Capítulo 4

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¿Uso ropa interior de abuela? Ésa es la cuestión.
Como luego existo.

Por un momento hubo silencio. Los pájaros cantaban, la luz del sol salía, el aire no tan puro por la contaminación urbana se respiraba, sin embargo ¿Qué acababa de escuchar?

Ah, carajo, ¿porqué preguntó eso a la persona más frívola y sin sentido en el mundo? Abbey no lo sabía. Su rostro lo sentía en llamas, ni de broma miraría a Alastor a la cara luego de esa penosa y ridícula pregunta. Llevó ambas manos a su cara cubriendo su boca en el proceso, evitando que más oraciones estúpidas arruinen su coeficiente intelectual. Antes de decir nada más, sintió una mano grande y fría en su cabeza, acariciandola como si fuera algún tipo de San Bernardo.

—No creí que fueras tan tonta, amateur—Abbey subió la mirada a pesar de su bochorno. Las palabras de Alastor sonaban hirientes, sin embargo el tono de su voz era suave y carente de asperezas, como si esas palabras fueran absolutamente lo contrario a lo que quería transmitir. Lo que decía y su rostro con esa sonrisa tierna-amigable no portaban sentido—. Es obvio que si la persona que amas prepara algo especial para ti, te sentirás el más genial de todos. Así que, sí, el chico se sentirá afortunado de tener a alguien que piense en él hasta en el más mínimo detalle.

Abbey entreabrió la boca, sorprendida—. Sin embargo—Alastor sonrió al estilo gato de Cheshire y se acomodó el cabello para observarla mejor—. Las bragas de Winnie-the-Pooh se te ven super bien.

¡¿Eh?! ¡No puede ser! ¿Lo vio? ¿Se habrá levantado su falda del instituto cuando dormía? Dió medio paso atrás, ingresando en un nuevo nivel de vergüenza.

Toc toc ¿Quien es? Es Abbey, la que le mostró las bragas de Winnie-the-Pooh al Rockstar más famoso del país. Todo tranqui, nada fuera de lo común, lo que pasa todos los días. ¿A ustedes no?

—¿Cuándo la has visto?

Alastor rió con gracia, echando la cabeza hacia atrás en una risa totalmente sincera.

—¿Entonces estoy en lo cierto?

Abbey roja de la vergüenza, dió media vuelta apretando los puños. Tenía que salir de allí rápido si quería mantener la poca dignidad que le quedaba.

—¡Como pensaba! ¡¿Porqué te lo he preguntado a ti?!

Corrió hacia los pasillos, perdiéndose de su vista. Alastor miró fijamente, el cabello rubio meciéndose al viento, desapareciendo en una esquina. Fue allí que se desplomó en el banco y rió con fuerza. No, no era una risa de diversión, mucho menos de alegría, era una risa sarcástica, agria, tal como lo sentía en la boca del estómago.

—Créeme, hubiera preferido no escucharte decirlo, amateur—susurró con ambas manos en la cabeza. Un dolor punzante le obligó a cerrar los ojos. Mierda, la tristeza le daba dolor de cabeza y necesitaba con más ahínco la siesta que vino a buscar en un principio.

De rodillas en su dormitorio, deshizo las bolsas de compras. Se supone que sólo iría al centro comercial a mirar, se supone que al terminar las clases fue a decidir si comprarlo otro día o no, se supone que era solo para recopilar información necesaria para su investigación. Bueno, no salió como esperaba. La dependienta al verla tan interesada y a la vez tímida en la sección de lencería, rápidamente vino a ofrecerle su ayuda, ayuda que obviamente rechazó y ayuda que obviamente la dependienta proporcionó de todos modos. Con sólo mirarla de pies a cabeza, supo que era su primera vez en esa sección de lencería sexy y que quería comprar no para ella misma, sino para impresionar a alguien más. La suerte que tuvo es que la mayor parte del tiempo fue la efusiva empleada del comercio la que hizo conversación y eligió las prendas interiores basándose en los balbuceos y el dulce rubor en sus mejillas. Con un guiño la había mandando a probarse y le dió el visto bueno con el guiño nuevamente, esa dependienta fue tan amable que incluso le hizo un descuento por comprar tres conjuntos de diferentes estilos y colores.

El Contrato #2Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang