Capítulo 68 - Miedo

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El silencio se volvió a apoderar del ambiente. Todas las miradas confusas recayeron en Sebas, que solo atinó a mantenerse firme en su lugar mientras esperaba alguna respuesta de sus compañeros.

—¿Nuestras vidas por tu libertad? —preguntó José enarcando una ceja.

—Sí —contestó Sebas.

—¿Y tú qué respondiste?

—Bueno, creo que es algo obvio que le dije que no —dijo Sebas ofendido.

—Perdón si no entiendo lo que sucede, pero en mi defensa, todo esto no es fácil de captar —dijo Cecilia y preguntó—: ¿A qué te refieres con eso de nuestras vidas por tu libertad?

—Desde ya te puedo afirmar que no es nada bueno —dijo su hermana.

—Ya lo sé, pero quiero saber de qué se trata esa propuesta exactamente.

—Se los diré, no peleen —dijo Sebas y comenzó a explicar—: El enmascarado me explicó que lo que busca es a personas para un experimento que está realizando desde que empezó el virus.

—Sí, y eso yo misma se los conté cuando me liberaron, pero, ¿y eso qué tiene? —preguntó Cecilia.

—Que desde la primera vez que nos vio pasar en ese helicóptero, él solo ha querido atraparnos a los cuatro para usarnos como sujetos de prueba en lo que sea que esté haciendo. Pero luego de mucho tiempo se dio cuenta de que tratar de capturarnos a nosotros cuatro no le da buenos resultados, así que me dijo que si yo los traicionaba y los dejaba bajo su posesión, él me ayudaría a escapar de la ciudad para que pueda ser rescatado.

Eso hizo que todos se llenaran de un sentimiento de miedo mientras volvían a clavar sus miradas en Sebas.

—Y como dije, mi respuesta fue un no, porque yo nunca les haría algo así.

Eso animó un poco el rostro de sus compañeros, que parecieron agradecer esas palabras con los ojos.

—Es bueno saber que no serías capaz de hacer algo como eso —dijo José poniendo una mano en el hombro de Sebas con una pequeña sonrisa.

—Lo mismo pienso yo —dijo Cecilia antes de darle un abrazo a Sebas.

—Nunca dudé de que esa fuera tu respuesta —dijo Milagros también abrazando a su compañero.

Eso generó un pequeño nudo en la garganta de Sebas.

—Me alegra que siempre supieran que no les podría hacer eso —dijo correspondiendo el abrazo—. Ya hemos pasado mucho juntos como para que los abandone ahora. Sus vidas valen mucho más que solo mi libertad, por ello sepan que nunca los dejaré, chicos.

—Ni nosotros a ti —dijo José.

—Completamente de acuerdo —dijo Milagros.

—Y yo opino lo mismo —dijo Cecilia.

El abrazo se prolongó por unos segundos más, y en medio de él, Milagros se separó y dijo a su compañero:

—Aún tengo una duda.

—¿Qué duda?

—¿Cómo reaccionó ese tipo cuando le dijiste que no a su propuesta?

—Él me dijo que me daría un tiempo más para que lo piense, y que luego volvería para saber qué decidí.

—¿Y luego solo se fue?

—Se lanzó a las calles desde la azotea, y cuando fui asomarme para ver qué pasó, él ya no estaba.

—Entonces ahora él sabe que estamos aquí... —dijo Cecilia nerviosa.

—Sí, por eso es que debemos actuar lo más antes posible para irnos de DeepOcean.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora