Capítulo XXVIII

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El turno acabó y los chicos, tras finalizar sus labores, fueron a cambiarse. Francisco y Sebastián fueron los primeros en marcharse, luego Ignacio, quien fue detenido por Ariel antes de irse.

—¿Qué te traes con ese chico Nicolás? —preguntó, intentando sonar casual.

—No es de tu incumbencia —respondió con frialdad y pasando de él.

—¿No será que también te gusta Nicolás? —se acercó al bartender, bloqueándole el paso.

—Eso tampoco es de tu incumbencia, ¿algo más? —dijo con sarcasmo y cerrándose el abrigo. La noche estaba fresca.

—¿Por qué eres así?, ¿por qué te comportas tan agrio y distante conmigo? —dijo Ariel con un tono más serio que el usual.

—Porque siempre te estás entrometiendo en mis asuntos, y lo que yo haga no es del interés de nadie, ¿te basta? —la voz de Ignacio reflejaba su irritación.

—¿Y es del interés de Nicolás?

—Eso lo decido yo, no tu. Yo elijo de qué y con quién hablar, y contigo no se me da la gana —se encogió de hombros y se apartó de él, dándole la espalda para irse del lugar.

—Ojalá eso cambie, quiero que nos llevemos bien y seamos amigos —dijo, mirando en la dirección contraria, con expresión dolida.

—Ya te lo dije y recuérdalo bien, Ariel, el que decide soy yo y eso incluye la elección de mis amistades.

Ignacio se alejó hasta desaparecer entre la gente. El ayudante de cocina movió la cabeza con decepción, en lo que Cristina salía del local, sorprendiéndose con su presencia.

—¿Ariel?, ¿aun aquí?

—Sí, pero ya me iba, es solo que... —su voz se cortó antes de poder terminar.

—No me digas, ¿intentaste hablar con Ignacio?

—Sí —dijo casi con culpa.

—Pero Ariel, deberías dejarlo ya, es inútil. Olvídalo —dijo Cristina, acercándosele y dándole unas palmaditas en la espalda.

—De verdad quisiera, pero no puedo y aquí estoy, un tonto más.

—No creo que seas tonto, Ariel, más bien eres demasiado bueno —le dijo, intentando hacerlo sentir mejor. No conocía las razones, pero la realidad parecía indicar que Ignacio no quería tener algo que ver con ninguno de ellos. Fue ahí que se le ocurrió algo—: ¿Te gustaría venir conmigo?, iré con Alejandro a tomar un té.

—No lo sé, no creo que sea un buen momento —respondió no muy convencido.

—Vamos, te hará sentir mejor —insistió la chica.

—Bueno, supongo que sí, mientras no sea un problema.

—Claro que no. Vamos.

... ... ... ... ...

La cafetería y salón de té estaban ubicados en otro sector de la ciudad, alejado del barrio que todos solían frecuentar. El viaje fue en silencio la mayor parte, con breves intercambios de palabras entre Cristina y Ariel. La ciudad estaba por completo iluminada y era cada vez menos la gente que se desplazaba por las calles. Cuando llegaron por fin a su destino, no tardaron en encontrarse con Alejandro en las cercanías: había llegado unos minutos antes y quedó sorprendido con la presencia de su compañero.

—Qué agradable verte, Ariel —dijo, saludándole.

—Sí, bueno yo...

—Lo invité ya que ninguno de los chicos pudo venir conmigo, supongo que está bien —explicó Cristina.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now