Capítulo 25

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-¿Jóven amo? ¿Lo escuché correctamente? ¿Desea sólo un boleto?

-Sí. Sólo uno.
(...)

-¡Ángel! ¡Me voy a arrugar aquí!

-¡Sólo un segundo más!

Abbey escuchó un bufido antes de que la puerta sea abierta y una cabeza pelinegra haga su aparición.
-¿Todavía falta mucho?

Ignorando su impaciencia, preguntó:

-¿Cómo me veo con este peinado?

Avanzó a paso firme.

-Te ves hermosa-pasó sus brazos por delante de su estómago y ambos se fijaron en su reflejo del espejo del tocador-¿Pero sabes cómo te verías preciosa?

La cabeza de Evan descansaba en el hueco del hombro de Abbey, dándole un aspecto tierno y animado. Sin embargo, la sonrisa en su rostro demostraba todo lo contrario.

A Abbey le recorrió un escalofrío de pies a cabeza. ¿Hace cuánto tiempo Evan la había tocado por última vez? Ahora mismo daría lo que fuera para que se volviera a repetir esa noche aunque fatídica para él, ventajosa para ella. Recibió mucho placer pero no pudo devolvérselo, ya que Evan la esquivaba como si tuviera lepra si se acercaba demasiado o si se percataba de que Abbey hacía un movimiento astuto.

Un cosquilleo subió por su espalda cuando su prometido lamió su nuca, justo por debajo de su lunar.

-¿C-Cómo?

Antes de que se recuperara del trance hipnótico en el que sus caricias la habían llevado, ya estaba en el aire, sobre el hombro de Evan.

-¡Evan!

El retumbar de su risa fue casi tan placentero como esa noche. Casi.

-Te verías preciosa fuera de esta habitación.

Se rindió. No la bajaría hasta llegar a la planta baja. Había tomado esa horrible manía de bajarla sobre su hombro cada vez que podía.

-No pienso llegar tarde a mi propia cita.

Esperó pacientemente a que sus pies tocaran el suelo para luego darle un puñetazo a su pecho.

-¡Subiéndome de esa manera se te arrugará la camisa!

Evan esquivó un segundo golpe y la atrajo hacia sí.

-¿Me querrás menos si es así?

Sus labios rozándose, sus respiraciones mezcladas, pequeñas cosas que la hacían inmensamente feliz.

-Te querré menos el día que el sol salga del Oeste y se meta al Este.

No esperó. Unió sus labios en ese tan esperado beso. Luego de no poder respirar más, Abbey retrocedió unos centímetros y dijo:

-No llegarás tarde a ningún lado, porque tu cita está contigo.

Porque sí, tenían una cita.

Evan subió más los brazos de Abbey sobre su cuello y la volvió a atraer para otro beso feroz.

Y aunque quien viera la escena desde fuera diría que todo es pasional, Abbey disfrutó la pequeña sonrisa de plenitud y sinceridad que adornó su rostro. Solo por ella, solo para ella, solo de ella.

El viento azotaba su rostro y hacía menear su corta melena. Se abrazó más a Evan, que pedaleaba con ánimo.

-¡Ésta es la primera vez que monto una bici y no es tan malo!

Abbey rió, estaba muy emocionado como un niño al ver su juguete favorito en navidad. Eran pocas las veces en dónde Evan se permitía disfrutar verdaderamente las cosas y que lo haga siempre en su presencia la hacía sentir muy especial. De golpe le llegó el dato.

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