Capítulo 54 - Rastro

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En otra parte de la ciudad...

Los supervivientes estaban descansando en la casa en la que se refugiaban de los infectados. Sebas luego de haber pensado varios minutos sentado se puso de pie.

—Chicos creo que debería ir a hablar con Milagros —dijo a los demás.

—Tal vez deberías dejarla sola otro rato —dijo José.

—No, esta vez iré, será lo mejor.

Sebas fue hasta la habitación en la que estaba Milagros con la puerta cerrada.

—Oye Mila, ¿podemos hablar? —dijo luego de dar un par de toques.

Nadie respondía a su llamado. Pasados otros segundos volvió a tocar.

—Oye por favor, debo admitir que esta vez sí fui un poco duro, pero tú también no te portaste mejor. Déjame entrar para poder hablar.

Nuevamente nadie contestó. Parecía que el cuarto estaba vacío, a Sebas se le hizo extraño y comenzó a preocuparse.

—¿Estás ahí? ¿Estás bien? Voy a entrar.

Sebas abrió la puerta, pero cuando entró se dio con la sorpresa que Milagros no estaba en la habitación, su atención rápidamente fue hacia la ventana, donde vio una hilera de sábanas atadas que daban hasta la calle. Sebas bajó de golpe con los demás.

—¡Chicos Milagros ha escapado!

—¡¿Qué dices?! —se levantó José de la sopresa.

—¡¿Cómo que se escapó?! —dijo Lucas.

—Salió a las calles por la ventana de su cuarto con ayuda de unas sábanas atadas, tenemos que salir a buscarla.

—¿Pero a dónde? —preguntó José.

—Diablos no tengo idea de a donde se pudo haber ido.

—Ahora solo salgamos a buscarla por donde ella salió, quizás no haya avanzado mucho.

—Tienes razón Lucas, vamos ahora.

Los supervivientes salieron de la casa por el mismo lugar que salió Milagros para no llamar la atención de los infectados, mientras que no muy lejos de ahí, Milagros había ido a la casa en la que había visto más temprano al enmascarado. Al llegar a la entrada vio un rastro de sangre que estaba algo fresca, entonces asumió que era la sangre del enmascarado a causa del disparo que le había dado hace unas horas así que comenzó a seguirlo. En el camino habían algunos infectados, pero ella los mataba con su bate, desquitando su rabia con ellos, solo teniendo cuidado de no cruzarse con algún mutado por las calles.
Poco a poco se iba haciendo más tarde, pronto se haría de noche, y los supervivientes sabían que tenían que encontrar a Milagros o podría encontrarse a el enmascarado y también sería secuestrada o peor, podría ser asesinada por los infectados. Los demás continuaron buscando cuando notaron en el suelo un rastro de sangre.

—Esta sangre en el suelo... está algo fresca —dijo Sebas algo asustado.

—¿Qué tratas de decir? —preguntó José.

—Pero puede ser de cualquier infectado, no hay que darle tanta importancia —dijo Lucas.

—Los infectados ya no botan sangre líquida, la suya es más gelatinosa y un poco más espesa y oscura —contestó Sebas.

—O sea que está sangre es de un humano —dijo José preocupado.

—¿Y si es de Milagros? —preguntó Lucas.

—Significaría que está herida. Hay que seguir el rastro rápido.

Los supervivientes fueron a seguir el rastro rápidamente, mientras por su parte, Milagros ya había avanzado bastante siguiendo la sangre.

—Tranquila Cecilia, ya no falta mucho. Te encontraré, aunque lo haga sola te encontraré —decía en voz baja.

El rastro continuaba a la vuelta de la calle, y cuando Milagros estaba por dar la vuelta, decidió ver antes para asegurarse que el lugar estuviera despejado, pero cuando se asomó vio una gran horda de infectados que estaban en medio de la calle. Ella dudó un poco antes de avanzar, pero luego se dijo a sí misma:

—Puede que no tengas mucho tiempo, puede que a Cecilia no le quede mucho tiempo. No es momento de dudar, es momento de actuar.

Milagros empuño con fuerza su bate y se lanzó contra los infectados. En otra parte, los supervivientes corrían siguiendo el rastro de sangre pensando en que Milagros podría estar herida, continuaban avanzando pero aún así no encontraban nada, cuando escucharon gruñidos y gritos de una chica, que al parecer era de Milagros. Todos fueron rápido hasta el lugar de donde venían los gritos, y se encontraron con varios infectados rodeando a Milagros que estaba en una zona alta, pero no aguantaría mucho, entonces todos fueron a ayudarla. Los tres sacaron sus armas y fueron contra la horda. Los infectados al notar la presencia de los demás fueron tras ellos, y aunque eran una gran cantidad, finalmente se vieron reducidos por los jóvenes. Ya habían terminado con todos. Sebas terminaba de sacar su machete de la cabeza de un infectado y fue donde su compañera.

—Ya puedes bajarte —le dijo—, es seguro.

Milagros entonces bajó con cuidado, y cuando estuvo abajo le dijo a los demás:

—¿Qué están haciendo aquí?

—Salimos a buscarte cuando nos dimos cuenta que no estabas en la casa.

—Además no podíamos permitir que te pasara algo a ti también, así que apenas notamos que no estabas tomamos nuestras armas y salimos a buscarte.

El arrepentimiento se apoderó de Milagros, pensando en todo lo que había hecho a sus compañeros.

—Gracias chicos, gracias por no dejarme aún cuando no fui una buena persona con ustedes, que solo querían ayudarme y...

Ella se cortó a sí misma y fue a darles un abrazo a Sebas y José, quienes se sorprendieron de ello, pero correspondieron el gesto de su compañera, a quien se le habían escapado alguna lágrimas. Lucas entonces los vio a los tres, y notó rápidamente que ellos no eran solo compañeros, tampoco eran amigos. Ellos eran una familia.

—Tranquila Mila, te entendemos, ya pasó —contestó José.

Pero cuando estaban hablando fueron interrumpidos por una gran horda de infectados que llegaron hasta el lugar donde estaban. Todos sacaron sus armas nuevamente y comenzaron a acabarlos, pero a medida que los iban matando, iban llegando cada vez más, y en medio de la ya difícil situación llegaron dos mutados al lugar y comenzaron a ir por los supervivientes. Todos buscaron un lugar donde poder refugiarse, y su desesperación aumento más aún cuando vieron más mutados llegando a lo lejos.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now