Capítulo 67 - Confesión

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Sebas decidió quedarse en la azotea pensando un poco más en lo que amanecía. Luego de un rato, bajó las escaleras y se detuvo un segundo antes de entrar a la sala en la que descansaba José.

—Ustedes no me traicionarían, chicos. Lo sé —dijo.

Entró a la sala y se dejó caer en uno de los sillones libres suspirando profundamente y se volvió a decir:

—Debemos escapar lo más pronto posible. Esta maldita ciudad me volverá loco.

Sebas notó que José comenzaba levantarse, quien mientras se sentaba en su lugar de descanso miró a su compañero.

—¿Madrugaste? —preguntó José bostezando.

—Algo así —contestó Sebas.

—Bueno, aún es muy temprano, así que te sugeriría que te vuelvas a dormir.

—Ya no tengo sueño —Sebas se silenció por un par de segundos antes de continuar—, y además, los necesito despiertos.

—¿Para qué?

—Debo decirles algo que pasó más temprano.

—Bien, entonces despertemos a las chicas.

—Deja que duerman un poco más, y ya les diré cuando ellas se despierten por su cuenta.

—Está bien, pero, ¿es algo de lo que debamos preocuparnos?

Sebas desvió un poco la mirada, y cuando trató de decirle a José que se encontró con el enmascarado más temprano se detuvo.

—Mejor te lo digo cuando Mila y Ceci hayan despertado. Ahora si tú también deseas dormir un poco más, hazlo.

—Está bien, lo que tú digas... —José entrecerró un poco los ojos.

Fue en ese momento que Cecilia apareció en la sala.

—Buenos días, chicos —dijo bostezando.

—Buenos días —dijo José.

—Hola, Ceci. ¿Qué tal dormiste? —preguntó Sebas.

—Muy bien, y me hubiera gustado dormir hasta más tarde, pero el hambre fue mayor —contestó.

—Y tu estómago estuvo haciendo sonidos raros toda la noche —dijo Milagros también entrando a la sala.

—Yo ni lo noté —dijo Cecilia cruzándose de brazos—, y lo más probable es que apenas se haya escuchado un poco y tú estés exagerando como siempre.

—En fin, mejor dejen su pelea y desayunemos, que Sebas luego tiene que decirnos algo importante —dijo José poniéndose de pie.

—¿Pasó algo? —preguntó Milagros.

—En realidad, tengo buenas y malas noticias —contestó Sebas.

—¿Qué pasó ahora? —dijo Cecilia poniendo una mueca.

—¿Quieren que se los diga ahora o luego de desayunar?

—Ahora mismo —dijo Milagros.

—Sí, ahora. Es mucha mi curiosidad —dijo Cecilia.

—Y además dijiste que tenías malas noticias, lo que hace que mi intriga también crezca —agregó José.

—Está bien —dijo Sebas—, se los diré ahora.

Todos se sentaron en los sillones mientras Sebas se ponía de pie para contarle todo a sus compañeros.

—Más temprano, cuando eran probablemente entre las cinco y cinco y media de la madrugada, un sonido de afuera me despertó.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now