Capítulo 66

19 5 0
                                    

Evan sintió que el corazón se le paraba al oír esas palabras que lo destrozaban. Su mente se quedó en blanco, incapaz de procesar la realidad. El agotamiento le pesaba como una losa, ralentizando sus reflejos.

Vio a su prometida alejarse corriendo, como una sombra fugaz que se desvanecía entre los árboles. Quiso seguirla, pero sus piernas no le respondían.

—¿Qué?—balbuceó al fin—. ¡Abbey, no te vayas! ¡Yo…!

De repente, el mundo se iluminó con un resplandor cegador, que le quemó los ojos como si mirara al sol. Se balanceó como un barco en una tormenta, sintiendo un vértigo que le revolvía el estómago. Los árboles se retorcieron como serpientes, susurrando palabras que no entendía. Un zumbido ensordecedor le taladró los oídos, como si miles de abejas le rodearan. Y todo se hundió en la oscuridad cuando perdió el conocimiento, sin saber si volvería a ver a Abbey alguna vez.

Cory siguió el rastro de Evan, que había salido disparado tras su prometida, Abbey. A Corey le angustiaba la idea de que Evan sufriera algún percance, pues lo veía pálido y febril, con los ojos hundidos y las manos temblorosas. Ser el CEO de una empresa al borde de la bancarrota le había pasado factura y eso se reflejaba en su aspecto. Por eso, sin pensarlo dos veces, se lanzó a la calle, decidido a encontrarlo.

De pronto, se topó con una calle solitaria y lo que vio le heló la sangre. Era Evan, su Evan, tendido en el suelo, inconsciente. Corrió hacia él, aterrado.

—¡Señor Evan, despierte!

(...)

El sol resplandecía en lo alto del cielo, pero su calor no era suficiente para templar el ambiente gélido de la estación de servicio donde Abbey trabajaba. Era una de esas raras ocasiones en que el país sufría una ola de frío, con temperaturas que bajaban de los 5 °C en algunas zonas. El viento soplaba con fuerza, cortando la piel como un cuchillo. Abbey se abrigaba con lo que podía, pero aún así sentía el frío calarle hasta los huesos.

Con una mano, frotaba el vidrio delantero de un coche que le habían encargado, mientras que con la otra se tapaba la boca, buscando algo de calor. Alternaba las manos cada poco, para evitar que se le congelaran los dedos. A su alrededor, la calle estaba casi vacía, solo algunos transeúntes se atrevían a salir con sus abrigos y bufandas. La estación de servicio parecía un lugar abandonado, sin apenas clientes ni movimiento.

Hacía tres días que había roto con Evan. Desde entonces, se había refugiado en la casa de sus padres y había apagado su celular.

Cuando acabó de limpiar el vidrio, se dirigió a la parte de atrás, para ordenar las cajas y los neumáticos que le había pedido el gerente. Ella era la responsable de hacer el inventario del día.

Por supuesto, Abbey sabía que no podía dejar las cosas así, sin resolver. Pero, por muy egoísta que fuera, no quería pensar en eso en ese momento.

Al intentar levantar una caja pesada con herramientas de acero, la caja se le escapó de las manos, era más de lo que podía soportar.

—¡Ay!—se agachó, tratando de evitar que le cayeran encima, pero su espalda chocó contra dos enormes pilas de neumáticos apilados con cuidado—. ¡Auch!

En un instante, alzó la vista y vio la muerte acecharla. Dos enormes pilas de neumáticos se desplomaban sobre ella, como dos torres que se derrumbaban. Eran neumáticos de tractor, gruesos y pesados, capaces de aplastarla como a una hormiga. Cerró los ojos y esperó el impacto.

Pero el impacto no llegó. En su lugar, notó una ráfaga de aire y un estruendo. Alguien había salido de la parte de atrás y había apartado esos neumáticos con una fuerza sobrehumana. Los había pateado y empujado como si fueran simples cajas de cartón y no pesaran una tonelada. Los había lanzado lejos de ella, salvándole la vida.

Abrió los ojos y vio a Cory, la asistente de Evan, de pie frente a ella, con el pie aún en alto y el rostro tenso. Cory la miró con reproche y le espetó:

—¿Qué demonios haces? ¿Este es tu trabajo de medio tiempo?

(...)

Se dirigieron al estacionamiento, para escapar de la mirada de su jefe, que les reprochaba su falta de trabajo, pero sobre todo para evitar que nadie más oyera esa conversación tan incómoda.

Cory caminaba sin rumbo, alejándose cada vez más de la estación de servicio. Abbey la seguía con nerviosismo.

—¿Piensas hablar o qué? No hace falta que nos vayamos hasta China para…

—¿Por qué no has regresado al departamento?—Cory la interrumpió, sin volverse a mirarla.

Abbey apretó los puños. —. Eso no es asunto tuyo.

Cory se dio cuenta de que Abbey no iba a cooperar si seguía con ese tono, así que se giró y se acercó a ella. Le mostró la foto que Evan llevaba en la mano el día que se desmayó en la calle.

—¿Es por esta foto?

Abbey no contestó, pero apartó la vista. Cory soltó un suspiro.

—Vale, basta de rodeos. Vamos a dejar las cosas claras de una vez.

—Cory, esto es entre Evan y yo, tú solo eres su asistente y…

—Me gusta el señor Evan.

Cory la interrumpió y Abbey abrió mucho los ojos, al escuchar la confesión.

—Y no, no me gusta solo como compañero de trabajo o jefe. Me gusta como hombre—inhaló y exhaló, dispuesta a contarle a Abbey como fue que todo empezó—. Fue hace un poco más de diez años que lo conocí por primera vez. Tuve que mudarme a Canadá por el trabajo de mis padres. No podía entender el francés, por lo cual era intimidada por los demás niños todos los días…

INICIO DE FLASHBACK

—¡Te encontré, extranjera!—el niño más grande la agarró del nacimiento de su cabello y comenzó a arrastrarla por el camino de esa manera.

Otro niño rió y le pisó los dedos. —. ¡Ya te había dicho que no fueras a nuestra misma escuela si eres una sucia extranjera!

Cory comenzó a llorar, sus lentes se empañaron por el vapor de sus lágrimas, le dolía demasiado y por más que pedía clemencia, ellos parecían más disgustados por no entenderla.

—¡Los que no pueden hablar el francés deberían irse a su propio país!

—¡Si!—estuvo de acuerdo el otro—. ¡Que se larguen los extranjeros!

—¡Están en mi camino, inútiles!—Un niño de cabello oscuro y ojos verdes, apareció detrás de ellos y los pateó a ambos lejos de ella, haciendo que Cory por fin pudiera respirar bien, sin tener dolor.

Ella observó desde el suelo con los ojos muy abiertos, al niño más hermoso que haya visto jamás. Cabello tan negro como la noche, ojos verdes, mejillas redondas, nariz perfilada y un aura muy poderosa.

—¿Quién se supone que eres?—le preguntó el niño a ella, con voz muy arrogante y con el ceño fruncido. Claramente no le gustaba la situación o estar ahí. Quizás ambos.





Cory tiene una historia bastante interesante, no la juzguen, si?

Su escritora favorita 💅

RZ 💜

El Contrato #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora