además se encuentran en una posición cercana a la ciudad y podrán llegar rápido.

Tras oír las palabras del general los agentes se sorprendieron, pero fue uno de ellos quien preguntó:

—General, no me diga que enviará a...

—Así es agente, enviaremos al Rescate Alfa.

Mientras tanto saliendo de la ciudad...

Parecía que los supervivientes llegarían sin ningún problema al punto de encuentro. Mientras avanzaban por la carretera Sebas dijo:

—Llegaremos en solo unos minutos, cuando menos se lo esperen, chicos estaremos en una zona seg...

Antes de que termine de hablar, vieron como algunos zombis se percataron de que escaparon en la camioneta y fueron tras ellos.

—¡Rayos! Se dieron cuenta que escapamos —dijo José viendo a la horda.

—Tranquilos, no van a arruinar nuestro plan de huir de esta ciudad —agregó Sebas tratando de calmar a los demás.

—¿Qué haremos entonces? —preguntó Alex que conducía sin poder ver la situación de atrás a detalle.

—Tú, Alex solo conduce, Milagros y Cecilia quédense aquí dentro, José y yo nos subiremos a la parte de arriba de la camioneta e iremos tirando los infectados que se acerquen.

—Es arriesgado, pero ya qué, hagámoslo —contestó José.

José y Sebas subieron a techo de la camioneta por la ventana, ya estando arriba, ambos empezaron a disparar, los zombis iban cayendo inmóviles en suelo. El ruido de los disparos y del auto atrajeron más zombis. Pronto varias hordas empezaron a perseguir el auto.

—¡Pisa el acelerador a fondo! —gritó Sebas a Alex.

El auto fue a toda velocidad, finalmente vieron como la carretera norte se encontraba frente a ellos. Cuando parecía que todo iba bien, entre las hordas de infectados, vieron como sobresalían varios mutados.

—¿Y esto estaba en tu plan? —dijo José a Sebas.

—Tu qué crees. Solo dispara contra ellos.

—Pero son muy resistentes.

—Al menos para retrasarlos un poco.

Ambos disparaban contra los mutados, pero cuando solo eran tres mutados, llegaron más, y al final terminaron siendo unos diez mutados entre una multitud de zombis. Apenas con las balas solo lograron tirar uno, que cayó y aplastó algunos otros zombis, pero aún quedaban los suficientes para acabar con ellos.
Pero cuando parecía que los mutados iban a alcanzar la camioneta, se empezaron a alejar muy rápido de ellos. José preguntó:

—¿Qué pasa? ¿Por qué nos alejamos de repente?

—¿Alex qué sucede? —preguntó Sebas.

—Tenía una reserva de gasolina extra y decidí utilizarla ahora.

—Solo déjame decirte Alex, que elegiste el mejor momento.

Finalmente llegaron al punto de encuentro, dejaron a los zombis y mutados atrás, pero no había nadie esperándolos. Alex al utilizar su última reserva de combustible se quedó sin nada, por lo que la camioneta fue disminuyendo su velocidad poco a poco, hasta que quedó completamente inmóvil, luego todo se quedó en un silencio intrigante, pero la paz de solo segundos se esfumó cuando los zombis y mutados llegaron hasta los supervivientes. Al ver esto, Sebas dijo a José:

—Creo que ya nos llevó el tren.

—¿Eso crees? ¿Ahora no tienes ningún plan?

—No hay planes amigo, solo diré que será mejor morir riendo que llorando.

—En eso podría decirse que sí tienes razón.

—Morirán riendo si quieren, pero hoy no.

Sebas y José voltearon y vieron como Milagros, Cecilia y Alex cargaron sus armas y empezaron a disparar contra la horda de zombis. Alex cargó su lanzagranadas y las lanzó contra los mutados, así acabando con ellos. Viendo a sus compañeros, Sebas y José también cargaron sus armas y fueron acabando con los zombis. Pronto la gran horda se fue reduciendo a solo un grupo de infectados, hasta que al final, acabaron con todos. Al acabar con los zombis, Sebas dijo a sus compañeros:

—Buen trabajo a todos. Por lo que hicieron ahora cada uno de ustedes, todos estamos vivos.

—Ahora solo quedará esperar el vehículo, que espero... bueno, que esperamos todos que no tarde —dijo Cecilia a los demás.

—Tranquila, ya debe de estar cerca —contestó José.

—Pero yo diría que, para estar más seguros, mejor esperemos todos dentro de la camioneta —dijo Milagros algo intranquila.

—Buena idea —dijo Alex y agregó—: Todos vamos a la camionet...

Mientras que ellos estaban distraídos con su celebración por acabar a una horda, otra mucho más grande, con varios infectados y con muchos mutados llegó hasta su posición. Pronto todos dispararon contra los infectados, pero ya habían gastado muchas balas contra la anterior horda, así que a Sebas y a José se les acabaron rápidamente, mientras que el lanzagranadas de Alex tenía solo veinte granadas, y en este enfrentamiento se le acabaron las últimas cinco que le quedaron. Las únicas que tenían armas cargadas eran Milagros y Cecilia, que seguían disparando a los infectados, pero también sabían que sus balas se acabarían pronto. La gran horda de zombis y mutados se acercaban cada vez más, y estando ya muy cerca del equipo, un misil cayó y acabó con la gran mayoría de infectados. Este vino de un vehículo del ejército, del que salieron siete soldados, todos cubiertos con un gran traje diseñado para repeler a los infectados con facilidad. Ellos sacaron sus armas y comenzaron con los disparos a los infectados, llamaron a los supervivientes y los subieron al vehículo. Cuando todos estuvieron dentro, uno de los soldados dijo por su radio:

—Los civiles están a salvo. Cambio.

El conductor al oír esto aceleró el vehículo, llevándose a todos a la zona segura.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now