Capítulo 75

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Ha pasado un año desde que Evan fue a Canadá. Mantuvieron el contacto tanto por llamada como por videollamada, todos los días, así que no se perdió el interés el uno con el otro.

Pero un día, todo cambió. Abbey sintió que el corazón se le rompía al leer el mensaje que le envió su prometido.

—Lo siento, Abbey. Estoy muy ocupado con el trabajo. No sé cuándo podré volver a hablar contigo.

Ese fue el último rastro de Evan que Abbey recibió. Por más que intentó comunicarse con él, no obtuvo respuesta alguna. Ni una llamada, ni un mensaje, ni un correo. Nada.

No podía soportar más la incertidumbre y el dolor. Decidió tomar el primer vuelo a Canadá, dispuesta a encontrar a su prometido y aclarar las cosas.

Al llegar a Canadá, ella quedó maravillada con la belleza del país. Los paisajes, la cultura, la gente. Todo le parecía fascinante.

—¡Qué lugar tan hermoso! ¡No me extraña que el turismo en Canadá sea tan popular!—exclamó, mientras caminaba por las calles con su maleta—. Seguro que Evan se pondrá muy feliz cuando me vea. Me abrazará y me dirá que me extrañó mucho. Tal vez solo necesitaba un poco de espacio…—pensó, con una sonrisa ilusionada.

Buscó en su celular la dirección de la empresa de su prometido. Estaba cerca, solo tenía que cruzar la calle, al otro lado del edificio azul.

—¡Ya casi llego, Evan! ¡Te voy a dar una gran sorpresa!—gritó, mientras se apresuraba a cruzar el semáforo.

En ese momento, una camioneta negra pasó por su lado. El conductor, al ver a la joven que corría con su maleta, frunció el ceño.

—¿Qué hace Abbey aquí?—se preguntó, con una mezcla de sorpresa e ilusión.

(...)

Abbey palideció al ver el mapa de la ciudad por quincuagésima vez. Miró para todos lados en las calles, intentando entender.

—¿Dónde está el edificio Jones? —se preguntó, frustrada—. Según el mapa, debería estar aquí... pero solo veo una cafetería, una farmacia y una peluquería.

Se movió de un lado a otro, buscando alguna señal que le indicara el camino. Arrastraba su maleta con dificultad, haciendo ruido sobre el pavimento. Estaba tan concentrada en el mapa, que no se fijó en las personas que caminaban a su alrededor.

De repente, chocó contra alguien con fuerza. Soltó el mapa y se llevó la mano a la nariz, que le dolía.

—¡Ay! ¡Lo siento mucho! —se disculpó, sin mirar a la persona con la que había chocado. Le dolía la nariz por el golpe.

—¡Ah, lo sabía!—Abbey abre mucho los ojos al darse cuenta de quién es la persona con quién chocó. ¡Con razón la voz se le hizo muy conocida!—. ¡Eres tú, Abbey! ¡Ha pasado un tiempo!

—¿Qué? ¡¿Ean?!

Ha aparecido después de mucho tiempo, el hermano mayor de Evan.

(...)

—Ah, ya veo. Viniste a ver a Evan.

Tanto Ean como Abbey estaban sentados en un mismo banco, en un gran parque. Uno al lado del otro, pero sin tocarse.

—Ahora está mucho más ocupado con la empresa que antes—Ean continuó—. Así que probablemente no pudiste contactarte con él.

—Sí—Abbey le dió la razón.

—Es porque está teniendo problemas con personas desagradables en la empresa.

Abbey ladeó la cabeza.

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