Capítulo 63

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—¿Qué tal el día, Abbey? —La voz dulce y armoniosa de la asistente de su novio la recibió al entrar en la casa.

Abbey sintió una punzada de irritación al verla sentada junto a Evan, con una taza de té en la mano y una sonrisa angelical en los labios. Era como si fuera la dueña del lugar, y no una intrusa impuesta por el tío de Evan.

Que infierno.

Evan, por su parte, estaba absorto en la lectura de un libro, ajeno al malestar de su prometida. O al menos eso parecía.

—Ya llegué—Abbey anunció, como si no hubiese escuchado el saludo de Cory.

Evan entrecerró levemente los ojos al ver la molestia escrita claramente en las facciones de su futura esposa.

“¿Estás segura de que la podrás soportar y acostumbrarte?” Pensó mientras la veía sacudirse la ropa de calle para entrar a la casa.

De repente, Abbey sacudió la cabeza cuando se dió cuenta de algo. La casa le pareció irreconocible. Todo estaba nuevo, reluciente, sofisticado. ¿Cuándo habían hecho esa reforma? Se mordió el labio, seguro que había sido cosa del tío de Evan, el mismo que les había impuesto la presencia de Cory en su hogar. Qué generoso.

—Me voy a poner algo cómodo para doblar la ropa —dijo, con voz cansada—. Evan, ¿me echas una mano?

No hizo falta que se lo pidiera dos veces. Evan se levantó de un salto y fue a buscar la cesta de la ropa. Era tan atento, tan cariñoso, tan perfecto.

Ella le dedicó una sonrisa agradecida y se dirigió a su habitación.

(...)

Abbey lanzó una mirada furtiva a su prometido y a Cory, que estaban absortos en unos documentos de la empresa, frente a frente en la mesa. Parecían dos gladiadores en una arena, dispuestos a luchar por la mejor estrategia.

—Está claro—Evan golpeó el papel con el dedo índice, como si fuera un martillo—. Tenemos que aumentar el valor de cada cliente y diseñar un nuevo algoritmo que se adapte a las nuevas demandas...

Cory sacudió la cabeza y garabateó algo en el papel.

—Pero eso implica que...

Abbey se mordió el labio inferior. Su prometido no dejaba de trabajar ni en sus momentos de ocio ni en su propia casa. Lo que más le dolía de todo eso era que no tenía ni idea de lo que estaban hablando. Se sentía ignorante, aunque siguiera doblando ropa que ya había planchado hace unas horas.

De pronto, vio cómo la expresión de su novio se endurecía, como cuando algo le atrae y le irrita al mismo tiempo.

—¿Ah, sí, Cory? ¿Te crees más lista que yo? Pues ilústrame con tu punto de vista—le espetó, mientras Cory encogía los hombros y le soltaba una sarta de palabras que Abbey no comprendía, con el rostro y la voz inexpresivos.

Eso fue el colmo. Se mordió la lengua con tanta fuerza que sintió el sabor metálico de su propia sangre.

Se puso de pie de un salto.

—¡Chicos! ¿No les apetece comer algo?—les sonrió a los dos, fingiendo alegría mientras se estiraba—. ¡Voy a preparar algo rico!—juntó las manos con entusiasmo—. ¡Ya sé! ¿Qué les parece unas sabrosas milanesas de berenjena con jugo de naranja ?

—No podemos comer ahora, tenemos cosas que hacer —dijo Evan con prisa.

—¿Qué cosas? —preguntó Abbey con curiosidad.

Cory se pasó una mano por su liso cabello negro, sin hacer caso a la pregunta de Abbey.

—Yo no tengo hambre.

El Contrato #2حيث تعيش القصص. اكتشف الآن