Capítulo 18 - Mutación

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El enmascarado se dirigió a un escritorio y sacó de unos cajones, unos papeles con información muy importante, era acerca del Virus B3H3, el mismo virus que se había convertido en una pandemia en el poco tiempo de haberse encontrado. Tenía la información completa de la enfermedad, desde los síntomas hasta las consecuencias y, en la habitación en la que estaba él con el hombre atrapado, había otra cápsula en la que había el cuerpo de un zombi muerto, del cual, logró extraer el virus en un frasco, lo puso en una cámara de gasificación y lo soltó en la cápsula del hombre, haciendo que este último empezara a tener los síntomas del virus. El hombre se dio cuenta que pronto de lo que estaba pasando, y sabía que se convertiría en un infectado, por lo que se desesperó aún más y trató de huir, los síntomas se empezaron a sentir en su cuerpo, perdió el conocimiento y se desmayó, para que luego de segundos sea reanimado por el virus, pero esta vez como un infectado. El enmascarado pasó a revisar al zombi, luego en la cápsula soltó otro gas, que aceleró el virus en el organismo del infectado, después de unos segundos, el zombi empezó a gritar, luego su cuerpo comenzó a cambiar para tener otra forma mucho más aterradora para la vista humana. El enmascarado al ver eso dijo:

—El virus no solo bastó con volver en zombis a las personas, ahora las está mutando, supongo que eso puede ser malo para algunos, pero debo encargarme de que eso no suceda con todos.

Mientras eso ocurría en la base subterránea del enmascarado, en la tienda de armas, los supervivientes y el dueño de la tienda, que se llamaba Alex, lograron tener una conversación tranquila. El dueño les dijo:

—Ya les había dicho que no había nada de qué preocuparse, solo fue que me sorprendí al verlos en mi tienda, por un momento llegué a pensar que los infectados lograron entrar aquí.

—Sí, ya entendimos, al final ya sabemos que la culpa de todo esto la tiene José —dijo Sebas mostrando una leve sonrisa.

—Claro que sí... espera, ¿y por qué yo?

—Porque tú nos dijiste que no había nadie aquí cuando sí había alguien.

—Bueno pues yo pensé que no había nadie aquí.

—Ya dejen de pelearse —dijo Milagros y añadió—: No fue culpa de nadie.

—No estamos peleando, solo... resolvemos las cosas de manera diferente —dijo Sebas.

—Bueno podría decirse, pero creo que ya hemos estado aquí mucho, tal vez ya deberíamos volver al refugio —mencionó José tratando de cambiar de tema.

—José tiene razón, luego se hará muy tarde y será más difícil volver —agregó Cecilia.

—En eso sí tienes razón hermana, mejor ya vamos.

El dueño de la tienda al ver que ya se preparaban para que se fueran les dijo:

—Yo me iba a ir de mi tienda hacia otra ciudad en mi camioneta, escuché que en otras ciudades el ejército está haciendo evacuaciones donde lleva gente a zonas seguras, tal vez si quieren podrían acompañarme.

—Sería lo mejor, gracias, bueno, por mí no habría ningún problema, pero también dependería del resto de mi equipo —dijo Sebas.

—Creo que sería la mejor opción que podríamos tomar —contestó rápidamente Milagros.

—Por mí también, aún si no quisiera ir, mi hermana me obligaría así que de todas maneras iré.

—Si están todos de acuerdo, por mi lado tampoco hay problema —dijo José.

—¿Entonces los llevo? —preguntó Alex nuevamente.

—Parece que sí —contestó Sebas en nombre del grupo.

—Está bien, pero habrá que salir por la puerta de adelante, ahí se encuentra mi vehículo.

—Probablemente haya muchos infectados.

—¿Pero se saben defender o no?

—Claro que sí. ¿Cómo crees que llegamos hasta aquí? ¿Y tú te sabes defender?

—Yo nunca escapo a una horda, eso tenlo garantizado.

—¿Pues qué estamos esperando entonces?

Todos se prepararon y salieron por la puerta delantera de la tienda. Para su buena suerte, la calle estaba despejada. Vieron que el vehículo estaba en una esquina y se dirigieron a él; Alex estaba por abrir las puertas, cuando de la nada vino una gran horda de infectados que se dirigía hacia ellos. Todos rápidamente sacaron sus armas y empezaron a disparar contra los zombis, al ver que eran muchos, Alex sacó de su mochila una granada, la activó y la lanzó contra los infectados, segundos después explotó dejando muchos pedazos de los cuerpos infectados volando por los aires. La explosión acabó con gran parte de ellos, pero debido al sonido también atrajo muchos otros, pero entre los grupos de infectados, habían algunos que llamaron la atención de los supervivientes, ya que eran zombis, pero no como los que habían visto hasta ahora, pues estos sobresalían al tener características que los hacían únicos y aterradores entre los infectados normales. Estos eran más lentos, tenían la mandíbula un poco más pronunciada y que chorreaba sangre de ella, eran más altos de lo normal, con una musculatura un poco más pronunciada y por último, unas garras en las manos. Al ver a estos nuevos infectados todos los supervivientes quedaron aterrados.

—Creo que estamos completamente perdidos —dijo José.

—No seas pesimista —lo cortó Sebas mirando fijamente a los infectados.

—Bueno y según tú, ¿cómo vamos a sobrevivir a esas cosas?

—No lo sé, por ahora creo que deberíamos...

Sebas vio como mientras ellos se quedaban peleando por sus vidas, Alex volvió a la tienda al parecer para salvarse, esto hizo a que Sebas diga enojado:

—¡Ese maldito, nos abandonó a nuestra suerte!

Los zombis normales se iban acercando, acompañados de los zombis mutados, pero antes de que pudieran llegar hasta los supervivientes, un montón de granadas empezaron a caer sobre ellos; Sebas volteó y vio que era Alex que desde su techo disparaba con un lanzagranadas a los zombis. Alex les gritó a los supervivientes:

—¡Vengan rápido que yo los mantendré alejados!

Los supervivientes fueron a refugiarse a la tienda, apenas llegaron cerraron la entrada y la bloquearon, luego bajó Alex y le dijo a Sebas:

—Te dije que no huía nunca de una horda.

—Vale, es verdad, me consta.

Ya estando seguros todos, Milagros preguntó muy aterrada:

—¡¿Qué rayos eran esas cosas de afuera?!

—No lo sabemos —dijo Sebas recuperando aire agregó—: Solo está claro que con esas cosas afuera, complica nuestra situación de querer escapar.

—Eso está más que claro, pero, ¿ahora qué haremos? —preguntó Cecilia.

—Habrá que pensar en otro plan de escape, que esta vez sea aprueba de cualquier tipo de zombi.

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoOnde histórias criam vida. Descubra agora