Capítulo LIII

36 9 56
                                    

Después del irritante encuentro con Lucas, Adolfo evitó presentarse otra vez en «la Dama Azul», al menos durante un tiempo, y no porque sintiera miedo de un tipo tan atrevido, él mismo se reconocía como uno, sin embargo, Lucas había adoptado una actitud dominante que le había impresionado de mala manera, pese a su fingida actuación inicial. La sola presencia del rubio en la ciudad no le impediría continuar con sus salidas a todos los sitios que quisiera, pero tendría que ser más discreto con tal de evitar futuros inconvenientes.

Una tarde en la que el sol se ocultaba tras las densas nubes oscuras, Adolfo recorría el barrio comercial. Vestía su largo abrigo negro y un suéter de cuello alto en color gris, abrigado con una bufanda que le cubría parte de la boca y su clásico sombrero ancho. Ante el cansancio que le provocó la caminata y no decidiéndose por una tienda que visitar, optó por sentarse en una de las muchas bancas de madera que había frente a las vitrinas de la galería. Pese a la hora y a lo frío del ambiente, muchas personas transitaban por la calle, algunas se detenían frente a los escaparates y otras aguardaban por atención en las mesas que se encontraban en las terrazas exteriores.

En medio de esa distracción, pensando que sería bueno comprarse un chocolate caliente tras ver a una chica pasar delante bebiendo uno, que pudo sentir que alguien se sentaba a su lado, y mirándolo de reojo, apenas pudo notar su rostro o cualquier otro rasgo, pues se ocultaban bajo una capucha.

—No me ignores, ¿quieres?

Adolfo giró la cabeza lentamente y se quedó viendo al rubio como si de una aparición se tratara.

—¿Qué ocurre, Adolfo?, ¿estás asustado?, porque ese día en el bar no lo parecías.

—Quizá —logró articular y volvió la cabeza otra vez hacia delante, intentando parecer tranquilo, aunque se le habían erizado los cabellos.

—Te dije que no me ignoraras —y soltó una sonora carcajada tras notar que no había conseguido llamar la atención de Adolfo, por el contrario, se mantuvo en una postura estática.

—¿Hace cuánto que me estabas siguiendo? —preguntó al cabo de un rato con una voz que denotaba su desprecio—. ¿No me escuchaste?, te hice una pregunta, ¿hace cuánto me estabas siguiendo?, ¿qué es lo que quieres?

—Es lo que estoy tratando de descubrir y, aunque no me creas, lo de ahora es pura casualidad, no he llegado a tanto como para seguir a alguien, pero no te niego que despertaste mi interés —dijo Lucas, meneando la cabeza como si sopesara las palabras que acababa de decir.

Adolfo lo miró de reojo. "Todo eso que dices ni tú te lo crees". Y sin esperar más explicaciones del rubio, se levantó de la banca y se alejó calmadamente, sin mirar atrás. Llegó hasta una esquina y cruzó para tomar la otra calle, continuar su paseo y olvidarse de lo que acababa de ocurrir, pero cuando la curiosidad pudo más, caminó hasta un local con puertas de vidrio, tan pulido que hacían las veces de espejo: allí pudo verlo, a Lucas con su capucha y manos en los bolsillos. "Ahora sí que me estás siguiendo, maldito cínico, ¿qué es lo que quieres de mí?, ¿qué es lo que quieres descubrir?". Reanudó la marcha, ya no tan tranquilo. "¿Será que te gusto, es eso posible?, ¿o solo te estás divirtiendo a mis costillas?". Se detuvo y miró atrás: Lucas caminaba a unos cuantos metros de distancia de él sin ningún disimulo y sin ninguna expresión facial, era como si una fuerza invisible lo estuviera guiando. "No me importan tus motivos, voy a usarte para entretenerme, quiero saber hasta dónde eres capaz de llegar si te doy suficiente hilo". Por un momento, Adolfo recordó a su hermano y cómo este había seguido adelante hasta alcanzar a Alejandro, pero reparó en la diferencia de motivos: Nicolás estaba enamorado, mientras que él no buscaba nada parecido, salvo diversión, ¿y qué había de Lucas?, no importaba, no tenía intenciones de lograr algo con él, ni siquiera le gustaba, por más atractivo que fuera. Volvió a enfocarse en el camino y cruzó otra calle, para luego sentarse de nuevo en otra banca más adelante, en donde esperó a que Lucas llegara; éste, sabiendo que el pelinegro era consciente de que le estaba siguiendo, caminó en su dirección y se sentó a su lado, genuinamente ansioso.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now