Capítulo 40 - Dudas

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Milagros y Cecilia volvieron al refugio luego de dejar el diario en su lugar.

—Bueno, al final sí pasó más rápido el tiempo —dijo Cecilia.

—Sí, pero que triste historia. Cuánto lo siento.

—Lo dices como si el tal Zack Moon te fuera a oír.

—Bueno, ¿cuánto tiempo ya pasó?

—No lo sé, pero de seguro Sebas y José ya deben estar viniendo.

Mientras tanto...

En la autopista que conducía al supermercado, Sebas y José iban lo más rápido posible para conseguir alimentos, mientras que escapaban de una multitud de infectados, ya que sus armas se quedaron sin municiones, y no tenían con que defenderse más que con fierros. A lo lejos, vieron que la autopista estaba llena de varios autos, a lo que José dijo:

—¡Esta puede ser la oportunidad de perderlos, ellos no podrán cruzar tan rápido por aquí!

—¡Tienes razón, vamos!

Ambos se apresuraron y atravesaron rápidamente la fila de autos que los separaban del supermercado. Al llegar forzaron un poco la entrada para ingresar, y finalmente luego de unos segundos lograron abrir las puertas. Ambos entraron y las cerraron para que los infectados no entrasen. Apenas bloquearon la entrada, los dos se tumbaron en el suelo y pusieron a descansar unos momentos antes de buscar comida.

—Al final logramos llegar —dijo José a Sebas.

—Sí, y yo no sé cómo me mantengo con esta herida debajo de la rodilla.

—La verdad es que sí, es sorprendente.

—Bien, ahora a lo que vinimos, la comida.

Ambos se levantaron y fueron a buscar y llevarse todo lo encontraran en unas mochilas que llevaban con ellos. Se llevaron toda la comida enlatada y el agua que pudieron. Ya estaban listos para irse, pero decidieron tratar de buscar una salida en la que no hubieran tantos zombis, así que por la parte trasera de la tienda rompieron sin tratar de hacer mucho ruido unas ventanas y salieron por ellas. Esto conducía a una autopista que también estaba llena de automóviles, y algunos de ellos encendidos, lo que significaba que solo un tope, y sonaría una alarma que atraería una horda, así que trataron de avanzar lo más cuidadosamente posible, cuidando de que nada se les acercará, pero a una distancia algo lejana, alguien vigilaba a Sebas y José con un arma en mano. Él los observó por un tiempo, luego cargó su arma y la apunto hacia ellos, y justo antes de apretar el gatillo, cambió de decisión y disparó a uno de los autos con alarma, esta se activó y comenzó a hacer demasiado ruido. Sebas y José sabían que los infectados llegarían tarde o temprano, así que decidieron apresurarse antes que preguntarse cómo se activó la alarma, y en lo que ambos trataban de atravesar la larga fila de autos lo más rápido posible, vieron como a la distancia se iban acercando los infectados.

—¡Maldición! ¡Y pensar que ya estábamos libres! —gritó Sebas.

—Pero, ¡¿cómo diablos se activó la maldita alarma?!

—¡Ahora solo pensemos en escapar y salir de esta aglomeración de autos!

Ambos siguieron saltando entre los autos, tratando de apresurarse lo más posible. José se adelantó un poco, ya que a Sebas aún le dificultaba un poco el ir muy de prisa, y cuando paró por un momento porque le faltaba el aire, José volvió con él y le dijo:

—Tenemos que apresurarnos Sebas.

—Ya lo sé, solo tenía que respirar un poco, continuemos.

Justo antes de volver a correr, Sebas volteó para ver qué tan lejos estaban de los infectados, pero lo que llamó su atención, no fueron los de la multitud podrida, sino que había una persona muy conocida para él, que los estaba vigilando a lo lejos, pero no pudo seguir viéndolo, ya que sino los zombis los alcanzarían, así que se apresuró y alcanzo a su compañero para que así ambos se fueran a su refugio. Mientras huían del lugar, José vio la estación de trenes, lo que hizo que le llegara una idea a la mente del superviviente.

En el refugio...

Milagros y Cecilia miraban por los alrededores del refugio a ver si llegaban sus compañeros mientras hablaban.

—¿No crees que ya se tardaron mucho? —decía Milagros girando la cabeza de un lado a otro.

—Calma, ya no deben tardar.

—Pues yo ya empezaría a preocuparme, al menos un poco.

—No, solo ha pasado poco menos de una hora y media, lo más seguro es que lleguen antes de que nos demos cuenta.

En lo que hablaban ambas hermanas, vieron como sus compañeros venían a unas cuadras corriendo, con una gran horda de infectados detrás de ellos. Cecilia fue por su arma para acabar con algunos zombis y Milagros fue a esperarlos en las en las escaleras de incendios para ayudarlos a subir. Sebas y José subieron con ayuda de Milagros, y luego subieron las escaleras y bloquearon las entradas del refugio. Una vez todos ya estaban a salvo, Milagros preguntó:

—¿Y cómo les fue?

—Pues supongo que bien, encontramos comida, y no solo eso, sino que también encontramos algo más. —dijo Sebas a las hermanas.

—¿Qué cosa? —preguntó Cecilia.

—Una alternativa para salir de esta ciudad —contestó José mostrando una sonrisa.

Tanto Milagros como Cecilia quedaron algo confundidas con esas palabras de José, así que Cecilia le preguntó:

—¿A qué te refieres con eso?

—Tranquilas yo les digo todo.

Antes de que José diga su idea al resto del equipo, notó que Sebas estaba muy serio y pensativo.

—¿Sucede algo viejo? —preguntó.

—La verdad sí, y es mejor que se los diga.

—¿De qué hablas?

—Cuando estábamos en el camino con los autos, donde nos atrapó la horda, llegué a ver algo.

—¿Qué dices? ¿Viste qué?

Sebas se silenció unos segundos, la confusión se hizo presente en los demás. Luego de estar en silencio por un tiempo Sebas le dijo a sus compañeros lo que vio:

—¿Recuerdan al tipo que disparó al piloto del helicóptero hace unas semanas cuando volvíamos de una misión? Aquel idiota de la máscara.

—Pues sí, como no recordarlo si casi morimos por su culpa —dijo Milagros.

—Obvio lo recuerdo —agregó Cecilia.

—Yo también, recuerdo que lo tiramos... bueno, que tú lo tiraste de ese edificio, pero, ¿qué tiene que ver él en todo esto?

—Hoy se activaron las alarmas de los autos cuando salíamos de supermercado, al parecer sin razón aparente, pero, yo vi que fue ese sujeto, el mismo que disparó contra el piloto, fue el que disparó contra los autos a propósito para atraer a los infectados —dijo Sebas serio.

Todos quedaron completamente sorprendidos y aún más confundidos al mismo tiempo. Parecía que lo que decía su compañero era algo muy inverosímil.

—¿De qué estás hablando? ¿Acaso tratas de decir que ese sujeto que tiraste de la azotea de un edificio aún está vivo? —preguntó José.

—Pues me pareció verlo a lo lejos. Tenía la misma máscara antigás, y además se parecía mucho.

—¿Pero no estás seguro de que es él? —preguntó Milagros asustada.

—Pero es imposible que esté vivo, ya que, solo piensen, ¿cómo alguien sobreviviría a una caída de esas? —preguntó Cecilia estando igual de asustada que su hermana.

—Justamente por eso es que aún tengo mis dudas, acerca de si fue él, pero de lo que sí estoy seguro, es que esas alarmas se activaron por culpa de alguien que estaba ahí.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang