Capítulo 60 - Engaño

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—Entonces le apunté bien y el flechazo fue directo a su ojo derecho —decía Cecilia entusiasmada.

—Sinceramente, me apetecería hablar más de esto cuando ya hayamos terminado de comer, Cecilia —Milagros la veía con cara de asco.

—Tú siendo una aburrida como siempre.

—Y tú una pesada.

—¡Te estuve contando mi avance de hoy con la arquería! Pronto llegaré a ser la mejor entre los cuatro con el arco y flecha.

—Tendrás que hacer mucho más que darle en el ojo a un zombi lejano para superar el nivel de tu maestro —dijo José comiendo agusto.

—Bueno, no creí que a mi maestro le gustara mucho alardear de más.

—Pero es la verdad, ¿no?

—Luego presumen si quieren, ahora ambos terminen su comida —interrumpió Milagros.

—Mila tiene razón, mejor luego te presumo más de mis habilidades superiores con el arco —José mostró una sonrisa.

—Sí, como sea. Por cierto, ¿y Sebas? —preguntó Cecilia.

—Ni idea —contestó su hermana.

—Debe estar tomando aire en el balcón —contestó José.

—Bueno —Cecilia dejó su lata de comida a un lado y se puso de pie—, yo iré a ver qué está haciendo.

—Creo que yo haré lo mismo —dijo Milagros levantándose.

—Esperen, que yo también las acompaño —dijo José terminando de golpe su comida.

Los tres subieron al balcón, donde encontraron a Sebas apoyado en las barandas mirando a las calles. Él al notar la presencia de sus compañeros se giró hacia ellos y dijo:

—Ya veo que terminaron de comer.

—Sí, y nos aburríamos estando sin hacer nada. ¿Qué hacías? —preguntó José.

—Bueno, salí aquí a pensar un poco.

—¿A pensar en qué? —preguntó Milagros.

—En nuestro plan de escape, chicos. Es importante que ya empecemos a hacerlo.

Los demás se vieron unos a otros por unos segundos antes de regresar la mirada a Sebas.

—Sí, ahora que lo mencionas, creo que ya deberíamos pensar en cómo poder fugarnos de esta ciudad —dijo José.

—Tienen razón —agregó Milagros—, ya hemos estado demasiado aquí, y la verdad, creo que hablo por todos cuando digo que esta ciudad ya nos ha hecho demasiado daño.

—Mi hermana tiene razón. Mientras más lejos de DeepOcean estemos, mejor. ¿En qué has pensado, Sebas?

—Para ser honesto, pensé en muchas formas de tratar de salir de la ciudad, pero no pude llegar a nada en concreto, así que mejor me puse a pensar en dónde podríamos ir saliendo de aquí.

—¿Y se te ocurrió algo? —preguntó José levantando las cejas.

—Pues, pensé en la opción más viable, que sería irnos a otra ciudad para pedir un rescate, pero...

—¿Qué hay de malo con ese plan? —volvió a preguntar José.

—No estoy seguro de si volver a la zona segura sea una buena opción, ya que, piensen que por culpa de ellos quedamos varados aquí otra vez.

—Bueno, sí, es verdad eso, pero entonces si no vamos allá, ¿a dónde iríamos? —preguntó Milagros.

—Buena incógnita, hermana. ¿Nos iríamos de esta ciudad para irnos a otra a seguir combatiendo zombis? Yo no veo esa como una opción factible. En ese caso mejor nos quedamos aquí que ya tenemos una base con recursos... —Cecilia se detuvo y giró la mirada hacia las calles.

—¿Sucede algo hermana? —preguntó Milagros girando en a ver en la misma dirección.

—¿Qué miran? —preguntó José.

—Chicos, no se distraigan. Recuerden que estamos planeando... —Sebas también se detuvo al ver lo mismo que sus compañeros.

Todos terminaron girando la cabeza, y lo que vieron, fue a una persona que venía corriendo a una calle de distancia. Los supervivientes lo siguieron con la mirada, hasta que la persona quedó de pie en frente de una de las entradas al centro comercial, comenzando a golpear y hablando agitadamente.

—¡Por favor, abran la puerta, sé que están ahí! —decía.

Los golpes llevaron a los supervivientes a bajar de donde estaban para verificar qué sucedía con el sujeto. Sebas y José fueron delante de las hermanas, pero cuando Sebas estuvo por abrir la puerta, Milagros lo tomó del brazo.

—¿Estás seguro de abrir? —preguntó susurrando.

—El chico está en problemas, no podemos dejarlo.

—No lo sé, hay algo que no me da confianza en todo esto.

Los golpes constantes se detuvieron por un momento. Todos se giraron a la puerta, y los golpes comenzaron de nuevo, con la persona que seguía hablando desesperadamente.

—¡Sé que están ahí dentro! ¡Abran o moriré, por favor!

Sebas dirigió su mano a la puerta lentamente, mientras que Milagros le decía que no lo hiciera con la mirada. José y Cecilia por su parte, esperaban nerviosos por lo que haría Sebas, cuando de repente este dijo:

—Vamos a demostrar que no solo hay gente mala en un apocalipsis.

La ojos de todos se abrieron golpe al mismo tiempo que la puerta. El sujeto de afuera entonces los vio por unos segundos antes de entrar rápidamente al lugar. Los demás lo examinaron por unos segundos más, hasta que el hombre se dirigió a ellos.

—Gracias —dijo aún recuperando aire.

—No te preocupes —dijo Sebas viendo de manera desconfiada al sujeto, al igual que los demás.

—Sabía que estaban aquí dentro —contestó el hombre mostrando de a pocos una sonrisa.

Eso asustó un poco a los supervivientes, viendo con aún más desconfianza al tipo. Los cuatro tenían muchas preguntas para él, y mientras Sebas cerraba la puerta, el tipo dijo riendo:

—Los engañé.

Casi al instante, un brazo evitó que se cerrara la puerta. Sebas giró de golpe al ver lo que pasó, y fue en ese momento que un grupo de al menos veinte personas estaban detrás de la puerta con armas en mano.

—Pero qué caraj...

Levantaron sus armas hacia los supervivientes al mismo tiempo.

—Todos con las manos sobre la cabeza —dijo fuerte el que se encontraba delante de todos.

Tanto Sebas como los demás hicieron lo que el tipo ordenó. Los hombres ingresaron al centro comercial y llevaron a los supervivientes a una pared mientras eran apuntados con armas. Cerraron la puerta y el que estaba al mando de todos se dirigió a los chicos mostrando una sonrisa burlona.

—Perfecto, muchachos. El lugar es nuestro.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now