Capítulo III

93 30 147
                                    

Cuando fuera aquella tarde al restaurant y se ubicara en la mesa para uno que usualmente se reservara para él, notó que algo había cambiado, el ambiente se percibía diferente, había nerviosismo en los rostros de quienes se cruzaban por delante suyo, llevando bandejas de un sitio a otro.

—¿Qué pasa?, ¿por qué hay tanta agitación hoy? —preguntó a su anfitrión en cuanto este se acercó a saludarle.

—Es el nuevo personal y hoy es su primer día —explicó Julio—. Hasta ahora han trabajado bien, a pesar de los nervios.

—Por eso las caras nuevas que he visto cuando llegué —reflexionó el joven mientras observaba como una muchacha iba y venía con cosas para la mesa. Ella le saludó con una brillante sonrisa, a lo que él respondió con un cordial y algo frío "buenas tardes".

—La situación durará sólo unos días, de manera que la próxima vez que vengas estará todo funcionando como corresponde —indicó Julio, sonriendo a Cristina, que se estaba desenvolviendo sin problemas—. En fin, ¿qué vas a servirte hoy?, ¿lo de siempre?

—Hoy no, tráigame la carta, por favor —dijo, dirigiéndose a Cristina que de inmediato se retiró en busca de lo solicitado—, hoy se me antoja comer algo diferente.

—Me parece bien, siempre es bueno variar un poco —dijo el anfitrión, siguiendo con la mirada a sus trabajadores, y a Cristina, que no tardó en regresar a la mesa al tiempo que le entregaba al joven la carta en sus manos. Antes de retirarse, Julio agregó—: En cuanto decidas, avisa a Cristina o a Alejandro, que están atendiendo este sector.

—Lo haré, gracias.

... ... ... ... ...

Luego de leer detenidamente cada uno de los platos que ofrecía aquel menú, se sintió decepcionado pues ninguno logró despertar su interés. Pensó incluso en irse, pero la idea no acababa de agradarle. Parecía que tendría que escoger algo en base a lo novedoso o curioso de la preparación; leyó otra vez, una pérdida de tiempo, no pudo decidirse. El sonido de su estómago le sorprendió y cambiando de planes, optó por hacer algo distinto: consultaría con los camareros, a ver si podían darle alguna sugerencia o recomendar algún platillo en especial, así que, sin más, hizo una seña con la mano a Cristina, indicándole que se acercara.

—¿Ya ha decidido que va a ordenar? —preguntó al joven en cuanto llegó a su lado.

—Disculpa, pero no todavía, en su lugar me gustaría saber qué plato del menú me podrías recomendar —dijo, devolviéndole la carta con una mirada desilusionada.

—Eh... sí, ¿podría esperar un momento, por favor?, estoy atendiendo otra mesa ahora mismo, así que enviaré a alguien más para que lo ayude —dijo Cristina antes de retirarse rápidamente, la verdad no quería arriesgarse a recomendar algo que ni siquiera ella había probado. "Ojalá que Alejandro sepa más que yo, por lo menos en esto".

—Bien, pero que no tarde mucho —respondió mientras abría un pequeño envoltorio de mantequilla para untar en el pan que habían traído con anterioridad a la mesa. "Que no se demore o me comeré todo el pan de la canasta", pensó mientras probaba bocado, pues ya no podía más del hambre, "comeré tranquilo, mejor dicho, que se tarde lo que quiera, mientras no se acabe el pan".

... ... ... ... ...

—Alejandro, ¡Alejandro! —llamó Cristina a su amigo en cuanto pudo desocuparse de las mesas que atendía.

—Dime —se acercó al escuchar la voz de su compañera viniendo desde la terraza.

—¿Podrías atender al joven que está en aquella mesa? —pidió Cristina, señalando discretamente al muchacho que estaba de espaldas a ellos—. Lleva mucho tiempo esperando y no tiene un aspecto amigable, al menos para mí.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now