Capítulo 65

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Con un último tirón, Abbey cerró el tupper y lo metió en la bolsa térmica de flores.

—¡Hecho!—exclamó, soltándose el pelo con un gesto rápido. Su coleta había cumplido su función de evitar que ningún mechón se colara en la comida—. Ya tengo lista la sorpresa.

Una sonrisa traviesa iluminó su rostro y se alisó el flequillo con los dedos. En su mente, repasó su plan perfecto.

—Hoy le demostraré a Evan lo mucho que lo quiero y lo necesito—se imaginó el rostro de su novio, lleno de asombro y de pasión al verla aparecer con el almuerzo—. Y de paso, le pondré los puntos a esa asistente que se le pega como una lapa.

Recordó con la cara roja de vergüenza como su novio se abrió la camisa para que ella pudiera hacerle una marca de beso, un chupón más específicamente, marcándolo como suyo y así calmar su turbios pensamientos. Recordó haberlo besado lentamente, haber tocado sus abdominales y…

—¡No!—se dijo a sí misma intentando poner los pies sobre la tierra y corrió al clóset para ponerse un abrigo de lana, porque hacía demasiado frío afuera—. ¡Que yo esté haciendo ésto por él no necesariamente significa que se lo debo por dejarme hacer lo que quería ayer!

En su agitación, no se percató de que había desordenado todas las perchas del armario, haciendo caer al suelo una prenda entre otras. ¿Qué prenda era esa? El elegante traje de Cory, la secretaria de su prometido.

—Maldita sea—exclamó y se agachó rápidamente—. Este traje debe de costar una fortuna y nosotros estamos al borde de la quiebra…—frunció el ceño al ver cómo una foto se deslizaba del bolsillo interior—. ¿Qué demonios es esto?—la cogió y se quedó petrificada al ver la imagen.

Allí estaban Evan y Cory, uno al lado del otro. Su prometido tenía esa sonrisa arrogante que tanto odiaba y la asistente parecía otra persona, con unas gafas de pasta, unas mangas largas que le cubrían los brazos y la mirada baja, como si quisiera esconderse. En el reverso de la foto había una frase escrita con una caligrafía delicada y precisa: “Yo te nombro como mi compañera” firmado: ‘Evan Jones’

Un frío le recorrió la espalda a Abbey al tomar la foto entre sus manos.

—¿Qué significa esto? —susurró, mirando con incredulidad la imagen de Evan y Cory de niños, sonriendo juntos—. Esta es la letra de Evan, lo sé. ¿Por qué Cory guarda esta foto como un tesoro? —se cubrió el rostro con el cabello, mordiéndose las uñas nerviosamente—. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que... Cory y Evan se conocen desde hace años. Desde niños.

El corazón le latía a mil por hora, y el aire le faltaba en los pulmones. Se sintió mareada y confundida.

—¿Por qué Evan me mintió? ¿Por qué nunca me habló de Cory? —se llevó la mano al pecho, sintiendo un dolor agudo que le atravesaba el alma—. Dios mío, ¿qué está pasando aquí?

Un griterío en la calle la sacó de su trance. Recordó que tenía que salir.

—Ay, no —se puso de pie, tambaleándose—. Se me hace tarde.

Pero el dolor en su pecho no se iba. Era como una herida abierta que no sanaba.

(...)

Abbey se quedó paralizada en la acera, frente a la pequeña empresa donde trabajaba su prometido. Llevaba diez minutos allí, pero no se atrevía a entrar. Había traído comida para Evan, pensando que le haría ilusión.

Respiró profundamente.

—Vamos, Abbey, no seas tonta. Es solo tu novio.

Cruzó la calle y entró al edificio. Subió las escaleras hasta el despacho de Evan. Él era el CEO, así que seguramente estaría muy ocupado. Quizás le alegrara verla.

El Contrato #2Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ