Capítulo XLIII

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas explícitas. Se recomienda discreción.


—Gracias por invitarme, lo pasé muy bien —dijo Ariel a la salida de la fiesta. Katerina iba con su abrigo y una expresión cansada, mas no desanimada—. Lástima que no vine en mi auto, habría podido llevarte a casa.

—Oh no, no hacía falta que te molestaras en hacer eso, tengo mi auto aparcado, pero ¿y tú?, ¿no quieres que te lleve? —dijo la chica.

—¿Y podrás conducir?, bebiste mucho, aunque... por lo que veo estás en mejor condición que yo —dijo, riendo.

—Me siento bien, y no te preocupes, lo he hecho en muchas ocasiones, puedes estar tranquilo de que llegarás a salvo en una pieza —dijo, sonriendo—, además es un gesto por haber aceptado venir con una completa desconocida, y aún después de todo lo que pasó esta noche.

—No tienes que disculparte, tenías tus razones y lo que me deja satisfecho es que valió la pena por completo, Ignacio y Javier estarán bien a partir de ahora.

—Y que lo digas, ¿viste que se fueron juntos antes de que la fiesta terminara?, de seguro pasarán el resto de la noche juntos.

—Sí.

—Pues bien, ¿te llevo a casa?

—Sí, gracias. Vamos.

El auto de Katerina, un modelo sencillo, estaba aparcado en el estacionamiento tras el local. Abordaron y tras recibir las indicaciones de Ariel, la chica inició el viaje de regreso; fue un viaje tranquilo, ambientado con la música suave que sonaba en la radio.

—Me gustaría que un día volviéramos a salir —dijo Ariel.

—¿De verdad?

—Sí. Aunque no me creas, me agradó mucho conocerte y bailar contigo. Quisiera tener ocasión de repetirlo, ehhh... si quieres podemos salir a almorzar o tomar un café, ya sabes, como amigos.

—Ummm... estaría bien, eres muy simpático y también me divertí muchísimo contigo, así que sí, podemos repetirlo un día —dijo Katerina, encendiendo el limpiaparabrisas. Comenzaba a llover.

—¡Qué bien que me has traído!, habría llegado empapado —dijo, soltando un suspiro de alivio.

—Es verdad, sí que vives lejos, bueno, también yo vivo muy lejos del centro —y soltó una risa sutil. Ariel se la quedó viendo unos instantes con una extraña sensación.

Siguieron su camino durante otra media hora hasta llegar a destino; la lluvia era más intensa y soplaba el viento. Cuando por fin llegaron, Katerina detuvo el vehículo y mientras aguardaba que Ariel descendiera, éste se volvió hacia ella.

—Gracias por traerme y por esta noche tan emocionante —le dijo—, y avísame cuando llegues, ¿vale?

—Vale, te aviso.

—Bien, buenas noches y que descanses —Ariel se acercó y la besó en la mejilla, luego ella lo vio caminar a paso rápido hasta una vieja construcción, cubriéndose la cabeza.

Cuando el ayudante desapareció, Katerina se tocó la mejilla sonriendo melancólica. "Si Ignacio y Javier se dieron una oportunidad, quizá yo también pueda darme una", pensó antes de ponerse otra vez en marcha.

... ... ... ... ...

Las calles desiertas apenas notaron la presencia de la pareja que corría a través de ellas. Se escuchaban sus risas, sus voces, sus pasos. En algunos tramos se detenían, se tomaban de ambas manos, daban giros, se abrazaban y volvían a correr.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now