Capítulo 7

300 31 11
                                    

El ambiente estaba en silencio, más no tranquilo.

Un torbellino en llamas irrumpe en la habitación sin ningún reparo. El torbellino castaño estaba ardiendo de la furia y ¿Quién lo iba a culpar? Arriesgó su pellejo para salvarla del peligro,

mientras que ese niño mimado multimillonario hacía ¿qué? ¿Estando en una de esas salas para ricachones haciendo que los demás laman sus botas?

Los encontró en una sala frente a frente con las manos entrelazadas por encima de la larga y gruesa mesa. Por dentro sonrió pese a como se sentía, ya tenía en mente un buen uso a esa mesa. Imaginó golpeando la cabeza de Evan Jones contra ella y una satisfacción increíble recorrió su espina dorsal.

Sin siquiera darle tiempo a levantarse, lo agarró del cuello aprovechando la diferencia de estatura y lo lanzó contra la pared más cercana.

El chillido de Abbey no fue suficiente para que él se detuviera, no, de ningún modo, ese bastardo se ganó todo lo que estaba por recibir.

—¿Porqué jodidos la dejaste bajo la lluvia?—Un puñetazo directo a su mandíbula—. ¿Porqué hiciste tal estupidez?

Otro puñetazo.

Evan dejó que le diera como seis o siete puñetazos más, la culpa era mucha y Alastor tenía más que razón, pero cuando su labio se partió y empezó a sangrar decidió ponerle un stop. Vale, más que por eso fue por su ángel, que se estaba volviendo loca tratando de detener la pelea y pidiéndole a gritos a su atacante que se detuviera. Si tan sólo Abbey no estuviera en ese momento, dejaría que Alastor lo mande al hospital con esa golpiza, sabía que se lo buscó, sabía que se lo merecía y que todo lo que le estaba sucediendo a su prometida era completamente su culpa y de nadie más. No de los reporteros, no de Alastor, no de Abbey ni de nadie; solamente su culpa.

—E-espera—Escupió sangre y levantó las manos en señal de rendición en el mismo instante que Abbey detenía el brazo en alto de Alastor—. Me lo merezco y lo acepto.

Alastor desconcertado con el desastre que había hecho y con la mayor parte del enojo fuera de su sistema, se tambaleó hacia atrás tratando de levantarse del piso en donde tenía acorralado a su rival. Resopló y caminó en línea recta hacia el extremo opuesto a donde estuvo hace unos segundos, quedó de cara a la pared. Pasó las manos por su rostro, claramente estresado. Él no era del tipo violento, en realidad ni siquiera estaba a favor de la violencia y ver la sangre en el piso lo asqueó. Él se asqueaba de sí mismo ¿Acaso era alguna clase de animal?

Pasaron los segundos en total silencio.

—Alastor...

—No—negó con la cabeza sin mirar a ninguno—. No quiero hablar contigo, Abbey, no con lo irresponsable que has sido al arriesgarte así.

Evan cedió ante la tensión—. Fue mi culpa y...

—Claro que lo fue—Evan hizo una mueca y no precisamente por las heridas que tenía en el rostro. Alastor giró la cabeza tan rápido como una cobra alerta y en posición de ataque—.¿Cómo crees que se sintió esperando ahí por ti? ¿Con todas mirándola así? ¿Arriesgando incluso hasta su propia salud? ¿Cómo...?

—Lo sé.

La voz clara, tranquila e imperativa de Evan se oyó en todo el salón. Abbey en medio del discurso de Alastor aprovechó y fue a la congeladora del cuarto contiguo, el que estaba conectado con ese salón, para sacar unos cubos de hielo, los colocó en un paño y volvió al salón justo para escuchar lo que Evan decía.

—Esta vez quiero protegerla apropiadamente, y para eso necesito tu ayuda.

Abbey quedó estupefacta, casi echa el paño helado de las manos. Nunca, jamás había escuchado a Evan, a su frío, solitario y distante Evan pedir ayuda y eso la conmovió. Porque ese muchacho orgulloso, obstinado y necio, estaba pidiendo ayuda, con su rostro magullado, la ropa sangrienta y tragándose el orgullo, estaba dispuesto a recibir ayuda.

El Contrato #2Where stories live. Discover now