II.IX

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Era un lindo día, tan lindo como la pareja de enamorados que ni siquiera el tiempo logró separar.

El par de tortolitos iban tomados de las manos mientras caminaban por las calles de un soleado Seúl. Se dirigían directamente hasta la sede de Dal: Lux. Como el clima era agradable, habían decidido dar un corto paseo por ahí mientras JungKook le compraba a TaeHyung casi todo lo que veían. Desde comida, hasta pequeños objetos para decoración, los cuales deseaba poner en su oficina.

Se detuvieron frente a un puesto de churros rellenos de helado mientras el peliazul analizaba fijamente el alimento. Aquellos tubos calientes por fuera y fríos por dentro lo miraban rogando ser comprados e ingeridos. O al menos eso pensaba el más joven mientras se acercaba al vendedor con un puchero muy marcado.

Le pasó su Bingsu a medio comer al presidente y entrecerró los ojos.

--- Quiero una bolsa--- señaló el letrero que decía la información sobre las órdenes. ¿Cinco gordos churros por cuatro dólares? ¡No importaba el precio, si era mucho o poco! Se veían muy deliciosos. Tanto así, que confiaba en la calidad de aquel postre callejero.

JungKook observó el Bingsu de melón medio derretido y ladeó la cabeza. Se preguntaba si su osito se lo terminaría. Y es que, ya se había comido un vaso de ramen, una pierna de pollo frita, takoyaki y unas papas fritas. Sin contar las bebidas que tomó durante todo el camino. ¿Dónde le cabía todo eso? Por más que miraba en dirección a su estómago, lo único que podía ver era un vientre plano bien cuidado.

--- ¿Acepta este tipo de tarjetas?--- el diseñador cuestionó, sacando de sus pensamientos a su ex novio, quién lo miro extraño de ver aquella tarjeta dorada en sus manos. Es que... La tenía en la billetera y se la había robado sin que se diera cuenta--- ¿Qué me miras?, ¿Apoco quieres churros también?--- inquirió divertido.

Definitivamente al fornido no le molestaba que tomara su dinero. Solo le sorprendía el hecho de que se había distraído tanto que no notó que su menor le había sacado la tarjeta.

--- ¿Aún tienes hambre?--- preguntó el pelinegro. Si era así, podían ir a un buen restaurante en la zona lujosa de la capital. O también comer lo que fuera del antojo de su contrario.

El peliazul recibió sus churros y comenzó a comer felizmente, pasándole la tarjeta al otro con la mano libre. ¡Estaban deliciosos! Crujiente por fuera y suave por dentro, el helado cremoso no opacaba la rica masa del churro. Estaba más bueno que los que vendían por temporadas en Dal-Lux, pero esa algo que no podía decirle al presidente. No quería herir sus sentimientos. Aunque, si lo miraba por otro lado, podía ayudarlo a mejorar, ¿No?

--- Jeon, ¿Me estás invitando a comer?--- le quitó el Bingsu de las manos y posteriormente decidió terminárselo, casi que bebido, pues ya estaba muy aguado y derretido. Mordió un churro y tragó cuidadoso, suspirando al sentir su pancita ser feliz con esos alimentos de dudosa procedencia.

--- Yo no tengo mucho apetito, pero me preocupa que estés tan hambriento--- confesó con una genuina preocupación--- ¿Has estado comiendo adecuadamente?, ¿Estás enfermo?--- tocó la frente del peliazul, mirándolo consternado. Se sentía normal, aunque estaba sudando un poco debido al clima.

--- Ah, es que estoy embarazado--- bromeó, aunque juró ver un fugaz destello en los oscuros ojos de JungKook, cosa que lo hizo sentir algo mal, puesto que era un hombre y no podía tener hijos, hijos que el mismo azabache alguna vez confesó desear.

Un silencio un tanto incómodo visitó a ambos. TaeHyung comenzó a caminar, sin girarse para ver a su mayor. Estaba seriamente avergonzado de su propia estupidez. ¿¡Cómo se le ocurría!? Ni que fuera uno de esos libros fantasiosos donde le era posible quedar preñado. Si pudiera quedar en cinta, jodidamente decidiría hacerlo, tan solo por complacer a Don Perfecto y ayudarlo a cumplir sus sueños.

Sugar, but not your baby (KookTae)Where stories live. Discover now