Capítulo 18

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—¿Le has cortado las alas a tu pareja?
—Nunca. Le he dado las mías, para volar.

Llegaron al famoso "Paradise City" una isla hermosa, grande, con olas rompiéndose a cada segundo y vegetación variada. Todo un espectáculo a la vista, haciendo ver a los turistas del motivo de su nombre.


Abbey ya estaba completamente recuperada y bastante feliz, porque aprovecharon las vacaciones del instituto para ir y no perder clases en vano.


Se alegró mucho más al ver la casa de su abuela, en donde había pasado la mayor parte de su infancia.

—¡Todo está igual!

La abuela sonrió encantada. Esa era su nieta, la sonrisa que tenía en el rostro sí pertenecía a su nieta y no el aura tóxico que tenía en esa mansión maloliente.

—¡Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en tu casa, abuela!

—Sí, mi niña. Pero finalmente estás aquí—recogió un mechón de cabello y lo colocó detrás de la oreja de Abbey—. Ya tienes el cabello bastante largo. ¿Te lo vas a cortar de nuevo? Ahora te queda muy lindo.

—No lo sé—pensó—. Tal vez lo considere...

Miró el cielo abierto, azul y con unas cuantas nubes. El sol estaba en lo alto. Un excelente día, en todas las letras.

—¡Evan! ¡Vamos! ¡Te tengo que mostrar el lugar!—giró para mirarlo—. ¿Qué tal si...?

Quedó sorprendida. Evan traía todo el equipaje solo, muchas maletas e incluso las bolsas de su abuela. Se veía en aprietos y no muy bien. Abbey podía ver como sus piernas temblaban del esfuerzo.

—¡Evan! ¡Espera yo te...!

—Ni te atrevas. Estoy bien—gruñó del esfuerzo.

Abbey se mordió el labio. Evan no iba a permitir que le ayudase, aunque ella tenga buenas intenciones, sabía que dañaría su orgullo.

—¡Eso!—la anciana les dió la espalda para que no vean la sonrisa en su rostro—. Ayudar con el trabajo pesado es cosa solo de hombres.

—Te prometo que antes de que volvamos a casa—jadeaba—. Voy a hacer que tu abuela nos dé la bendición para que pueda pedir tu mano en matrimonio de manera formal.

Abbey suspiró. Era la primera vez que Evan salía de la mansión sin guardaespaldas, incluso prohibió a Stephen embarcarse al viaje. Stephen quiso protestar, pero como siempre, él es demasiado terco como para dar su brazo a torcer.

Ella no sabía si eso fue buena idea. Se preguntaba si todo saldría bien y rezaba en el fondo para que así sea.

Evan dejó caer las maletas dentro de la casa, en la sala. Comenzó a respirar como se debe sin todo ese peso en su cuerpo.

—Niña...—La abuela subió una ceja.

—Sí, señora. Prepararé el té de menta.

Abbey salió disparada rumbo a la cocina. Era típico ofrecer a los visitantes el mejor té de menta que había en la casa. Pero antes habló:

El Contrato #2Where stories live. Discover now