Capítulo LX

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Así como no pasó desapercibido para nadie, y menos para Adolfo, que el rubio estaba presente en la sesión de lecturas, tampoco pudo ignorar como Martín saludaba discretamente a Lucas con un movimiento de mano, devolviéndole este último el gesto desde su ubicación. "¿Será que también se conocen?, ¿habrá venido por él?", pensaba Adolfo, mientras el pelirrojo hacía su presentación.

Erika fue la encargada de poner fin a la sesión, recitando un breve poema, que tuvo el efecto de motivar diferentes sentimientos y emociones entre los presentes.

—Y ahora, para concluir con la actividad y dar paso al cóctel, hemos preparado algo especial, nuestro amigo y también organizador, Tomás, interpretará para nosotros una pieza musical, la «Balada para piano nº 1 en sol menor Op. 23», de Frédéric Chopin —a una señal de Erika, un par de ayudantes acercaron un objeto grande cubierto por una lona negra que, al quitarla, reveló un antiguo piano de cola—. Adelante, Tomás, el escenario es tuyo.

El aludido, el mismo chico de cabellos y trenza cobrizos, se levantó de su lugar y se acercó hasta el instrumento, no sin antes hacer una reverencia ante el auditorio. Sin pronunciar palabra, se sentó frente al teclado y, sin ayuda de una partitura, comenzó su presentación, haciendo gala de gran destreza y talento, provocando murmullos entre el público y que las miradas estuvieran fijas sobre él. Adolfo escuchaba con atención; Martín sonreía y sus ojos brillaban de felicidad; Lucas estaba embelesado por la belleza de la música y la de su intérprete, tal y como le ocurrió la primera vez que tuvo ocasión de presenciarlo; Alejandro y Nicolás comentaban por lo bajo cuan agradable era disfrutar de una interpretación como esa en vivo.

Cuando hubo transcurrido diez minutos, Tomás finalizó, tornándose el silencio general en aplausos emocionados y entusiastas, una verdadera ovación. El chico se levantó del taburete, se inclinó con una actitud estoica y regresó a ocupar su lugar junto a Erika.

—Muchas gracias, Tomás, estoy segura de que todos han quedado deslumbrados con tu intervención. Pues bien, damos por concluido nuestro evento, como organización, agradecemos la presencia y participación de todos ustedes el día de hoy, quedando cordialmente invitados al cóctel. Gracias.

Erika se levantó, seguida de todos sus compañeros de mesa que, después de una nueva ronda de aplausos, se separaron del mismo modo que los asistentes, algunos reuniéndose en grupos de conversación, otros yendo a por café, té y chocolate, bebidas y jugos, servidos todos al fondo del comedor, junto a los más deliciosos bocadillos; Martín también se retiró, ante la vista de Adolfo, y fue a reunirse con algunas personas que rodeaban a la anfitriona, del mismo modo que otro grupo, compuesto en su mayoría por chicas, rodeaba al pianista. Adolfo buscó a Lucas entre los asistentes, pero este ya no ocupaba su lugar, sino que charlaba tranquilamente con otros chicos; pensó en ir junto con su hermano, pero él también estaba ocupado charlando, mientras que Alejandro llegaba con un par de tazas. "Sabía que debía haber escogido algo para leer, ya me doy cuenta de que eso atrae la atención de todos. Hasta Nicolás obtendrá un par de admiradores saliendo de aquí", pensaba, y resignado ante la falta de atención, fue a por algo de beber, dispuesto a conversar con cualquiera que se le acercara.

... ... ... ... ...

—¿Qué te preguntaban esos chicos? —preguntó Alejandro en cuanto quedaron solos.

—Querían saber si participaba en algún grupo de lectura o club literario, o si estaba familiarizado con otras obras de Víctor Hugo —respondió Nicolás, bebiendo su té y comiendo unas galletas de chocolate—. Esto sí que está bueno, ¿las probaste?

—Sí, las probé, muy ricas —dijo, y tomó un par más de la bandeja—. Volviendo a lo anterior, de seguro se acercaron con motivo de tu lectura, ¿les habrá gustado mucho?

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now