Capítulo 53

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—¿Qué?—Mercy miró con asco a Evan—. ¿Acaso no tienes orgullo? ¿Por qué no te defiendes?

Evan escupió sangre al suelo—. ¿Qué te crees? ¿Qué me has hecho algo? ¿Eso es lo mejor que puedes hacer?—se burló con una sonrisa maliciosa al ver el desconcierto en el rostro de su rival y se pasó la mano por la mejilla, donde había sentido el impacto de la espada de madera—. La fuerza insignificante de un mocoso asustado no me hará ni cosquillas.

Mercy apretó los dientes, sintiendo la punzada de la ira.

—Seguro que tu padre es tan patético como tú…—Evan siguió provocando y se deleitó con el dolor que reflejaba la cara de Mercy—. O peor.

Sin previo aviso, retrocedió al sentir otro golpe de un furioso Mercy. Mercy le asestó golpe tras golpe en las costillas, con mucha más potencia que antes.

¡Qué se había creído ese idiota! ¡Qué su padre era débil! ¡Qué él era débil!

—¡No vuelvas a mencionar a mi padre!—otro golpe con la espada de madera en la nariz—. ¡No tienes ni puta idea de nada!—Mercy lo atacó sin piedad y sin apenas tomar aire por la rabia—. ¡Siempre buscando la forma más fácil de hacer las cosas! ¡No tienes ni idea de lo que es luchar, de lo que es pasar necesidad! ¡¿Qué sabes tú de mi odio y mi frustración?! ¿Qué derecho tienes para llamarnos débiles?

El último golpe lo lanzó por los aires como un muñeco de trapo. Abbey soltó un alarido y corrió hacia su novio, que yacía maltrecho en el suelo.

—¡Evan!

Evan alzó una mano y le hizo un gesto para que se detuviera.

—No—miró desde el suelo a Mercy con una mirada desafiante—. Ya lo oíste—se incorporó con dificultad, tambaleándose. Estaba lleno de magulladuras y heridas que le manchaban la ropa de sangre—. ¿Eso es todo lo que puedes dar? ¿Crees que tu odio y tu tristeza son tu fuerza?

Mercy se quedó paralizado, bajó sin darse cuenta su florete y trató de comprender a Evan.

Abbey se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Se dio cuenta de que era inútil intentar detener a los chicos, porque Evan estaba tratando de llegar al corazón de Mercy.

—Eso no es suficiente, lo sabes—señaló a Mercy con el dedo—. ¡Ven a por mí con todo lo que tienes!

Mercy sintió un escalofrío al ver a Evan acercarse a él sin armas. No sabía qué quería, pero no le gustaba. Retrocedió instintivamente, levantando su espada de madera como si fuera una barrera.

—Mercy...

La voz de Evan sonó suave, casi suplicante. Mercy se tensó, preparado para defenderse.

—¡No te acerques! —exclamó con terror, dando otro paso atrás. No se dio cuenta de que estaba al borde de un antiguo barranco, donde parte de su casa en el colegio se había construido. La valla de madera que lo separaba del abismo se rompió bajo su pie y perdió el equilibrio, cayendo de espaldas al vacío.

—¡Mercy! —gritó Abbey, la prometida de Evan.

Evan reaccionó con rapidez y se lanzó hacia Mercy, agarrándolo del brazo justo a tiempo. Hizo fuerza para sostenerlo, mientras gruñía por el esfuerzo.

—¿Qué? —Mercy se quedó boquiabierto al ver que Evan lo había salvado de caer—. ¿Qué haces? ¿Quieres morir conmigo o qué? Déjame ir.

—No voy a soltarte.

Mercy no pudo replicar, porque vio a Abbey correr hacia ellos y ponerse detrás de Evan para ayudar.

—¡Mercy! —lloró Abbey, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Sujétate bien!

Mercy no podía creer que lo estuvieran ayudando.

—Mercy, tenías razón —dijo Evan, mirándolo a los ojos—. Me equivoqué al llamarte débil aquel día. Siempre creí que el dinero y la clase social eran lo que hacía a alguien fuerte. Así viví toda mi vida.

—No tienes...

—Pero —lo interrumpió Evan, y volvió la cabeza para ver a Abbey, su amada—. Ahora lo entiendo, ahora lo veo claro —le sonrió—. "Quiero proteger lo que es importante para mí" eso es lo que piensas, ¿verdad? Eso es lo que te hace fuerte. Desde que conocí a Abbey, sentí lo mismo.

Mercy estaba atónito, viendo la pasión que había en el rostro de su enemigo, el amor que se reflejaba en los ojos de la novia de su enemigo. ¿Cómo podían ser así?

—Lo que es importante te hace fuerte.

Mercy sintió un nudo en el estómago. —Pero, eso es... —no pudo terminar, porque dos manos lo sujetaron del brazo, impidiendo que se precipitara al vacío.

Los gemelos que acababan de llegar, fruncieron el ceño por el esfuerzo y gritaron al unísono: —¡Mercy!

Mercy se sobresaltó, sin creer lo que veía.

—Ryan, Roan... ¿Qué hacen aquí? ¿No habían renunciado a servirme?

—¡Tonto! —Roan soltó unas lágrimas, recordando los días felices que pasó con su hermano y Mercy—. Eres un valioso miembro de nuestra familia. ¡Los tres juntos contra el mundo! ¿Lo olvidaste?

Ryan resopló y habló después de que su hermano gemelo terminara: —No importa lo que suceda, nunca te abandonaremos.

Mercy agachó la cabeza y sollozó, sintiendo un nudo en la garganta.

Evan sonrió. Había logrado convencerlo.

—Mercy, sé fuerte.

Mercy lloró más fuerte, sin levantar la cabeza.

—Sé fuerte —insistió Evan—. ¡Porque tú también tienes que proteger a los que te acompañan! ¡Ellos te necesitan y confían en ti!

Mercy levantó la cabeza, mirando a los ojos de Evan, Ryan y Roan. Vio en ellos una determinación que no había visto antes. Se dio cuenta de que no eran sus enemigos, sino sus amigos. Sus hermanos.

—¿Por qué? —preguntó con voz débil—. ¿Por qué me ayudan? ¿Por qué me quieren?

—Porque eres un buen amigo —respondió Evan—. Porque eres alguien importante para muchos.

—Porque te queremos —añadió Ryan.

—Porque te admiramos —completó Roan.

Mercy sintió un calor en el pecho, una emoción que no había sentido en mucho tiempo. Era amor. Amor fraternal.

—Yo también los quiero —dijo Mercy, con una sonrisa—. Yo también los admiro.

Evan, Ryan y Roan sonrieron, aliviados y felices. Tiraron de Mercy, para subirlo al borde del barranco. Mercy se aferró a ellos, agradecido y emocionado.

—Gracias —les dijo—. Gracias por salvarme.

—No hay de qué —le dijeron ellos—. Estamos juntos en esto.

Se abrazaron, sintiendo el vínculo que los unía. Eran más que amigos. Eran una familia.






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